A un año de las elecciones presidenciales de 2026, el panorama político colombiano suma un nuevo y llamativo actor: “El poder de las regiones”, una alianza de corte conservador y discurso radical, integrada por 22 exgobernadores y más de 20 exalcaldes que buscan disputar el poder nacional desde una propuesta que reivindica la descentralización y la “experiencia” regional. Pero, ¿es realmente un movimiento nuevo o simplemente una recomposición de las viejas estructuras del poder territorial?
Una alianza de exmandatarios con hambre de poder
Encabezado por Juan Guillermo Zuluaga, exgobernador del Meta, el movimiento reúne a figuras como Juan Carlos Saldarriaga (exalcalde de Soacha), Jaime Pumarejo (exalcalde de Barranquilla), Juan Carlos Cárdenas, exalcalde de Bucaramanga, Aníbal Gaviria (exgobernador de Antioquia), Héctor Olimpo Espinosa, exgobernador de Sucre, entre otros nombres con amplio recorrido en la política regional. Todos comparten un rasgo: han gobernado en sus territorios con niveles de protagonismo mediático, redes clientelares o maquinarias políticas ya consolidadas.
Lejos de ser ajenos a las viejas prácticas partidistas, la mayoría de sus miembros han hecho parte de estructuras tradicionales —algunas incluso cuestionadas— y han mantenido vínculos con los partidos que hoy critican. El discurso de rebeldía frente al centralismo bogotano convive con la contradicción de seguir obedeciendo, en parte, a esos jefes políticos de antaño.
Una estrategia electoral con sello populista y derechista
La narrativa del movimiento está cargada de retórica populista de derecha, con énfasis en el orden, la seguridad, la mano dura y el desprecio abierto por la izquierda. En ese tono, Zuluaga ha lanzado dardos al actual gobierno de Gustavo Petro, asegurando que “el país está en manos de la criminalidad”, y advirtiendo que “no es momento de improvisaciones ni de aprendices o youtubers”.
Este lenguaje conecta con una ola conservadora que recorre América Latina y el mundo. El grupo ha expresado simpatía con referentes como Donald Trump, Nayib Bukele y Javier Milei, quienes han sabido explotar el descontento ciudadano con propuestas simplificadas, discurso de enemigo interno y rechazo a los partidos tradicionales.
Sin embargo, resulta paradójico que quienes encarnan esa “ruptura” en Colombia sean, en muchos casos, los mismos que representaron al poder durante años en sus departamentos y municipios.

Una consulta para consolidar una candidatura única
De cara a marzo de 2026, el movimiento ha anunciado la realización de una gran encuesta nacional en noviembre de 2025, con el fin de elegir una candidatura única para participar en una consulta interpartidista. Esta estrategia busca evitar la dispersión del voto de derecha y consolidar una figura de consenso capaz de competir con los bloques de izquierda y centro que también se están reconfigurando.
La promesa de lealtad entre los miembros del grupo se presenta como un diferencial frente a la fragmentación tradicional de las fuerzas conservadoras. “No vamos a ser seis más, vamos a ser cinco menos”, afirmó Zuluaga, intentando transmitir unidad en tiempos de polarización.
¿Verdadera propuesta desde las regiones o estrategia electoral con aroma a reciclaje?
“El poder de las regiones” se presenta como una iniciativa desde los territorios, que busca romper el histórico centralismo de Bogotá. Esta narrativa tiene potencial electoral en departamentos históricamente marginados del poder nacional. Sin embargo, muchos analistas y voces críticas ya alertan sobre el riesgo de que esta coalición no represente un proyecto renovador, sino una reconfiguración del viejo clientelismo regional bajo un nuevo empaque discursivo.
Las preguntas de fondo siguen abiertas:
¿Qué tan nuevas son sus propuestas frente a los viejos problemas estructurales?
¿Hay coherencia entre su discurso de ruptura y su historial político?
¿Podrán ofrecer algo más allá de críticas al gobierno de turno?
Conclusión: un experimento político con potencial, pero bajo sospecha
“El poder de las regiones” tiene capital político, estructura territorial y visibilidad mediática, lo que le otorga un peso real en la contienda de 2026. Su apuesta por una candidatura única es una jugada táctica inteligente, que podría concentrar el voto conservador no radicalizado.
No obstante, su reto será demostrar que no son simplemente una “coalición de reciclados” con discurso de ocasión. Si logran renovar su narrativa y conectar con los electores más allá del anti-petrismo, podrían convertirse en un actor determinante. De lo contrario, podrían quedar como un intento fallido de las élites regionales por mantener su cuota de poder nacional.