HISTORIA GRÁFICA DE SOACHA (122)

Soacha Ilustrada hace un aporte a la reconstrucción de la historia del municipio de Soacha y pone a disposición de sus lectores su página de HISTORIA.

Parte del Escuadrón Urdaneta en la plaza de Soacha en 1876.

En el siglo XIX las guerras civiles convulsionaron el país dejando a su paso una estela no solo de muertos, sino que impusieron al final un régimen aristocrático, clerical que gobernó a Colombia durante más de 100 años y donde el pensamiento, la educación, la ciencia y el arte quedaron sometidos a uno de los regímenes más oscuros y conservadores del continente.

En Soacha dos militares hicieron historia: El general Pedro Aldemar Sánchez y el general Ignacio Sánchez, quienes hicieron parte del escuadrón de Carlos Urdaneta en la famosa guerrilla de los Mochuelos.

Es célebre el arresto y heroísmo del general Pedro Aldemar Sánchez, cuya leyenda quedó inmortalizada en el libro “Los Mochuelos” de Enrique de Narváez. Soacha, Bosa, Fute, Terreros, El Vínculo, Chipo, y las haciendas Tequendama, Canoas, y Puerta Grande, fueron escenario donde demostró su arrojo y valentía. En la «Hacienda Puerta de Cuero» cayó gravemente herido después de atacar prácticamente solo a todo un escuadrón del ejército enemigo que estaba parapetado en uno de los corrales de la hacienda. Fue encontrado al día siguiente de la batalla recostado contra una cerca, desfallecido y moribundo, con las entrañas saliéndose por entre las anchas heridas de lanza y bayoneta con la que estaba despedazado. Fue operado bajo la luz de unas velas en la hacienda Tequendama y después de una convalecencia de varios días, estaba otra vez al servicio del escuadrón Urdaneta.

“Gente a pie”, en el extremo derecho el arrojado general Ignacio Sánchez.

El general Ignacio Sánchez, nacido en Soacha, conocido entre los mochuelos como el “clérigo Suelto” por su pasado religioso, era el más osado y sagaz. Su valentía y sapiencia militar le permitieron comandar las tropas de los mochuelos en las más crudas batallas. Los extensos potreros de Bosa y el humedal de Terreros fueron testigos de su pundonor y heroísmo.

Pero una cosa es el heroísmo en los campos de batalla y otra cosa muy distinta es la vida normal donde el destino juega a veces malas pasadas en la vida personal de los seres humanos.

El sonado caso del general Pedro Aldemar Sánchez en 1890

A finales del siglo XIX, el general Pedro Aldemar Sánchez era acusado del homicidio de su esposa. A partir de un peritazgo médico legal se esperaba que la justicia cumpliera con su misión en este caso, pero dadas las condiciones sociales y profesionales del acusado, los peritos pretendían su absolución al demostrar que el homicidio se había consumado bajo la irresponsabilidad propia de una enfermedad mental.

En la noche del 17 de marzo de 1890 el general Pedro Aldemar Sánchez disparó un revólver sobre su esposa causándole una grave herida en la región mamaría derecha, herida que le ocasionó la muerte pocos momentos después.

Esta trágica escena tuvo lugar en altas horas de la noche y en la intimidad del aposento conyugal, razones por las cuales nadie pudo presenciarla.

El caso causó conmoción en Soacha y obviamente por el liderazgo político del homicida en varios círculos sociales de Bogotá.

Los amigos y defensores del general, alegaron perdida de la razón y que lo sucedido se debió a un arrebato de locura, por lo que pidieron que fuera exonerado de todo cargo.

Durante los finales del siglo XIX los peritos colombianos aun no contaban con todas las armas que más tarde les proporcionarían las ciencias positivas, en vista de lo cual, teniendo en cuenta la importancia del personaje, el caso se siguió de acuerdo con los preceptos cientifico-jurÍdicos de que se disponía en esa época.

Para corroborarlo, fueron designados los científicos más competentes del momento: Juan Evangelista Manrique, Luis Fonnegra, Rafael Rocha y Abraham Aparicio, quienes tenían la misión de hacer «un sonado peritazgo» de la salud mental de general y para lo cual, los galenos procedieron a hacer un escrupuloso estudio clínico y médico-legal sobre los antecedentes hereditarios y la personalidad del militar.

En 1895 la norma estipulaba que: “Cuando no haya personas que se encarguen del loco, se procederá por uno de estos medios: o el Consejo Municipal exigirá de los vecinos las contribuciones o servicios necesarios para ese fin, o será enviado el loco furioso al Hospital de Caridad o a otro más inmediato, donde pueda mantenerse asegurado, haciéndose el gasto por las rentas municipales y en su defecto por los vecinos”, es decir, que el Estado debía hacerse cargo de la manutención del uxoricida.

No fue claro cuál fue el concepto de los peritos, hay dos versiones, una que «la autoridad judicial ordenó que se pusiese al general Sánchez a disposición de la prefectura de policía”, y otra que “el general Sánchez fue declarado por la justicia ordinaria como irresponsable del asesinato de su esposa”.

Vale la pena anotar que nunca se supo la suerte que corrió al fin el célebre general Pedro Aldemar Sánchez.

Abril 18 de 2019