Porque entre 1984 y el año 2000 trabajé en una empresa del sector textil desempeñando cargos de operación, administración y finalmente de dirección. Siempre preferí timbrar tarjeta a ser considerado empleado de confianza entre otras razones por que la jornada diurna iba de 6 a.m. a 6 p.m. y la jornada nocturna iba desde las 6 p.m. a las 6 a.m.
El trabajo nocturno en días ordinarios recibía un recargo de ley; si las horas extras nocturnas eran festivas o dominicales, se recibía un recargo del 75 %. Si se trabajaban dominicales y festivos diurnos y nocturnos se recibía el doble de salario por la jornada de trabajo con los incrementos porcentuales nocturnos de ley más los acuerdos alcanzados por convenciones colectivas.
Los trabajadores tenían derecho a un descuento del 60% en las compras de ropa a crédito o en efectivo sobre el valor comercial de las mercancías que producía dicha empresa. Además, en el mes de diciembre, todos los trabajadores recibían un bono gratuito en productos de la empresa. Los trabajadores podían acceder a préstamos durante las calamidades familiares, la construcción o compra de vivienda y sin intereses.
El turno que entraba a las 10 p.m., así como los que salían a esa hora, tenían servicio de ruta paga por la empresa, no obstante, se reconocía el subsidio de transporte. Desde finales de 1984 la empresa dejó de recurrir a agencias de empleo para realizar la vinculación laboral directa para todos los niveles, y en muchos casos se hizo vinculación a término indefinido.
Los trabajadores que presentaban altos niveles de eficiencia, desempeño, productividad y calidad, eran objeto de un reconocimiento económico mensual extra que, si bien no se vinculaba al salario establecido contractualmente, si les permitía a los trabajadores ahorrar para comprar o mejorar vivienda, pagar estudios superiores a los hijos. La empresa no obstante ser propiedad de empresarios judíos, reconoció la existencia de la organización sindical, así como el derecho de los y trabajadores a sindicalizarse
En estos 16 años la empresa no se quebró, no entró en crisis ni en concordato o liquidación; en contraste, se erigió en la más pujante del sector textil colombiano generando un buen nivel de bienestar a sus trabajadores llenando el vacío dejado por las textilerías antioqueñas que habían cerrado sus plantas como consecuencia de la apertura económica, los malos manejos administrativos y financieros de estas compañías hacia mediados de los años 90, y sobre todo a los cambios introducidos en la legislación laboral durante el gobierno de Cesar Gaviria Trujillo entre 1990 y 1994 y que profundizó Álvaro Uribe Vélez durante sus dos mandatos en los que implemento a rajatabla el neoliberalismo económico no solo en sector textil sino en todas las ramas de la industria colombiana liquidando empresas estatales que dejaron sin empleo a miles de trabajadores colombianos, la creación de los fondos privados de pensiones que hoy lucran con cinismo a las elites políticas y en peor de los casos, la entrega de la salud al sector privado hoy en la ruina total por la corrupción desaforada con que la han administrado.
**Ángel Humberto Tarquino (Soacha, 1960), sociólogo, docente, escritor, historiador, periodista y columnista de SOACHA ILUSTRADA.