“Es un método, un sistema, una práctica que se ha ido puliendo con el tiempo y que hoy estamos viendo extendida en Colombia”. Escribe Gloria Gaitán
La izquierda, y la opinión pública en general, han comenzado a tomar conciencia de que el memoricidio es un arma utilizada en forma premeditada, estudiada y aplicada sistemáticamente por el Centro Democrático como herramienta para manipular la conciencia ciudadana.
La primera ejecución uribista de este método artero se hizo por consejo del psiquiatra Luis Carlos Restrepo, Alto Comisionado de Paz de Álvaro Uribe Vélez, hoy prófugo de la justicia, a quien le publicaron un ensayo titulado La sangre de Gaitán en el libro El saqueo de una ilusión, que ahora se puede comprar en Mercado Libre.
En dicho ensayo escribe Restrepo: “…Gaitán llevó hasta el paroxismo la sacralización de la política, invitando a sus seguidores a que, ‘ebrios de fervor patrio’, llevaran en nombre de la verdad y la justicia una tea purificadora para acabar con el dominio de la casta gobernante. Al hacerlo, acrecienta con su verbo el capital del enfrentamiento, conduciendo la guerra simbólica hasta un límite de no retorno…” Y agrega: “… La sangre de Gaitán se convirtió en una realidad concreta que anima a la venganza. Se compusieron canciones que recordaban a la conciencia popular su presencia vengadora. Aún hoy es motivo de invocaciones y añoranzas…”.
Esta memoria popular, que Restrepo cataloga calumniosamente de vengativa, le hará proponer más adelante, para acabar con el recuerdo de Gaitán que “… (se) debe empezar por enterrar a los muertos, declarando saldada la deuda de sangre para intentar un nuevo pacto de convivencia”. Y concluye afirmando: “No podemos permitir que su memoria siga actuando a la manera de mensajera de fantasmas y clarín de retaliaciones…”.
Afirma más adelante: “… como la ambrosía de quien ambiciona o ejerce poder son los muertos, ellos siguen constituyendo la fuerza del Estado contemporáneo, pudiendo entenderse la lucha política y cultural como un forcejeo por utilizar este pilar de la memoria colectiva, lucha que se expresa en los esfuerzos tanto del Estado como de los grupos contestatarios por beneficiarse a su amaño de este santoral profano…”.
Esta última frase explica el reciente nombramiento de un Darío Acevedo como director del Centro de Memoria Histórica y la remoción de serios profesionales del Museo Nacional, de la Biblioteca Nacional y demás entidades donde requieren “utilizar este pilar de la memoria colectiva”, como lo define Restrepo, para forjar la cultura ciudadana según la versión que a ellos les conviene.
Esta fue la razón de la liquidación del Centro Gaitán (Colparticipar) en el año 2005, violando la ley y persiguiendo judicialmente a la familia directa del líder popular, método que se ha generalizado hoy como herramienta política.
Lo asombroso es que el descrédito a los descendientes de los héroes populares y revolucionarios es de vieja data. Es así como en la sentencia a muerte de José Antonio Galán, del 30 de enero de 1782, leemos que será “declarada por infame su descendencia, ocupados todos sus bienes y aplicados al Real Fisco; asolada su casa y sembrada de sal, para que de esta manera se dé al olvido su infame nombre…”.
Me da escalofrío ver que fue lo mismo que hizo Álvaro Uribe Vélez con la familia Gaitán. Declaró infame su descendencia, interponiendo 44 demandas fiscales y administrativas, de las cuales salimos totalmente exonerados. Pero, no obstante, con el buen nombre manchado.
El gobierno allanó un depósito particular y ocupó nuestros bienes personales (archivos particulares, muebles familiares, biblioteca personal, enseres caseros, ropa, juguetes, obras de arte, precolombinos, etc.), que todavía el Ministerio de Educación mantiene confiscados. Asoló la Casa-Museo Gaitán y la sembró de sal, con el mismo objetivo de dar al olvido el nombre de Jorge Eliécer Gaitán, convirtiendo su figura en un personaje carente de contenido popular y revolucionario que caracterizó su vida y su lucha.
Es un método, un sistema, una práctica que se ha ido puliendo con el tiempo y que hoy estamos viendo extendida en Colombia a todas las entidades del sector cultural.
Tal vez ahora la ciudadanía sí entienda la gravedad y el significado de la liquidación del Centro Gaitán y del manejo doloso que actualmente están haciendo (o cometiendo) contra la Casa-Museo Gaitán, como “tubo de ensayo” para medir la reacción de la gente.
Pero ya no es un hecho aislado. La liquidación del Centro Gaitán (mientras Uribe confesaba querer ampliar el área de influencia del Instituto Luis Carlos Galán, tal como lo hizo) le sirvió al innombrable como experimento para ver en qué forma reaccionaría la opinión pública ante semejante delito de memoricidio contra el gaitanismo y contra el legado de Jorge Eliécer Gaitán.
La verdad es que la opinión pública no replicó, no protestó, no se escandalizó, fuera de un pequeñísimo grupo de gaitanistas y de amigos de la familia Gaitán. Los demás vieron este hecho como un acto normal y —quién sabe— hasta plausible. Cuando yo pedía que incluyeran el memoricidio en el prontuario de delitos cometidos por Álvaro Uribe me decían que ya la lista era demasiado larga para agregar una fechoría más. ¿Qué opinarán ahora?
Marzo 2 de 2019