Análisis de Alejandro Gaviria, director de Centro de objetivos del Desarrollo Sostenible para América Latina (CODS) y de Germán Andrade, profesor e investigador de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes.
El Salto del Tequendama era un paso obligado para todos los visitantes de Bogotá en el siglo XIX, fue retratado y reseñado por el biólogo Alexander Von Humboldt, quien aseguró en su momento: “El aspecto del Salto es infinitamente bello. Yo creo que no existe ninguna caída de agua de esta altura por la que se precipite tanta agua y en la que se evapore tanta”.
El Salto ha sido un ícono de la historia de Colombia, y aunque se han tratado de preservar sus valores culturales y naturales, es necesario recuperar el tiempo perdido, volver a valorar ese patrimonio histórico, cultural y ambiental del país.
Esta zona, que era catalogada como productora de agua, captadora de carbono y con un gran ecosistema de bosque de niebla, ha venido siendo recuperada, a pesar del daño ocasionado por decisiones que se han tomado como el destinar parte de su caudal para la producción de energía eléctrica.
Paralelo a esto, la contaminación del río Bogotá, debido al crecimiento y expansión urbana sin controles ambientales suficientes, también ha sido parte de la degradación y pérdida de valor del sitio.
“El paisaje natural que rodea el salto al otro lado del río, representa una gran biodiversidad biológica, un bosque nativo que es necesario proteger. Debemos cambiar nuestras posturas y revertir lo que hemos hecho”, afirma Germán Andrade. profesor e investigador de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes.
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“La resignación, el catastrofismo no pueden ser el discurso. Tenemos que ser conscientes de los problemas, del daño que hemos hecho, pero también debemos ser optimistas”: Alejandro Gaviria.
Los trabajos de recuperación del salto, comenzaron hace más de 20 años, de la mano de la “Fundación Granja Ecológica el Porvenir”, primero con la Casa Museo, construida en 1923 al borde de la montaña al frente del salto que por años albergó miles de visitantes de todo el mundo, y luego fue abandonada. Ahora esta restaurada y funciona como Museo de la Biodiversidad para dar a conocer la riqueza de la zona.
El Salto del Tequendama puede convertirse en un testimonio de lo que la sociedad podría hacer, recuperar el tiempo perdido, la memoria del paisaje.