Si el gobierno colombiano no comenzó a “tomar medidas” relativamente a tiempo cuando se presentaron los primeros brotes del coronavirus en el país, ello se explica por el simple hecho de que la dirigencia política colombiana se hallaba más obsesionada en ese momento en espiar contradictores políticos y definir estrategias para contrarrestar su descredito regional y mundial producido por su propia corrupción que en prepararse para enfrentar la situación.
Prueba de ello son las millonarias inversiones y contratos autorizados para la adquisición de sofisticados equipos de espionaje e inteligencia, (ver artículo de J. Fonseca https://www.facebook.com/jeisson.fonseca/posts/10157186750578224) que de manera discrecional realizaron las autoridades militares, antes que preocuparse por fortalecer con recursos financieros, tecnológicos y humanos del precario y vergonzoso sistema de salud nacional en lugar de dedicarse a monitorear el desarrollo y gravedad de la pandemia en China, Italia y en España para preparar el país frente a la inminente llegada del mortal enemigo.
Mientras el presidente, como en la fábula del “renacuajo paseador” salía “muy tieso y muy majo” al exterior como cualquier despreocupado turista, el país se iba yendo al garete producto de las presiones internas de su propio partido para influir en la dirección de su Gobierno contra la protesta cada vez mayor de los ciudadanos por el pésimo manejo al proceso de paz, la crisis económica y su equívoca política exterior tratando de arreglar fuera los graves problemas internos del país.
El pico del escándalo de corrupción más grande de la historia política del país, para infortunio de los colombianos, y para fortuna del gobierno y su partido, solo fue superado por el pico de la pandemia del coronavirus en China, Italia, España y los Estados Unidos al poner a mirar a los colombianos hacia otro lado menos hacia su pésima gestión de gobierno.
Al grave escándalo de corrupción que tropicalmente han dado en denominar la “ñeñepolítica” le cayó del cielo la pandemia del COVID19 al conjunto de la campante corrupción enquistada en los más altos los niveles del Estado para cubrir con su ligero, pero mortal velo, los más sórdidos propósitos políticos contra los colombianos de unas elites que, como en el libro el Decamerón, cada día que pasa, se hunden hasta el cuello en su propia mierda.
No han sido pocos los defensores de oficio que han salido a defender con “patas y manos” pero con pocas razones, un conjunto de medidas económicas que gravaran aún más la ya de por si situación de pobreza que vive más de la mitad de la población colombiana.
Marzo 29 de 2020