El pasado 15 de mayo se celebró el día del docente, que nos permitió hacer un justo homenaje y reconocimiento a los innumerables profes que dedican su vida a educar y dejar una huella imborrable en nuestras mentes y corazones. Tal como dijo Pericles: “un mal profesor recita, un buen profesor explica, un excelente profesor demuestra, un maestro es solo aquel que inspira”.
En mi caso particular agradezco infinitamente a todas las personas que tuve el privilegio y honor de decirles “maestro”, que me formaron a través del afecto, inculcándome valores y respeto por los demás, en mi querido Instituto Pedagógico Nacional. En esta ocasión en particular, quiero hacerle un sentido homenaje y saludar la memoria de Nelly Mendoza (1932-2020), quien fuera mi maestra de primaria en el IPN.
Vivir mi infancia al lado de Nelly es algo que recuerdo y atesoro con mucho cariño y agradecimiento. Fue la persona encargada de formarnos a mis hermanos Claudio Mario, Carlos Fernando y a mí, en una época muy dura para los tres y para el país. Mientras mi padre vivía su día a día en correrías y reuniones políticas, Nelly nos enseñaba y nos brindaba un sentido de normalidad y de tranquilidad que nos rescataba del clima de violencia fratricida en Colombia, que ya tocaba a la puerta de nuestra familia. Sus enseñanzas y carácter nos brindaban una paz por la que siempre estaré agradecido.
Por circunstancias de la vida, la última vez que vi a Nelly fue en el año 2018, en un acto que hicimos en el colegio después de la sanción presidencial de la ley 1890 de 2018, que declaró al Instituto Pedagógico Nacional patrimonio histórico y cultural de la nación. Ese día pude transportarme a mis épocas de niñez y “travesuras” reviviendo anécdotas de mis días como estudiante de primaria y bachillerato pedagógico.
Aprovecho esta columna para hacer un llamado a dignificar a nuestros maestros, para que puedan prestar su servicio en condiciones adecuadas, especialmente en la educación pública y sobre todo salarialmente. Esta labor de tanto significado e impacto social, no tiene el reconocimiento que se merece en Colombia y en la mayoría de los territorios del país tienen que enfrentar inmensas dificultades para poder prestar su servicio. La educación es el motor para el desarrollo de un país, el camino a la libertad, equidad y a la justicia social. El punto de partida de este camino es la calidad de vida personal y profesional de sus maestros. Es un deber de la ciudadanía y del Estado respaldarlos y rodearlos en favor de otorgarles el prestigio, respaldo y apoyo que merecen.
Mayo 19 de 2020
* Las opiniones expresadas en este artículo de opinión son del autor y no de SOACHA ILUSTRADA.