Hay que reconocer que el alcalde de Soacha Juan Carlos Saldarriaga ha implantado todas las medidas disponibles para evitar la propagación de la pandemia del COVID-19 en la ciudad, medidas como el toque de queda, la ley seca, el pico y cédula y el pico y género, entre otras, que buscan preservar la vida de los habitantes, disposiciones municipales obligatorias para el tránsito en la vía pública, en establecimientos comerciales y transporte en TransMilenio.
Sin embargo, no deja de ser preocupante la tendencia a combatir por medio de sanciones y de medidas de fuerza actitudes que son, sin duda, irresponsables, o cuando menos poco conscientes, por parte de la ciudadanía.
Ciertamente la pandemia de Covid-19 hace indispensable a parte de las medidas de restricción de la movilidad, la adopción de una mejor cultura por parte de las personas que habitan la ciudad, y ya es muy tarde educar a toda la sociedad para que cumpla el distanciamiento social, practique el lavado de manos con la mayor frecuencia posible y utilice mascarillas con el fin de minimizar las probabilidades de contagio.
Las condiciones económicas, culturales y sociales de los habitantes de Soacha hacen desaconsejable implantar tales conductas por medio de la fuerza o la coerción. Hoy todas las medidas implantadas por Saldarriaga llevan al fracaso y al desgaste de la autoridad municipal.
La realidad es que todas las medidas necesarias para preservar la vida de la gente se estrellan contra la terquedad e irresponsabilidad del Gobierno de Iván Duque, cuya única prioridad es preservar la economía, y donde élites de banqueros, gremios, inversionistas y constructores, navegan en río revuelto junto a comerciantes, que intentan “camuflar” a su favor cualquier gabela para satisfacer sus intereses.
Pese a las recomendaciones de la comunidad científica por la llegada del pico de la pandemia, Duque se abstuvo de decretar el confinamiento obligatorio es decir obligar a las personas a permanecer en sus casas –a diferencia de lo que hicieron otros Gobiernos– y recurrió, en cambio, a la apertura de sectores enteros que no resultan esenciales para el mínimo funcionamiento del país.
De esa forma, en lugar de obligar a la gente a confinarse en su domicilio, se dieron motivos para salir a la calle. Duque al tiempo que instauró el denominado Día sin IVA, difundió una campaña informativa sobre el comportamiento de la pandemia, los riesgos de la infección y las medidas para reducir la posibilidad de contagios, como tratando de empatar con la historia, “hice todo lo posible pero no me escucharon”.
En Soacha, Saldarriaga sigue el peligroso juego “uribista”, es decir “hago y no hago”, impone restricciones mientras diariamente siguen circulando sin ningún control caravanas de «armatostes» de más de 30 años, que en las horas pico de mañana y tarde, cuando la gente sale al trabajo y regresa a sus hogares vienen atiborrados de gente convirtiéndose en verdaderos amplificadores de la pandemia.
Es claro que la superación del fenómeno epidémico requiere de la corresponsabilidad de las autoridades y de las empresas de transporte público privado, en este sentido, es lamentable la actitud de la Secretaría de Tránsito de Soacha que permite que estos vehículos circulen sin tener las medidas de prevención, aseo y aislamiento que la emergencia de salud amerita.
Ni las actitudes sumisas por parte de autoridades civiles, ni las posturas irresponsables asumidas por los transportistas privados, contribuyen a concientizar a la sociedad a reforzar las conductas informadas, sensatas y solidarias que tanto se necesitan en la actual circunstancia.
Junio 20 de 2020