La olla raspada

Al final de su oscuro y espurio mandato, cual hambrienta hiena, Duque ha dedicado los últimos meses de su autoritario mandato a vandalizar los recursos públicos adjudicando discrecionalmente multimillonarios contratos, repartiendo prebendas, creando inútiles y onerosos cargos entre sus más abyectos y serviles allegados.

Por Ángel Humberto Tarquino

Se acerca el fin de la peor pesadilla que haya vivido la sociedad colombiana en toda su historia, el fin del peor y más inepto gobierno del que haya sido testigo pueblo alguno; el fin de un Gobierno votado fraudulentamente para elegir al más advenedizo mandatario de la politiquería colombiana, cuyo origen genealógico es tan cuestionable como los resultados de su pésimo gobierno.

No solo su campaña política y su Gobierno fueron un verdadero fraude al que se recurrió violando todas las tipologías de los delitos electorales contemplados en el código penal y no pocos artículos de la Constitución Política recurriendo al engaño, al cumplimiento de sus promesas y al programa de Gobierno, al incumplimiento sistemático y deliberado en la ejecución de los acuerdos de paz, y sin sonrojarse, recurriendo a todo lo peor y contrario a lo que prometió.

No solo engaño a sus electores cuya mayoría de origen humilde tenía afincadas muchas expectativas, sino que engaño de manera burda y descarada a los que votaron en blanco, creyendo que, con tan equívoca estrategia y tibia postura política, evitarían la catástrofe que se cerniría sobre el país y que finalmente sucedió, permitiéndole al inepto mandatario complacer a los grandes poderes económicos que financiaron su campaña, y a los que final y generosamente retribuyó con creces.

Al final de su oscuro y espurio mandato, cual hambrienta hiena, Duque ha dedicado los últimos meses de su autoritario mandato a vandalizar los recursos públicos adjudicando discrecionalmente multimillonarios contratos, repartiendo prebendas, creando inútiles y onerosos cargos entre sus más abyectos y serviles allegados, egocéntricos gastos publicitarios, gastando cual pecunio propio cuantiosos recursos públicos en el turismo presidencial de su familia, engañando a la opinión pública internacional, y finalmente convirtiendo la sede del Gobierno nacional en un verdadero antro de la corrupción, peor que el que en su momento convirtió Uribe para asegurar su reelección.

Duque no podría cerrar de peor manera su nefasto gobierno y su soberbia incompetencia como mandatario, cuando en el curso de la última semana se puso al descubierto, gracias a diferentes medios, la masacre que tuvo lugar en el departamento del Putumayo, en la que presuntamente estarían involucradas tropas del Ejército Nacional, en las fueron literalmente masacrados varios líderes sociales y niños según versiones derivadas de investigaciones independientes y testigos presenciales de tan aberrante hecho.

Aún es prematuro estimar a cuánto ascenderá el monto del vandalismo del gobernante y los funcionarios de la administración Duque, quienes comienzan a alistar pasaportes, visas y trasferencias a paraísos fiscales para ocultar las incalculables fortunas obtenidas a través del sistemático saqueo de los recursos públicos de los colombianos dejando la olla raspada.

Durante los próximos meses estarán dedicados a eliminar las evidencias de sus fechorías para desfilar por la avenida El Dorado como verdaderas ratas de alcantarilla para eludir la aparente acción de una justicia inoperante y proclive a sus desmanes criminales mientras el mandatario colombiano apunta a dejar nuevas leyes que lo blinden de futuras responsabilidades e investigaciones.

ahtarquinog@gmail.com

*Las opiniones expresadas en este artículo de opinión son del autor y no de SOACHA ILUSTRADA.