Las próximas elecciones territoriales serán definitivas para el rumbo futuro del país. La disyuntiva no admite duda ni vacilación.
O se continúa avanzando por la senda de las transformaciones que producirán las reformas en las que se ha empeñado el gobierno del Pacto Histórico, o retrocederemos a los viejos escenarios de la política corrupta del pasado, ejercida por unas elites decrepitas, pero no por ello menos poderosas, y menos dispuestas que nunca a perder el poder en las regiones, departamentos y municipios donde su hegemonía ha sido centenaria.
En este sentido las fuerzas políticas alternativas no tienen otra opción diferente a la de cerrar filas en torno a su unidad interna y al fortalecimiento de sus partidos y organizaciones sociales para enfrentar la ofensiva de desinformación nacional e internacional de los medios de comunicación del país, quienes cohonestado sin la menor vergüenza ni escrúpulo con las elites económicas y sectores políticos reaccionarios, gracias a su postura servil y mercenaria manifestada desde el inicio mismo del actual gobierno, construyen escenarios de debacle.
Dichos sectores de los medios letrina que mientras invocan la defensa de la libertad de prensa al tiempo crean las condiciones para un golpe de Estado, vienen acudiendo a toda suerte de estrategias de desinformación, a la creación de falsos imaginarios de crisis, al despliegue masivo de información tendenciosa sobre presuntos escándalos de corrupción al interior del Estado, que gradualmente se han develado como tácticas de desestabilización contra el gobierno y las instituciones.
Las fuerzas políticas del Pacto Histórico que vienen en un franco proceso de crecimiento y expansión geográfica en todos los niveles territoriales, no la tendrán nada fácil para derrotar a la segunda línea del antiguo régimen representada y conformada por las maquinarias de los territoriales gracias a las inveteradas practicas clientelistas que han cultivado por décadas al amparo de las autoridades electorales, los órganos de control y un sistema judicial que se hunde cada vez más en el fango de su propia corrupción.
La compra de votos, la burocracia servil, la contratación pública, el nepotismo, los privilegios, son entre otros, el arsenal del que disponen las elites económicas y políticas regionales para asegurarse, no solo su continuidad en los poderes territoriales, sino que serán, según lo expresó German Vargas Lleras, la garantía para “no perder definitivamente el poder del Estado”.
La tercera línea conformada por la rabiosa bancada de la oposición de extrema derecha hace lo suyo. Oponerse de mil maneras a todas las reformas que se debaten en el congreso construyendo falsos escenarios de crisis económica por la reforma tributaria, de gobernabilidad por la implementación de los acuerdos de paz y los diálogos con las disidencias y el narco paramilitarismo, de crisis en el sistema nacional de salud de los colombianos en el contexto de discusión de la reforma a la salud, la invención de una crisis de empleo y chantaje con el aumento del desempleo como consecuencia de la reforma laboral entre otras falsas noticias que los diarios letrina de los grupos económicos más poderosos difunden de manera sistemática y mal intencionada.
Ante tan aberrante escenario que vienen construyendo las tres poderosas líneas de las elites, las instituciones del Estado responsables de garantizar el cumplimiento de la constitución y la ley nadan en la peor corrupción de su historia, el descredito la vergüenza y el escarnio público, con la mayor desfachatez y cinismo toman partido del lado de los poderosos a quienes deben sus cargos y privilegios.