La derecha aún no comprende el inmenso servicio que le prestó a Petro con la marcha del 21 de abril, en la que hubo gente que cargaba a hombros un ataúd para llevar el cuerpo inerte del presidente.
Ahora resulta que las marchas del 21 de abril fueron espontáneas, y que las del 1 de mayo fueron ‘raponeadas’ por el presidente Petro. No es cierto. Aquellas, muy nutridas, fueron promocionadas por diferentes partidos políticos, especialmente el Centro Democrático, y también por eso que se llama ‘el establecimiento’, opuesto a todo proyecto de cambio que salga de la Casa de Nariño.
Petro no ‘raponeó’ la marcha de los trabajadores. Las fuerzas sindicales, afectas al gobierno, permitieron que el personaje más importante del país ocupara la tarima instalada en la Plaza de Bolívar de Bogotá, y desde allí dirigiera su discurso, no solo a la masa congregada en ese espacio, sino a todo el país.
Desde luego, el presidente se refirió a las marchas del 21 de abril en las que se expuso el odio visceral que una parte de Colombia siente por Petro, no de ahora, sino desde cuando inició su actividad política, en la que destacó como brillante líder de izquierda.
Sus duras críticas desde su curul senatorial al doble gobierno de Álvaro Uribe, y después al de Iván Duque, le granjearon la animadversión de la hueste uribista, cuyo jefe lo llamó repetidamente ‘sicario’, en una sesión del Senado.
Petro no ganó la presidencia en una rifa. Para alcanzar el poder tuvo que enfrentar en solitario a todos los factores del poder político que hay en Colombia. Soportó ataques de toda laya por su antigua militancia en el M-19, olvidando que ese grupo insurgente fue determinante en la aprobación de la Constitución de 1991. No le bajan el mote de ‘guerrillero’, como si aquel grupo no hubiera suscrito acuerdo de paz con el gobierno de Virgilio Barco, que jamás ha violado.
Tuve la oportunidad de preguntar a diez amigos que salieron a marchar el 21 de abril la razón de su caminata. Ninguno dio argumento válido. Simplemente, respondieron que no les gustan las reformas. Inquirí si habían leído el texto de los proyectos, y todos lo negaron.
La derecha aún no comprende el inmenso servicio que le prestó a Petro con la marcha del 21 de abril, en la que hubo gente que cargaba a hombros un ataúd para llevar el cuerpo inerte del presidente. Ese perverso hecho de por sí descalifica el evento, y fortalece al gobierno.
Oyendo a Petro en su disertación del Día del Trabajo, vino a mi memoria la recia voz de Jorge Eliécer Gaitán, cuando desde esa misma plaza arengaba a los liberales con palabras similares a las del ahora jefe de Estado. Jamás olvidaré el discurso del caudillo pronunciado en la Plaza de Bolívar el 7 de febrero de 1948, protestando por la violencia oficial que sufrían sus copartidarios. A mi juicio, esa noche suscribió su sentencia de muerte, que se ejecutó dos meses después.
Yo, con caminar lento como el viejo de la canción de Piero, salí a marchar el 1 de mayo, y me sentí feliz al comprobar que todavía tengo ánimo para ser solidario con un gobierno que en nada difiere de los principios liberales, que han sido siempre los míos.
Tendrá la derecha que apelar a un nuevo Diógenes para que con su linterna bíblica encuentre el candidato que derrote en 2026 al que los amigos del cambio presentaremos en esa justa presidencial. Ruego a Dios que me extienda la licencia vital para estar presente en ese momento trascendental de la democracia colombiana.
Fuente: El País