En la información genética de los hombres falta una copia de seguridad que sí tienen las mujeres, y la caída del pelo sería solo una de sus consecuencias.
Casi el 40% de los varones se queda más o menos calvos antes de los 35 años. Y las cosas empeoran con la edad. A muchos les preocupa.
La Biblia nos recuerda que burlarse de los calvos viene de antiguo:
“De Jericó, Eliseo se dirigió a Betel. Iba subiendo por el camino cuando unos muchachos salieron de la ciudad y empezaron a burlarse de él. ¡Sube, viejo calvo! —le gritaban—. ¡Sube, viejo calvo!” (Reyes 2:23).
Los calvos lo tenían peor en la época de los Visigodos, ya que la calvicie no se consideraba un problema de salud sino un deshonor, y la caída del pelo llevaba aparejada una pérdida de estatus.
Por eso uno de sus peores castigos era dejar completamente pelada la cabeza del condenado, bien mediante afeitado, bien mediante el método más radical de arrancarle, a lo bruto, todo el pelo.
Teorías sobre el origen de la calvicie
Como es natural, a lo largo de la historia se desarrollaron teorías muy diferentes sobre el origen de la calvicie:
Los romanos creían que uno se quedaba calvo por tener que usar mucho tiempo el casco cuando era soldado.
En la Edad Media se pensaba que los hombres quedaban calvos porque les daba el sol sin usar sombrero.
Hoy en día muchos creen que usar gorra favorece la calvicie.
Algunas explicaciones son mucho más sofisticadas
Para los Fang, pueblo de origen bantú que habitan en el área del Golfo de Guinea, la calvicie se origina cuando un murciélago deja caer desde el aire sus orines sobre la cabeza de un ser humano.
Y aunque un solo caso no hace teoría, a su favor pueden argumentar que el mejor experto mundial en murciélagos guineanos está calvo como una bombilla.
Crecimiento del mercado contra la calvicie
Hoy en día los tratamientos contra la calvicie se han convertido en un negocio millonario.
Nuestra civilización ha producido tantos falsos mejunjes contra la calvicie que los vendedores de crecepelo se han convertido en arquetipos de charlatanes engañabobos.
Pero la realidad es que hoy en día los tratamientos contra la calvicie se han convertido en un negocio millonario.
Con todo, lo cierto es que al comprobar el parecido entre parientes resulta fácil darse cuenta de la ligazón entre calvicie y parentesco.
Por ejemplo, en algunas familias los varones lucen testas despejadas desde la primera juventud característica genética heredada de sus abuelos y tatarabuelos.
Por el contrario, los varones de ciertos linajes familiares conservan magníficas cabelleras hasta la sepultura.
¿Quién tiene la culpa de mi calvicie?
Sobre la más o menos dura realidad de quedarse calvo, pueden hacerse las interpretaciones más peregrinas.
Y así un interesante documento medieval de una próspera ciudad sostiene que la culpa de que un varón sea calvo la tienen los tíos de su madre (esto es sus tío-abuelos maternos).
Observaciones más detalladas pronto llevaron a pensar que en la calvicie había mucha ligazón entre madre e hijos.
Los hijos de madres cuyos padres y hermanos eran calvos tenían mayor probabilidad de ser a su vez despejados. No es rigurosamente cierto, pero si tiene cierta parte de razón.
Existen múltiples causas que ayudan a la aparición de la calvicie:
- Una dieta carente de nutrientes esenciales
- Infecciones
- Problemas de tiroides
- Estrés
Ciertos tratamientos como la quimioterapia también pueden provocarla.
Factores genéticos y hormonales
La calvicie común, que afecta sobre todo a los varones (llamada técnicamente alopecia androgénica) es la más frecuente, con alrededor del 95% de los casos. Y se debe a una mezcla de factores genéticos y hormonales.
Los andrógenos (hormonas masculinas) actúan sobre los folículos pilosos haciendo que cada vez sean más pequeños, hasta que finalmente terminan ocasionando la atrofia completa del folículo.
Pero las cosas son más complejas. Hay gente con elevados niveles de andrógenos cuyos folículos pilosos no se ven afectados. Porque se necesita una predisposición genética para ello, el componente hereditario.
200 genes pueden influir sobre la calvicie
La base genética de la calvicie es compleja. Podríamos decir que se trata de una herencia poligénica.
Hoy en día sabemos que hay más de 200 genes que pueden influir sobre la calvicie.
No es que haya 200 genes cuya función es decidir si uno será o no calvo.
Se trata de genes que ejercen funciones muy complejas sobre los folículos, el cuero cabelludo, los capilares, los niveles hormonales, etc., pero que sumadas van a tener efecto sobre la calvicie. Por esta razón afecta más a los hombres que a las mujeres.
Buena parte de estos genes se encuentran situados en el cromosoma X.
Las mujeres tienen 2 cromosomas X y por tanto poseen una doble copia de los genes que están en ese cromosoma.
Si uno de ellos tiene una mutación que impide su buena función, la otra copia puede estar bien y resolver el problema.
Pero los varones solo tienen un cromosoma X y un cromosoma Y.
Como hay casi 1.000 genes en un cromosoma X humano, pero solo 55 genes en un cromosoma Y, los varones solo tienen una copia de los genes que están en el cromosoma X.
Si uno de ellos está mal, entonces se sufre las consecuencias, pues al contrario que las mujeres no hay copia de seguridad.
Por eso hay muchos más hombres calvos que mujeres. De igual forma, para ser calvas las mujeres tienen que tener a la vez dos copias de sus genes que producen calvicie, contrario a los varones que solo basta con tener una sola en el único cromosoma X.
Una “limitación” que no afecta solo al pelo
Puede que la calvicie preocupe a los varones, pero el problema de solo tener una copia de los genes del cromosoma X no se limita a la calvicie. Por ejemplo, el daltonismo es mucho más frecuente en varones por la misma causa.
Tampoco es que el daltonismo sea especialmente grave. Pero lo malo es que hay una larga lista de enfermedades hereditarias producidas por genes situados en el cromosoma X que lógicamente afectan a los hombres mucho más que a las mujeres.
Otra de ellas es la hemofilia, que tanto padecieron las casas reales en Europa.
La célebre reina Victoria tenía un defecto en un gen de su cromosoma X. Pero el gen de su otro cromosoma estaba perfecto y ella no tuvo nunca el menor problema de coagulación sanguínea. Sin embargo, le pasó el cromosoma “malo” a su hijo Leopoldo, que como solo tenía esa copia, sí fue hemofílico.
La hemofilia también se cebó en los varones de la realeza española. Victoria Eugenia de Battenberg, casada con Alfonso XIII, llevaba el gen de la hemofilia en uno de sus cromosomas X (que por cierto había heredado de su abuela la reina Victoria). Sus hijos Alfonso de Borbón y Gonzalo de Borbón se quedaron con el cromosoma malo heredaron la hemofilia.
La distrofia muscular de Duchenne también sigue este patrón hereditario.
La produce un gen de la distrofia defectuoso situado en el cromosoma X. En los varones que lo tienen se produce un debilitamiento progresivo de los músculos desde el primer año de vida.
El hecho de tener una sola copia del cromosoma X hace que los varones padezcamos enfermedades terribles como:
El Síndrome de Lesch-Nyhan, debido a una deficiencia en el gen de la hipoxantina guanina fosforribosil transferasa (situado en el cromosoma X) y que produce deficiencia mental, espasticidad y comportamientos de automutilación.
Hay una larga lista de terribles enfermedades que por estar producidas por genes defectuosos situados en el cromosoma X las padecemos los hombres, como son:
- La enfermedad de Hunter, que produce retraso mental y deformaciones
- La Adrenoleucodistrofia, que produce un desorden neurológico degenerativo
- El Síndrome de Menkes que lleva a la muerte de niños chicos por problemas en el metabolismo del cobre.
Esto debería contribuir a que situemos las cosas en sus justas proporciones: A los hombres en cuanto a los casi 1.000 genes del cromosoma X les falta la copia de seguridad.
Por eso los hombres viven menos que las mujeres y padecen muchas enfermedades graves que ellas desconocen.
Si en la lotería genética se ha tenido la inmensa suerte de que solo les tocase ser calvos deben estar agradecidos. Pudo haber sido mucho peor.
Para su consuelo, un abuelo costeño (que desde joven era calvo como una bombilla) decía animosamente: “¿A que nunca has visto un burro calvo?”