En el año 1999 se encontraron unas de las momias mejor conservadas en un volcán de los Andes, Llullaillaco. El descubrimiento se realizó nada menos que a 6.723 metros de altura, límite justamente entre Chile y Argentina. El hallazgo lo realizó el antropólogo alemán, Johan Reinhardt quien llevó las momias al país vecino para su estudio. Esta acción trajo consigo las suspicacias e hicieron renacer las eternas rencillas entre estos dos países por asuntos fronterizos.
Las tres momias descubiertas por el antropólogo alemán, están muy bien conservadas, debido a la congelación extrema y sus órganos internos están prácticamente intactos. Se calcula que los tres niños fueron sacrificados cuando tenían 7 y 15 años, y todo indica que fueron enterrados vivos. Una de las niñas tiene el cráneo modelado como un cono. Los incas a menudo vendaban las cabezas de los niños desde el nacimiento para dar a sus cráneos la forma de las montañas de las que creían que descendían. Esta niña específicamente estaba enterrada envuelta en un tejido amarillo que tiene un elaborado diseño geométrico. Una de las momias tiene la oreja izquierda y parte del hombro quemado por un rayo que le alcanzó cuando ya estaba enterrada, pero el resto de sus órganos están en perfecto estado … En el lugar se encontraron además 36 estatuillas de oro y plata, así como figuras humanas hechas con conchas marinas.
El niño
El primer cuerpo localizado corresponde a un niño de aproximadamente siete años. Ahí está, sentado sobre una túnica o unku de color gris, con su rostro dirigido hacia el sol naciente. Como todos los varones de la élite incaica, tiene el cabello corto y un adorno de plumas blancas sostenido por una Huarak’ca enrollada alrededor de su cabeza y lleva un adorno pectoral, confeccionado con piezas de Spondylus, pelo de camélidos y cabello humano.
La doncella
El segundo hallazgo, unos metros al norte del niño, corresponde a una joven mujer, de alrededor de quince años al momento de la ofrenda. Lleva en su cabeza un importante tocado de plumas blancas. En su rostro aún conserva restos de pigmento rojo y, en su boca, pequeños fragmentos de hoja de coca. Posiblemente, haya sido una Virgen del Sol oacila, educada en las casa de las escogidas –acllahuasi- un lugar de privilegio para determinadas mujeres en el tiempo de los incas.
La niña del rayo
El tercer hallazgo corresponde a una pequeña niña, de seis años. Sentada, con las piernas flexionadas y la cabeza erguida mira hacia el suroeste. En algún momento, la descarga de un rayo penetró más de un metro en la tierra y la alcanzó. Dañó así parte de su cuerpo y su vestimenta. Debido a este hecho se la conoce como la niña del rayo.
El ritual religioso
Durante el ritual religioso, uno o más niños elegidos por su belleza, su perfección física o su pertenencia familiar eran enviados en un largo peregrinar por los Andes hacia Cusco. A menudo se los unía en un matrimonio simbólico y, junto a un grupo de adultos, caminaban durante semanas o meses hacia el sitio sagrado elegido.
El gradual ascenso a las altas cumbres iba acompañado de cánticos de alabanza y una vez en el santuario, los sacerdotes vestían a los niños con sus mejores ropas, sus cabezas eran adornadas con vinchas, plumas blancas y metales y les dan de beber chicha: una bebida alcohólica derivada del maíz. Tras dormirlos, los depositan en un pozo, donde morían, como consecuencia de las bajas temperaturas.