Bogotá tiene un grave problema de agua, una crisis que tiende a agravarse día a día y que para solucionarse debe enfrentarse y entenderse sin obstáculos ideológicos los problemas en sus diferentes aristas. Y es que a la ciudadanía hasta el momento por intereses políticos y económicos absolutamente nadie le da la cara, ni nadie aborda con franqueza que pasó, ni quienes fueron los negligentes, más si se sabía con varios meses de antelación la llegada del fenómeno del Niño y era previsible las consecuencias que esto podría acarrear a la ciudad.
La administración entrante de Carlos Fernando Galán se durmió en los laureles, perdió tiempo valioso en informar a la ciudadanía de lo que estaba por llegar, y peor aún, no tomó las medidas necesarias para que las consecuencias no llegaran hasta el punto que tuviéramos que tener racionamientos de agua y con una espada de Damocles encima, ante la amenaza de que quedaban en total 50 días de reservas de agua en los embalses.
Claudia López, la nefasta alcaldesa de Bogotá y su flamante gerente de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, Cristina Arango, le deben una explicación y unas disculpas a la ciudadanía, o más bien a la Procuraduría y la Fiscalía. Nunca informaron y nunca previeron lo que podía pasar en Bogotá, y según parece tampoco le informaron en las reuniones de empalme al neófito alcalde Galán lo que presuntamente se le venía a la ciudad.
Bogotá es una ciudad con alto estrés hídrico por sus condiciones geográficas y densidad poblacional. La capital, resulta que depende del agua proveniente de la Orinoquía, así que desde un principio no hubo un sistema de distribución eficiente desde otras partes. La Ciudad y algunos municipios de la Sabana dependen casi exclusivamente de un solo sistema (Chingaza) que está cada vez más vacío y no parece que la tendencia vaya a revertirse fácilmente, así llegue la temporada de lluvias. Eso, tarde o temprano, llevará al día cero, esto es, el día que el agua deje de salir de las llaves en todas las casas y comercios, y punto.
Bogotá está en mora de crear un consejo de científicos sin discurso político, para resolver que hacer ante la futura escasez de agua, su creación tiene razón de ser y deberían tomarlo en serio, aunque en últimas sean los políticos de turno, con sus vicios e intereses los que tomen la decisión de qué hacer.
Las lecciones que deja la actual crisis obliga a buscar desde ya las soluciones para que esto no vuelva a pasar, no hay de otra, soluciones que van desde la construcción de más embalses, desviación de cauces para trasladar recursos hídricos, reforestación y protección de páramos y demás ecosistemas, modificaciones a los POT no solo de Bogotá sino también de los municipios vecinos, en especial los que han cambiado el uso del suelo para expandir la industria constructiva y la explotación minera, en fin, que se haga lo que se tenga que hacer sin importar que sector resulte más afectado por las medidas, el calentamiento global no es coyuntural es algo que tarde que temprano afectará y modificará la forma de vivir de los que habitan esta ciudad.