La tensión entre “desarrollo” y degradación ambiental no parece tener solución fácil. De hecho, el camino sencillo es el que históricamente han tomado los gobernantes de este país: construir carreteras sin planeación; inundar tierras de campesinos, indígenas y afros para levantar hidroeléctricas; echar tendidos eléctricos atravesando bosques, montañas, quebradas, los mismos que destruyen para sacar oro, petróleo, madera. El recurso ha sido —valga la redundancia— poner los recursos al servicio del capital, de la producción empresarial, de generar riqueza a los ya ricos. Son decisiones de política pública que han construido una especie de fractal, con una misma lógica pero en un orden caótico, si se me permite el oxímoron.
Estos temibles pasos del desarrollo tienen a una pequeña comunidad de Cachipay, en Cundinamarca, luchando contra un ambicioso proyecto de repotenciación eléctrica. Se denomina UPME 01 2013 y pretende echar un tendido eléctrico de más de 380 kilómetros que va desde Betulia, Santander, hasta Soacha, Cundinamarca, obviamente atravesando la cordillera por los predios de menor valor económico. Es decir, no por la sabana, que impactaría en Cajicá, Chía, Tabio y Tenjo, sino por el lado de los campesinos y los bosques, trazado que afectará 180 veredas y 37 municipios.
Los interesados son el Grupo de Energía de Bogotá, que tiene una subestación en el corazón del trazado, todavía no construida; Empresas Públicas de Medellín, en Soacha, e ISA, propietaria de la subestación Sogamoso. El trazado, que esquiva —o elude convenientemente— los intereses de los más poderosos, hace un desvío extraño y se mete justo en la reserva Tequendama Manjui-Panche, área protegida que alberga un valioso bosque de niebla en el que nacen las quebradas que alimentan el río Bogotá y de cuya agua se sustentan más de 200.000 habitantes. En este precioso bosque, o en lo que queda del mismo, habitan especies en peligro como el tigrillo lanudo, el colibrí inca negro y el perezoso de dos garras.
Pero nada de esto le importó a la ANLA, que dio licencia ambiental aceptando la omisión, por parte del Grupo de Energía de Bogotá, de un informe hidrológico en el estudio de impacto ambiental. Y no lo incluyen porque no hay ley de protección que se les pueda atravesar; ya antes, para el mismo trazado, habían sustraído áreas de otras zonas protegidas ambientalmente como la serranía de los Yariguíes, la reserva forestal del río Magdalena, la de la cuenca alta del río Bogotá y los páramos de Guargua y Laguna Verde, entre otros. Para ellos el único valor son los kilovatios, que más adelante se convierten en billetes.
Para rematar la desgracia de quienes cultivan y contemplan estas faldas de la cordillera, las empresas concertadas en este proyecto han clasificado las zonas en áreas de influencia directa —que son aquellos predios ubicados 30 metros a lado y lado del tendido, cuyos pasos de servidumbre han sido adquiridos a precios bajos y algunos vendidos forzosamente por los propietarios— y áreas de influencia indirecta —que se extienden tres kilómetros a lado y lado del eje—. Es un polígono inmenso que llaman buffer y que en el caso de Cachipay incluye buena parte de la vereda Petaluma Alta (con ocho torres), en la que instalarán un centro de acopio que abarca 1,23 hectáreas y que supone un campamento de 30 a 60 personas, helipuerto y, adicionalmente, una plaza de tendido que abarca algo más de media hectárea y contempla la construcción de vías de acceso para 12 toneladas. Desde estos sitios de uso temporal —lo que implica un montaje, pero también un desmantelamiento— podrá captarse el agua requerida, extraerse arena y construirse un área de vertimiento de residuos sólidos —aducen que no verterán líquidos—. Es decir, el corazón del bosque de niebla puede llegar a convertirse en una especie de cantera de materiales para levantar las torres eléctricas que miden entre 30 y 100 metros de altura, con las cuales electrificarán este bello paisaje.
Afortunadamente, la ambición empresarial siempre encuentra quién le haga resistencia. Se trata de un grupo de vecinos de Cachipay que se denomina Defensores Bosque de Niebla (en YouTube, Defendemosvida en Twitter y Defendamos el Bosque de Niebla en Facebook), que integra a algunos miembros de las juntas de acción comunal del sector y está dando la pelea para que este bosque no sea electrificado y pueda seguir viviendo en lo que seguramente ellos, las empresas de energía del país, consideran las tinieblas, que no son otra cosa que neblina, agua y vida.
Fuente: El Espectador