Por Evelyn Huérfano Sánchez
Citando a Eduardo Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces, para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.
Por eso desde este municipio terriblemente golpeado por el conflicto armado y por el hambre -que es la peor guerra que vamos perdiendo-, estamos siendo cultivadores de la semilla esperanzadora, gestores de una Paz estable y duradera, reuniendo esfuerzos, dejando a un lado las diferencias e intentando unir trabajos de base para superar las divisiones ideológicas que nos han impedido ganarle el pulso a la guerra, desaparición y muerte.
Por tal razón, ahora que nos impulsa el sueño de la Paz, nos declaramos abiertamente: defensores de los Derechos Humanos, del respeto a las diversidades y de la construcción de un país mejor.
Estamos cansados de las tibiezas de nuestros pronunciamientos, de la debilidad de nuestras posturas frente a los enfoques que el país debe hacer respetar; somos tolerantes frente a los diferentes tipos de conflictos, elegimos eliminar de nuestros procesos a todos aquellos representantes visibles solo por el momento mismo de figurar, pero decidimos decir ¡Basta!, e inspirarnos en los que ya no están para seguir y seguir soñando.
Los diversos grupos políticos, movimientos sociales, parches y toda la juventud en general, estamos dispuestos a soñar y seguir soñando con el primer gran escalón de nuestro camino hacia la paz, hacía la utopía del buen vivir y la equidad.
Andamos hace un buen tiempo soñando con la no discriminación de ningún ser humano, construimos alrededor de la igualdad, la equidad, la superación de los índices de pobreza extrema y la lucha desde y por los de abajo. Hoy venimos con la idea radical de Paz, de no separarnos de nuestros sueños, de no dejar que arruinen los ajenos a la guerra un futuro mejor para todos; estamos siendo mal manejados: el municipio, el país, el mundo… pero sentimos que hoy nos ha llegado el turno de tomar las riendas de la Paz: “por un país al alcancé de los niños” como lo escribió alguna vez el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez.
Nuestras prioridades desde que entendimos que el lugar de la juventud está al lado de las comunidades y la población, nos hizo vislumbrar un futuro certero, lleno de derechos, entendiéndonos no desde las diferencias sino desde las diversidades, luchando por cada mujer violentada y excluida por el mismo hecho de ser mujeres, luchando por cada niño que le dedicó su niñez a la guerra o que vio a su familia morir por culpa de los nadies, de los todos. Estamos aquí recordando y conmemorando a cada desaparecido por la guerra absurda en la que sin consultarnos nos hicieron partícipes, luchando por cada indígena apartado de su cultura y por cada campesino antecesor de nosotros, por nosotros mismos, y por los que no alcanzaron a vivir de ésta esperanza de Paz.
Llegó la hora de la Paz, llegó la hora de dar el sí, de dejar la cobardía a un lado y construir un país a punta de ideas, con pensamientos revolucionarios, amando racionalmente e irracionalmente (aunque resultaría menos peligroso, hacerlo racional) brindando respeto, exigiendo derechos y buscando soñar con: “un país donde nadie tenga que matar por sus ideas, ni morir por ellas”.