¿De quién será la culpa?

Por: Marco Fidel Rocha Rodríguez

¿Quién tendrá la culpa del mal manejo de los bienes y dineros de algunas universidades públicas o privadas, afectando su misión de formar? Eso nos lleva a preguntar por qué es razonable y se admite:

Permitir que a las casas de estudios se introduzca la política.

Que los contratos para adquisición de bienes y servicios sean a dedo.

Que prosperen las nóminas paralelas.

Que las instalaciones físicas no correspondan al número de matriculados y mucho menos los espacios dedicados al bienestar.

Que los remanentes de las “fundaciones” educativas tomen rumbos diferentes a robustecerlas para cumplir con sus postulados.

La baja calidad de los docentes que conduce a la pésima formación de sus egresados.

La ausencia de equipos y laboratorios, en número y en calidad, para que los estudiantes puedan hacer prácticas que los formen para su futuro ejercicio profesional.

El insuficiente número de investigaciones que cumplan uno de los importantes postulados de la educación superior: “Docencia, investigación y servicio a la comunidad”.

Que en muchas de nuestras instituciones los servicios de cafetería sean prestados en las tiendas vecinas o en los puestos de dulces donde se sabe que hay un tráfico permanente de estupefacientes.

Las insuficientes bibliotecas, salas de lectura y salones para el trabajo en equipo.

La falta de diseños arquitectónicos adecuados para el personal discapacitado.

La escasez de lugares para desarrollar actividades deportivas.

Preferir los títulos académicos a los profesionales con amplia experiencia en su oficio como docentes.

Que los alumnos no cuenten con la asesoría personal que deben ofrecer los docentes a sus discípulos.

No inculcar en los estudiantes los principios de ética y transparencia que los deben caracterizar como futuros profesionales de Colombia.

No reponer las clases que se dejan de dictar y, en muchos casos, someter a quien paga matrícula completa a recibir materias a medias.

Que a pesar de los sistemas modernos de comunicación, la comunicación entre los entes no es fluida y causa desconcierto y poco apego por las instituciones.

La falta de cuidado de los usuarios de los baños y del mobiliario en general de las instituciones educativas, utilizándolos como pizarras para colocar vulgaridades y ofensas.

La total ausencia de proyección hacia la comunidad.

La pésima administración en el manejo de una de las instituciones más importantes en el desarrollo de un país.

Estas y otras cuestiones son las que deben resolver quienes manifiestan que su gran preocupación es por la educación.

Fuente: El Espectador

 

Diciembre 21 de 2019