Por Henry Barbosa
La semana pasada se descubrió la destrucción de dos pinturas rupestre en la zona arqueológica del barrio San Mateo, en la Comuna Cinco de Soacha. El acto vandálico al parecer fue realizado por una aficionada graffitera cuya identidad es conocida por sus compañeros de afición y según algunos medios de comunicación, el hecho está en investigación de las autoridades.
El Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) ya hizo un reconocimiento del estado en que se encuentran las pictografía de ese sector y se está a la espera de los requerimientos que deben cumplir tanto las empresas Triada, INVERCOT y la Alcaldía de Soacha.
SOACHA ILUSTRADA publicó la noticia, y para sorpresa, este acto vandálico produjo el repudio general, más de 22.000 mil personas dieron “like” desde Facebook, los cuales representan el 20% de los que leyeron la nota, es decir fueron más de 100.000 personas las que ingresaron a la página en dos días, hecho que hizo colapsar la página del periódico e hizo que se disparan las alarmas, al punto que en el Hosting se creyó que se trataba de un ataque de Fuerza Bruta.
Más de 5.000 correos llegaron opinando sobre el hecho, en su mayoría insultando a la autora del acto y culpando la negligencia de la Administración Municipal de Soacha, lo que da una idea de cómo este hecho afectó la sensibilidad de la gente y como actualmente se valora el patrimonio cultural de los colombianos y en especial de sus nuevas generaciones.
Ante los centenares de preguntas y solicitudes de más información llegadas al periódico, voy a tratar de aclarar algunos de ellas:
La pictografía de la Piedra No. 18 o Bochica no era la más importante, de hecho todas las pinturas rupestres que se encuentran en el municipio de Soacha son importantes y bellas, esta tenía la particularidad que se encontraba en perfecto estado, algún sector de la población empezaba a identificarse con ella, a identificarla con el mito de Bochica y a utilizar su imagen como ejemplo para tratar de tener un sentimiento de identidad y sentido de pertenencia con el territorio.
Con respecto a la antigüedad, se estima que las pinturas tienen entre 6.000 y 12.000 años de antigüedad, pero la datación de estas imágenes es imprecisa, sobre todo porque un estudio riguroso de su edad nunca se ha hecho. No hay ninguna evidencia que estas pinturas rupestres hayan sido realizadas por los Muiscas, de hecho los cronistas que arribaron con Jiménez de Quezada a la Sabana de Bogotá, aseguraron que al averiguar con los indígenas estos desconocían por completo quienes las habían hecho y que significaban.
Para observadores desprevenidos algunas de las imágenes parecen relacionarse con una vida de caza y recolección, otros opinan que ahí está plasmada su historia, habitad, dioses, guerras, mitos, etc. Otros ven representaciones de animales de gran poder, como fieras y serpientes. Algunos ven seres humanos, probablemente figuras de fertilidad, imágenes de una diosa madre como las que se encuentran en otros lugares del país y porque no decirlo en todo el mundo. Las imágenes de fertilidad suelen ir acompañadas de diseños geométricos, inclusive de sitios geográficos como en el abrigo rocoso de la Leona donde está la pictografía del Salto del Tequendama.
Algunas pictografías están desgastadas y borradas por el tiempo, otras aún conservan su hermosura, brillantes y color, especialmente cuando el sol les da de frente en la roca. En Soacha gracias a los últimos descubrimientos arqueológicos que se han realizado, en algunos jóvenes se ha despertado la inquietud para lograr no solo su conservación, sino también el afán para que se realicen investigaciones más profundas para tratar de saber más de la civilización que las creó y tratar de aprender sobre las formas de vida de las personas que las hicieron.
Al observar las pinturas a pesar de su abstracción, al observador se le despierta tal emoción que la imaginación vuela de tal manera como debió haberles ocurrido hace siglos a los autores que las plasmaron en las rocas.
En Soacha a diferencia de algunas regiones del país, la mayoría de dibujos rupestres están diseminados en varios sectores del municipio, las imágenes no solo se encuentran en grandes abrigos rocosos, sino que también se encuentran en pequeñas rocas en planicies ubicadas al pie o en las faldas de los cerros.
Aunque en algunos lugares se encuentran grandes paneles como ocurre en la Piedra del Infinito en el Vínculo o la Leona en el parque ecológico de la Poma, generalmente se encuentran diseminadas en pequeñas pinturas que sobresalen como manchas entre la oquedad de las rocas.
Aunque nadie duda de su importancia y de lo afortunado que es para Soacha tener este tipo de patrimonio arqueológico, hasta el momento, los políticos que manejan el municipio no le han asignado para su protección algún tipo de recursos, ni su descubrimiento ha recibido la atención necesaria para su cuidado y protección, hoy todas las zonas arqueológicas están completamente abandonadas y a la mano de los vándalos, guaqueros y canteros.
Desde 1987 cuando se inició un reconocimiento de las zonas de arte rupestre del municipio por algunos estudiantes de arte y se habló por primera vez de crear un parque en la zona de Canoas y San Mateo, son innumerables las visitas que se han hecho a estos lugares, no solo por algunos habitantes del municipio, sino también por investigadores, políticos, y turistas, sin embargo, pese a ello, todo ha quedado en el vacío y no hay absolutamente ningún proyecto real y serio de conservar, proteger y destinar estos lugares a la contemplación, estudio e investigación.
No todas las pinturas rupestres están en un solo lugar y codificadas, algunas estan ubicadas en sitios de difícil acceso, por lo que se dificulta su localización, aun hoy existen muchas que se desconoce de su existencia, encontarlas no es tarea fácil, más en un territorio como el de Soacha que es muy extenso y de geografía dispar. Para encontrar las pinturas los investigadores deben realizar grandes jornadas y largas caminatas para encontrar algunas imágenes en un territorio donde la inseguridad está a la orden del día.
Para encontrar las pictografías en muchos casos se debe preguntar a los residentes de las veredas, congraciar muchos genios y modos de ser, en la mayoría de casos y a pesar que ellos han vivido toda la vida cerca de ellas, nunca les han dado la importancia y el cuidado que deberían tener. El desconocimiento y la ignorancia de su importancia es la regla habitual, la mayoría de las pinturas están en terrenos privados, y aparte que es difícil y arriesgado ingresar a esos terrenos, en el caso que el Estado quisiera comprarlos, sería difícil adquirirlos todos para preservar las pinturas rupestres.
En algunos lugares las rocas con pinturas sirven para sostener ranchos donde almacenan papa y otros artículos, en otros los utilizan para marraneras y cobertizos para vacas. Ninguno de los propietarios ha pensado jamás en hacer de estos sitios una fuente de ingresos como por ejemplo con el turismo.
Por ahora, las pinturas son misteriosas y plantean preguntas interesantes sobre las personas que vivieron durante ese período de tiempo. «¿De dónde venían? ¿Qué fue de ellos? ¿Por qué las hicieron? ¿Qué representan? ¿Cuándo las hicieron? Son algunos interrogantes que aun hoy nadie ha podido responder.
Los investigadores señalan que las pinturas rupestres de Soacha fueron hechas en una época en que los humanos comenzaban a lidiar con el significado de las fuerzas que afectaban sus vidas, quizás cuando se formaban las primeras ideas incluyendo las religiosas, versión en muchos casos que es aceptada ligándola a la visión occidental tradicional. En algunas pinturas se cree ver animales, como ranas, serpientes y aves, lugares como ríos, cuevas y montañas, inclusive hombres, mujeres y sobre todo manos y abstracciones de maternidad como símbolo de fertilidad, pero queda la duda si estos dibujos podrían haber sido como una forma de recrear la naturaleza de su alrededor, y si inclusive pudo ser objetos de miedo o veneración como se cree fue la pictografía conocida como el Varón del Sol en el sector oriental del cerro de Las Dos Tetas en Altos de la Florida.
Con excepción de los abrigos rocosos del Tequendama, no se han encontrado evidencias de habitación humana cerca de las pinturas rupestres, un sitio que pudo ser vivienda temporal es el abrigo rocoso de la Piedra del Indio en la Ciudadela Sucre, pero el lugar ha sido completamente guaqueado, la última vez en 1988, los guaqueros construyeron un inmenso hueco de más de cinco metros de profundidad, no se sabe que encontraron allí, lo cierto fue que durante una semana tocó rogarles a las autoridades municipales para que enviaran personal para taparlo. Hoy el lugar permanece abandonado y graffiteado por varios costados, con una roca con pinturas dinamitada y con el acceso imposible porque vigilantes armados de la arenera dueña del terreno impiden el ingreso al lugar.
En la zona arqueológica de San Mateo hay muchas pinturas rupestres que han sido destruidas con grafitis, algunos llevan décadas de haber sido destruidas, paradójicamente las más antiguas, como fueron hechas con vinilos, la pintura ha empezado a desaparecer y se observan increíblemente las pinturas rupestres que estaban debajo de la capa de pintura. En el caso de la Piedra No, 18 o Bochica, esta fue destruida con pintura sintética, la que viene en formatos de aerosol, por lo que su destrucción fue total.
Paradójicamente y luego de varias exploraciones realizadas en 1998 en el fondo del Salto del Tequendama no se han encontrado pinturas rupestres, a pesar que ese sitio se considera de importante en la tradición indígena, sin embargo, en varios kilómetros a la redonda abundan muchas pinturas rupestres en especial en el sector de El Charquito.
En el sector de la zona arqueológica de San Mateo no se han encontrado las rocas No. 11, 12 y 13, al parecer fueron dinamitadas durante la explotación minera de la cantera aledaña, pero a su vez, no se han registrado dos que están a 300 metros del cerro de la Cruz que domina a San Mateo. La roca más hermosa y enigmática de ese sector, la Piedra del anillo tampoco se ha registrado, esta es una gran piedra que tiene una cavidad donde perfectamente cabe una persona parada y cuyo interior es de varios metros. De ésta piedra que tiene vestigios de haber sido guaqueada hace varios años no se conocen registros fotográficos.
La Zona Arqueológica de San Mateo no ha sido declarado parque arqueológico, por tal razón ¡El tal parque no existe! Actualmente una parte pertenece a la empresa Triada y la otra parte a la empresa INVERCOT. Ambas empresas no han entregado aun el Plan de Manejo Arqueológico (PMA) tanto al Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) como a la Alcaldía de Soacha. Lo increíble del caso es que tanto la explotación minera como la construcción de la urbanización Santa Rita, se adelantaron sin este requisito y el ICANH y la Alcaldía de Soacha permitieron impávidos que esto sucediera.
En Soacha desde hace varias décadas se ha destruido invaluable patrimonio arqueológico, son innumerables los casos de destrucción consciente de este patrimonio que indudablemente hace parte de la historia de la humanidad impidiendo de paso su estudio y conocimiento histórico y científico.
Para solo referirnos a un caso, en el sector de Cazucá a finales de los años 70´, existía una zona arqueológica conformada por más de 50 gigantescas rocas, algunas de las cuales contenían gran variedad de pinturas rupestres. La ladera nunca fue explorada, ni fotografiada, ni muchos menos referenciada en escrito alguno. Su ubicación exacta era entre el filo que da límites a lo que hoy es el barrio Balcanes, la Zona Industrial Cazucá y los estoraques que dejó una quebrada que existió hasta principios del siglo XX. Cuando se inició la invasión y parcelación de Balcanes las piedras fueron dinamitas y vendidas por viajes para la construcción de vivienda empíricas de ese sector.
Mayo 14 de 2019