En La Habana, las delegaciones del gobierno de Colombia y las FARC anuncian el fin de las negociaciones por la paz.
La delegación del Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) anunciaron el fin a más de cuatro años de conversaciones y aprobaron en La Habana (Cuba) el acuerdo final, integral y definitivo, que cierra formalmente las negociaciones de paz.
En un acto realizado en el Salón de Protocolo de El Laguito, firmaron el documento que recoge lo acordado para terminar el conflicto cuyo origen se remonta a los años 60 y ha dejado miles de muertos y millones de desplazados.
“La guerra ha terminado”, aseguró Humberto de la Calle, el negociador por del Gobierno de Juan Manuel Santos.
A su vez, el líder guerrillero Iván Márquez, firmante del acuerdo por las FARC-EP, escribió en su cuenta en Twitter “Habemos Pacem”.
Se espera que tras la firma del acuerdo, el Congreso de la República reciba el texto y una vez conocido el contenido completo, dé el visto bueno y convoque a una consulta a los 34 millones de electores colombianos para que respondan a una pregunta sencilla sobre su posición respecto a la paz. La consulta podría llevarse a cabo en octubre.
Si la mayoría dice sí a la paz, entonces se firmará a bombo y platillos en Bogotá, si todo va bien, antes de fin de año. Y ahí será cuando comience el traslado de los guerrilleros a las veredas y campamentos donde se producirá el desarme y el proceso de reintegración a la vida civil.
Humberto de la Calle: La guerra ha terminado
El jefe de la delegación del Gobierno, Humberto de la Calle, aseguró que “la mejor forma de ganarle a la guerra fue sentándonos a hablar de la paz” y añadió que “no debemos limitarnos a celebrar el silencio de los fusiles, se abren caminos para acabar la violencia”.
La siguiente es la declaración completa del jefe de la delegación del gobierno de Colombia, hecha durante el acto de anuncio del cierre de las conversaciones para la firma del Acuerdo Final, Integral y Definitivo para la Paz en Colombia.
“Señor Bruno Rodríguez, canciller de Cuba;
Señores garantes Dag Nylandes y Rodolfo Benítez;
Señor Jefe de la delegación de las FARC;
Señores miembros de esa delegación;
Compañeras y compañeros de la delegación del Gobierno;
Señores acompañantes de los gobiernos de Venezuela y de Chile;
Señoras y señores:
Hoy hemos llegado a la meta. La firma de un Acuerdo Final con la guerrilla de las FARC es el fin del conflicto armado. La mejor forma de ganarle a la guerra fue sentándonos a hablar de la paz. La guerra ha terminado. Pero también hay un nuevo comienzo. Este Acuerdo abre las posibilidades para iniciar una etapa de transformación de la sociedad colombiana; ajo el telón de fondo de la reconciliación, abrimos la puerta a una sociedad más incluyente, en la que podamos reconocernos como colombianos, en la que nadie tema por su integridad a consecuencia de sus ideas políticas.
La faena que sigue nos compromete a todos. Vendrán discusiones, ajustes y sacrificios. Necesitamos comprensión, altruismo, tenacidad y paciencia. Tenemos que asumir una responsabilidad como colectividad humana, en la que cada quien debe desempeñar su propio papel. No me refiero solo a contribuciones materiales; hasta el último de los colombianos tiene mucho que aportar: desprendimiento, unidad, disposición para reconocer al ciudadano como portador de derechos, aún si ese ciudadano en el pasado ha afectado a otros. Lo mínimo que nos debemos mutuamente es dar paso a una nueva oportunidad de vida.
Esa es la palabra: oportunidad. No debemos limitarnos a celebrar el silencio de los fusiles. Lo que realmente importa es que se abren caminos para dejar atrás la violencia y reconstruirnos desde el respeto.
No quiero pedirles a los colombianos que confíen en la paz “a ciegas”. La firma de un acuerdo de paz no es un salto al vacío.
Seguramente el acuerdo logrado no es un acuerdo perfecto; pero con la misma honestidad y franqueza con la que hemos informado a la opinión pública, quiero ahora transmitir que tengo la certeza de que es el mejor acuerdo posible. Probablemente todos hubiéramos querido algo más; nosotros mismos en la Mesa hubiéramos querido algo más, pero el acuerdo logrado es el acuerdo viable, repito: el mejor acuerdo posible.
Sin embargo, eso no lo calificamos nosotros. Creemos que hemos hecho el mejor trabajo viable, pero la calificación depende de los colombianos. Como delegados del Presidente de la República, el doctor Juan Manuel Santos, debemos esperar con humildad el veredicto de la ciudadanía. No vamos a caer en la arrogancia; pero estamos tranquilos, estamos confiados. Creemos haber logrado un pacto fundamental para la conveniencia del país. No hemos hecho en estos casi cuatro años, propiamente una negociación; no hemos cambiado fusiles por convicciones; estamos seguros de haber logrado una hoja de ruta para Colombia. Creemos que, tras una evaluación serena de lo logrado, ese es un camino positivo para el futuro. Es el momento de darle una oportunidad a la paz; pero no vamos a incurrir en el acto vanidoso de exaltar nuestro propio trabajo; serán los colombianos los que decidan si acertamos.
Hemos creado una senda para cerrar la brecha con el mundo rural. Es el camino correcto; tiene el propósito explícito de recuperar la dignidad de la familia campesina y de permitir su ingreso a un ciclo productivo sostenible y adecuado. El punto sobre “Reforma Rural Integral” es un horizonte y también un desafío. Las tareas de implementación van a exigir aplicación, recursos, voluntad política. De la mano de la reforma rural, creemos que se ha hecho un diseño útil para vigorizar herramientas que permitan superar el problema de los cultivos ilícitos y de generar un nuevo entorno en el tema del narcotráfico y el consumo.
Seguramente algunas ideas vienen del pasado. Pero es la ausencia del conflicto lo que puede permitir que se logren avances sustanciales. Nadie puede pretender que al otro día de la firma el narcotráfico habrá desaparecido totalmente; pero sí creemos que el fin del conflicto es una oportunidad enorme, para mitigar los efectos perversos de esta maldición.
Queremos mejorar la política: más limpia, más abierta, más incluyente. El esfuerzo para lograr un quehacer político digno de confianza se hará con todos los partidos y movimientos, y con las FARC después de su ingreso a la democracia. Este es un deseo unánime de los colombianos, no hay un alma en Colombia que se oponga a tener mejores partidos políticos, más limpios, más honestos.
Que las FARC compitan por el apoyo de los colombianos, sin exclusiones, una vez que asuman el reconocimiento de responsabilidad acudan a la Jurisdicción Especial para la Paz y reparen a sus víctimas. Las FARC llegarán a su fin como grupo armado y comenzarán su vida dentro de la democracia con garantías plenas. Garantías también para los colombianos. Que nadie sea perseguido por sus ideas. Que la combinación de formas de lucha sea una pesadilla del pasado. Para todos.
Este marco es también una oportunidad para profundizar la lucha contra la corrupción. Este es un cáncer que nos devora, arruina la legitimidad de las instituciones, golpea duramente las finanzas públicas. Es un estigma que compromete por igual al sector público y al privado. Es verdad que los circuitos de la corrupción comienzan en la política, en particular en la política local. Es allí, en el seno de las formas vigentes de gobernanza, donde se gesta la corrupción.
Se ha logrado establecer un compromiso serio y transparente sobre el cese de fuego y hostilidades bilateral y definitivo. Hay un mecanismo de verificación y monitoreo de gran calado. La presencia de Naciones Unidas y de los miembros de los países de la CELAC imprime un sello de garantía que brinda tranquilidad a la ciudadanía. Las armas desaparecerán de las manos de las FARC.
Por cierto, a partir de los ceses de fuego unilaterales de las FARC, hemos vivido los meses de menor confrontación militar en varias décadas.
Por fin, se han pactado decisiones en el campo de la justicia que, reconozco, han sido objeto de críticas.
Muchos colombianos quisieran castigo para las FARC. Pero también con igual fervor deberíamos pedir el mismo castigo para todos los responsables: agentes estatales que desviaron su misión y terceros financiadores de graves crímenes y masacres. La violencia del otro no puede justificar la violencia propia. Lo que se quiere con la aplicación de una justicia de transición y con la puesta en marcha de mecanismos para la verdad y la reparación es que esta sociedad entienda que no hay violencia buena, que la única reacción legítima contra el crimen es la fuerza democrática del Estado, que fuera de este camino viene el desencadenamiento de violencias que se alimentan a sí mismas y que perpetúan la confrontación. La no repetición es algo que exigimos a las FARC con firmeza. Pero este también debe ser un gran compromiso nacional. Nadie deberá en el futuro alentar formas de la mal llamada justicia privada.
Lo acordado en la justicia es parte de un sistema completo que implica verdad, reparación y garantía de no repetición. En la justicia ordinaria la pena cumple un papel disuasivo. Las sanciones previstas en el Acuerdo tienen en cambio un amplio contenido reparador. La justicia transicional tiene el propósito de superar una etapa de violación masiva de los derechos. No se trata de cerrar los ojos ante el delito. No es un acto de ceguera resignada. Lo que busca es afianzar el Estado de Derecho y abrir espacios para construir relaciones sociales rotas. Justicia transicional no es la sobrina pobre de la justicia. Es sobre todo justicia. Pero ante el fenómeno del conflicto armado interno, la visión de la pena adquiere mayor relevancia de cara a las víctimas si amplía su contenido restaurador. Muchas víctimas desean sanar sus heridas, conocer la verdad, ver que los responsables asumen sus culpas. Las sanciones contempladas en la Justicia Especial cumplen ese propósito. Es un caso inédito que en medio de un conflicto en tiempo real, los antagonistas logren un acuerdo para castigar los delitos más graves. Y que éste incluya a todos los victimarios en un propósito de terminar de una vez por todas el conflicto que nos agobia.
El ingreso de las FARC a la política será un paso gigantesco. Pero no es suficiente. Hay conflictos en la sociedad colombiana que tenemos que continuar afrontando con la fuerza tranquila y la legitimidad creciente del Estado. Ese es el camino que nos espera.
Repito que el acuerdo es un acuerdo sobre lo posible. Pero de la sociedad colombiana depende que sea ejecutado. Primero, si lo aprueba con el voto, y segundo, si se comprometen a hacer parte de la transformación que se necesita para conseguir la paz.
Agradezco a quienes han expresado reservas y críticas. Es un ejercicio legítimo. También ha sido útil para nosotros en la Mesa. Ellos no son enemigos de la paz. Los enemigos de la paz son los que han llenado las redes sociales de falacias y mitos.
Agradecemos a los países garantes, Cuba y Noruega. A los acompañantes Chile y Venezuela. Han demostrado enorme profesionalismo y dedicación. Y en cuanto a Cuba, señor Ministro, además, muchas gracias por habernos proporcionado apoyo generoso con hospitalidad sin límites.
Gracias a los enviados especiales, Bernard Aronson de los Estados Unidos y Eamon Gilmore de la Unión Europea.
Gracias a nuestro equipo de trabajo que ha sacrificado tiempo y vida familiar con denuedo desmesurado, desprendimiento, que ha servido también para nosotros, miembros del equipo, compañeros, para que hayamos cumplido con esta compleja tarea con tesón y dedicación.
A los miembros de la fuerza pública que trabajaron en la subcomisión técnica, también gracias. Y todos a una manifestamos nuestro profundo reconocimiento al señor Presidente de la República por habernos brindado esta posibilidad de sentirnos útiles. Y agradecemos también su liderazgo.
Desde orillas opuestas, debemos reconocer a las FARC su disciplina de trabajo. Fueron conversaciones complejas, a veces amargas, mi estimado Iván, pero el resultado es suficiente recompensa.
Hemos cumplido la promesa que hizo el Presidente Santos desde un principio. Los colombianos tendrán la última palabra. Está en juego el futuro de Colombia. Nadie puede sustraerse al deber de decidir. El acuerdo del fin del conflicto no tiene dueño. No pertenece a los partidos. No pertenece al gobierno. No pertenece a las FARC. Pertenece a los colombianos. Está en manos de cada colombiano para que decida siguiendo lo que le dicte su íntima sabiduría. En ese sentido, el Plebiscito debe ser una decisión cívica, nacional, profunda, un gran acontecimiento histórico.
Termino con una voz personal: haber logrado un Acuerdo con las FARC no significa que haya existido una claudicación mutua. Mis convicciones y valores siguen intactos. Supongo que lo mismo ocurre con los miembros de la guerrilla. La Mesa no fue un ejercicio de condescendencia, ni de intercambio de impunidades. Pero sí significa para mí que he crecido espiritualmente. Que hoy conozco mejor a Colombia. Que hoy me duele más el sufrimiento de muchos compatriotas. Pero que también he aprendido mucho de la capacidad de resistencia de los colombianos, de su generosidad y de su alegría.
Muchas gracias.”
Iván Márquez: Tendremos paz si se respetan los acuerdos
Por su parte el Comandante Iván Márquez, jefe del equipo negociador de las FARC-EP, ratificó el anuncio del cierre de las conversaciones para la firma del Acuerdo Final, Integral y Definitivo para la Paz en Colombia: “La Habana, 24 de agosto de 2016, Año 58 de la Revolución”. (Versiones Taquigráficas)
“Excelentísimo Bruno Rodríguez, ministro de Relaciones Exteriores de la República de Cuba;
Señores garantes del proceso de paz, Noruega y Cuba, aquí presentes;
Señores representantes de los países acompañantes, Venezuela y Chile;
Compañeros y compañeras de las FARC;
Amigos del gobierno:
Creo que hemos ganado la más hermosa de todas las batallas, la de la paz de Colombia.
Hemos cerrado en el día de hoy, en La Habana, Cuba, el acuerdo de paz más anhelado de Colombia. Tierra, democracia, víctimas, políticas sin armas, implementación de acuerdos con veeduría internacional son, entre otros, los elementos de un acuerdo que tendrá que ser convertido, más temprano que tarde por el constituyente primario, en norma pétrea que garantice el futuro de dignidad para todos y todas.
Podemos proclamar que termina la guerra con las armas y comienza el debate de las ideas. Hemos concluido la más hermosa de todas las batallas: la de sentar las bases para la paz y la convivencia.
El acuerdo de paz no es un punto de llegada, sino el punto de partida para que un pueblo multiétnico y multicultural, unido bajo la bandera de la inclusión, sea orfebre y escultor del cambio y la transformación social que claman las mayorías.
Hoy estamos entregando al pueblo colombiano la potencia transformadora que hemos construido durante más de medio siglo de rebeldía, para que, con ella y la fuerza de la unión, empiece a edificar la sociedad del futuro, la de nuestro sueño colectivo, con un santuario consagrado a la democracia, a la justicia social, a la soberanía y a las relaciones de hermandad y de respeto con todo el mundo.
Hemos suscrito compromisos sobre los seis puntos que integran la Agenda del Acuerdo General:
Acuerdo “Hacia un nuevo campo colombiano: Reforma Rural Integral”, que busca la transformación de las condiciones de miseria y desigualdad que imperan en las zonas agrarias de nuestro país, llevando los planes y los programas para el buen vivir y el desarrollo a partir de la titulación de tierras en poder de las comunidades rurales.
Acuerdo “Participación Política: apertura democrática para alcanzar la paz”, en el que el énfasis está en la eliminación de la exclusión a partir de la expansión de la democracia que permita la amplia participación ciudadana en la definición de los destinos del país.
Acuerdo “Solución al problema de las drogas ilícitas”, que diseña una nueva política de lucha contra las drogas de uso ilícito, mirando sus connotaciones sociales y brindando un enfoque con énfasis en los derechos humanos que superen las falencias de la fracasada “guerra contra las drogas”.
Acuerdo sobre Víctimas, consistente en un “Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición”, una “Jurisdicción Especial para la Paz”, una Unidad para la Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas en el contexto y en razón del conflicto, planes de reparación integral, medidas de restitución de tierras y garantías de no repetición, entre otras.
Acuerdos sobre el punto Fin del Conflicto: “1. El Cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo; 2. La Dejación de las armas; 3. El Mecanismo de Monitoreo y verificación que Naciones Unidas puso en marcha mediante el despliegue de observadores de países de la CELAC; 4. Se definieron acuerdos sobre garantías de seguridad y desmonte del fenómeno del paramilitarismo creando una Unidad de investigación y desmantelamiento de las organizaciones criminales, incluyendo las que hayan sido consideradas como sucesoras del paramilitarismo, y sus redes de apoyo…, pero con una visión no militarista, sino de búsqueda de soluciones que eviten más derramamientos de sangre y dolor, y como aspecto quinto, lo más reciente consensuado fueron los acuerdos sobre Reincorporación de las FARC-EP a la vida civil —en lo económico, lo social y lo político, lo cual, a partir del indulto y la más amplia amnistía política, abre el camino para nuestra conversión en partido o movimiento político legal en el nuevo escenario social que surge del conjunto de los Acuerdos de Paz.
Tenemos también un Acuerdo sobre implementación, refrendación y verificación, que da las garantías para la planeación, financiación y presupuesto, así como para la realización de los cambios normativos que permitan la materialización de los compromisos.
Durante el tratamiento de cada punto, en paralelo, trabajó la Subcomisión de Género sobre el análisis del conjunto de los textos consensuados y los temas en debate, proveyendo insumos que abren paso a la plena reivindicación del ser humano.
Hemos cumplido la tarea. En los próximos días estaremos en Colombia realizando la Conferencia Nacional Guerrillera. Esa es nuestra máxima instancia de autoridad, a la que debemos subordinación, para someter a su veredicto la obra política que representa el Acuerdo Especial de Paz de La Habana. Confesamos que ha sido una construcción dura y llena de dificultades, con luces y tal vez con sombras, pero trabajada con el corazón lleno de amor por la patria y los pobres de Colombia. Nos asiste la convicción de que hemos interpretado fielmente el sentimiento de nuestros compañeros y compañeras de armas y de ideas, que siempre combatieron pensando en la solución política del conflicto y, sobre todo, en la posibilidad de una patria justa, sin esos abismos horrorosos que hoy se interponen entre el desarrollo y la pobreza.
A los compañeros y compañeras recluidos en prisiones y calabozos del país y fuera de las fronteras va nuestro mensaje de amor, con la esperanza de tenerlos muy pronto construyendo en libertad la Nueva Colombia soñada por nuestros padres fundadores.
Al pueblo de Colombia lo abrazamos con toda la fuerza de nuestro corazón, para reafirmarle que la lucha guerrillera que se escenificó en todos los puntos de la geografía nacional no tuvo razón distinta a la dignificación de la vida humana, en el marco del derecho universal que asiste a todos los pueblos del mundo a alzarse en armas contra la injusticia y la opresión. Lamentablemente, en toda guerra, pero especialmente en las de larga duración, se cometen errores y se afecta involuntariamente a la población. Con la firma del acuerdo de paz, que lleva implícito el compromiso de No Repetición, esperamos alejar definitivamente el riesgo de que las armas se vuelvan contra los ciudadanos.
La paz es para todos y abraza a todos los estratos de nuestra sociedad llamándolos a la reflexión, a la solidaridad, y nos dice que es posible sacar el país adelante. A los estratos que sobreviven en las catacumbas de la desesperanza, el olvido y el abandono oficial, les decimos que es posible, confiando en la fuerza interior y decisión que todos llevamos por dentro, levantarnos por encima de la miseria y de la pobreza. Mientras tengamos vida todo es posible, y mucho mejor si lo hacemos organizadamente. Ahí están los jóvenes de Colombia, siempre generosos, desde los claustros y universidades, dispuestos a ayudar en la búsqueda colectiva de soluciones a la problemática social.
A los campesinos, hombres y mujeres llenos de humildad y de pureza, que buscan en el surco, a través de su trabajo y sudor, la soberanía alimentaria de Colombia, les ofrecemos un puesto de lucha en la Reforma Rural Integral acordada.
A las comunidades afro de Colombia, a los pueblos indígenas, los invitamos a mirar en la geografía de todo lo acordado el enfoque étnico diferencial, ganado con su propia lucha.
A las mujeres les decimos que haremos valer el enfoque de género que respira el Acuerdo Especial de Paz.
No será posible detener la poderosa fuerza del cambio originada en los sueños y esperanzas de un pueblo que reclama sus derechos. Nada podrá desviarnos del camino. El pueblo de Colombia exige respuestas a sus inquietudes y el gobierno debe darlas con acciones tangibles.
Habrá veeduría internacional para los compromisos de las dos partes, no solo para la guerrilla, como quisieran algunos, sino también para los compromisos del gobierno en temas fundamentales del fin del conflicto, como la reincorporación en lo político, económico y social, en las garantías de seguridad, y en el tránsito de la guerrilla a movimiento político legal.
Nos suscita gran expectación el desarrollo del compromiso de las reformas y ajustes institucionales necesarios para hacer frente a los retos de la construcción de la paz. Para ello, consideramos, debe abrirse campo el Gran Acuerdo Político Nacional pos plebiscito, propuesto por las partes, al que invitamos a las fuerzas vivas de la nación, para que en ese espacio pensemos en un nuevo marco de convivencia político y social que garantice la tranquilidad de las generaciones futuras.
Tendremos paz si se respetan los acuerdos. El pueblo debe constituirse en garante principal de su cumplimiento. Acuerdo Especial de Paz y pueblo deben ser uno solo como mar y ola, donde los acuerdos son el mar y el pueblo la ola persistente exigiendo su cumplimiento.
En nombre de las FARC me dirijo a las naciones del mundo pidiéndoles a los pueblos y a los gobiernos su solidaridad, su respaldo en todo sentido, para que el más dilatado conflicto del continente se convierta en un referente y asunto del pasado que no debe repetir un pueblo.
Al gobierno de Estados Unidos que durante tanto tiempo apoyó la guerra del Estado contra la guerrilla y contra la inconformidad social, le pedimos que siga respaldando de manera diáfana los esfuerzos colombianos por restablecer la paz, siempre esperando de Washington gestos humanitarios que concuerden con la bondad que caracteriza a la mayoría del pueblo norteamericano, amigo de la concordia y la solidaridad. Quedamos a la espera de Simón Trinidad.
Esperamos que el ELN pueda encontrar un camino de aproximación para que la paz que anhelamos sea completada con creces involucrando así a todos los colombianos.
Finalmente, las FARC expresan su más profundo agradecimiento al gobierno liderado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz y al pueblo de Cuba, todo lo que ha hecho por la paz de Colombia, gratitud eterna a la patria de Martí. Gracias también al reino y al pueblo de Noruega por su contribución generosa y por su acompañamiento como garante a los esfuerzos de la reconciliación del país.
Nuestro reconocimiento y afecto a la República Bolivariana de Venezuela, por su aliento permanente a su hermana Colombia en la concreción del acuerdo de paz. Gracias Nicolás Maduro por continuar la obra que le encomendara el presidente Chávez. Un agradecimiento a la presidenta Michelle Bachelet y al pueblo de Chile por su acompañamiento extraordinario a una paz que saben muy bien es esencial para consolidar la paz del continente.
Permítanme rendir el más sentido homenaje a los caídos en esta larga confrontación fratricida. A las familias, madres, viudas, hermanos, hijos y amigos nuestras condolencias por el luto y la tristeza de la guerra. Unamos nuestras manos y nuestras voces para gritar: ¡Nunca más, nunca más!
Del cónclave de La Habana ha surgido humo blanco, doctor Humberto de La Calle.Habemus Pacem, tenemos paz.
¡Viva Colombia!
¡Viva la paz!”