El cambio no fue posible porque la gente creyó que el país lo cambió el Presidente. El país lo cambiábamos votando por un Congreso nuevo. No lo hicimos.
¿Y que tenemos? No son más de 5 los congresistas de los 296 qué existen, que trabajan en serio y desinteresadamente por el país.
Los demás son banales ególatras, narcisistas, lelos, vacíos llenos de codicia de dinero, fama y poder. Su mayor ambición es que los llame SEMANA o un medio tradicional para aparecer en sus líneas con una foto bien pomposa, concursan por quien saca el video más editado, de mejor resolución que tenga más likes o vistas con líneas leídas a través de un teleprompter que otro escribió.
Se sienten realizados en sus camionetas apoyadas pagas con la plata de los colombianos, donde solo hablan de chismes y trivialidades mientras conspiran para dañar el proyecto del contrario sin importar si este le sirve o no al país.
El país lo cambiamos nosotros mismos, sí, pero la principal herramienta es el Congreso, no la Presidencia. Donde se discute el fondo, no la forma, donde nace nuestro ordenamiento jurídico y social, donde se aprueban o no las reformas.
Mientras tengamos a estos bufones allá sentados ganándose 40 millones al mes más los 50 de su UTL, nada va a cambiar.