El pueblo está berraco

El pueblo soberano, abusado, irrespetado, víctima, lanza un grito desesperado; el presidente enceguecido, lo recibe para conversar por la mañana y luego por la tarde cambia la baraja por las cartas marcadas

Por: Álvaro Leyva Durán

No crean, estimados lectores, que el título con el que inicio este escrito, es ligero. De ninguna manera. Es muy serio. Y lo afirmo desde el principio porque en este país, en donde más de uno ve al pueblo por encima del hombro, piensa que el pueblo es una especie de…, qué les digo yo…:  una especie de ordinaria plebe; de guacherna, para repetir un término que utilizaban los antiguos cachacos. Es que se nos comienza a olvidar (a mí no pero a algunos sí), que el pueblo no es un mamarracho más.

Fíjense: es en el propio Preámbulo de la Constitución en donde se pone de presente que es “el pueblo de Colombia, en ejercicio de su poder soberano”, la parturienta  de todas las instituciones nacionales. Comenzando por la democracia misma, por las ramas del poder, los órganos de control, y de toda la estructura del Estado y de los derechos y garantías del ciudadano y del orden vigente. Y da la particularidad de que ese mismo pueblo, tras largo letargo, como que súbitamente despierta hoy, renueva fuerzas, se sacude y lanza un grito desesperado por el desconocimiento de su importancia y el significado de sus luchas por alcanzar la paz, la igualdad, su dignidad y la justicia social.

Al pueblo, a nuestro pueblo, aquél del cual hacemos parte, pueblo que a la luz de la Constitución lo puede todo, lo hemos olvidado. Lo hemos dejado de lado. Pueblo por lo general paciente, por no decir sumiso. Pueblo, en Colombia, en su mayor parte, sencillo, abusado, irrespetado. Pueblo víctima. En este, nuestro país, pueblo del Tercer Mundo en el que el feudalismo aún se manifiesta claramente. País en el que la riqueza de pocos, que contrasta de manera intolerable con los congruos, y menos que congruos ingresos de los más, proviene del narcotráfico o del vulgar lavado. Y sí, pueblo víctima de una de las mayores desigualdades en el planeta (ver Coeficiente de Gini, Banco Mundial, 2019. Mide desigualdad en los ingresos). Pueblo anestesiado por la pobreza. Agréguese que se trata de un pueblo hijo de más de sesenta años de cruda violencia; y que aún lucha por que no lo maten.

En fin, pueblo, pueblo, mero pueblo en esencia y punto, que no es ni de izquierda ni de derecha, ni liberal o conservador, ni de Uribe ni de Petro, ni de Fajardo o de Gaviria; ni verde ni violeta, ni de grupos mamertos o no mamertos, o castrochavistas, mucho menos de Duque o de un poco de congresistas que se unen a él a cambio de algo para darle oxígeno a un gobierno acorralado.

En contravía de la elocuente e insoslayable realidad, hoy, el doctor Duque Presidente, en mucho, en su caso particular, plenamente ensimismado, considera lo contrario. Por ello, enceguecido, en vez de recoger y dialogar con seriedad con ese pueblo que marcha pacíficamente en las calles y los campos, lo recibe, para conversar por la mañana con él, para luego despedirlo; por la tarde cambia de baraja para hacer uso de cartas marcadas. ¡Qué peligro!

Diciembre 5 de 2019