El estudio de salud global tomó datos desde 1990 hasta 2017 en 195 países.
En uno de los estudios más extensos de datos sobre los hábitos alimentarios y la longevidad en el mundo, unos investigadores descubrieron que consumir verduras, frutas, pescado y granos enteros estaba sumamente relacionado con la longevidad, y que la gente que escatimaba en esos alimentos saludables tenía más probabilidades de fallecer de manera prematura.
El estudio, publicado el 3 de abril en la revista británica The Lancet, concluyó que una quinta parte de los fallecimientos en todo el mundo se relacionaba con una alimentación deficiente (es decir, dietas que no incluyen suficientes verduras frescas, semillas y nueces, pero que son abundantes en azúcar, sal y grasas trans).
Los investigadores afirmaron que, en 2017, eso representó once millones de fallecimientos que pudieron evitarse. De acuerdo con los descubrimientos de los investigadores, la mayoría de ellos, aproximadamente diez millones, se debieron a enfermedades cardiovasculares. Las otras causas de muerte más habituales relacionadas con la dieta fueron el cáncer, con 913.000 fallecimientos, y la diabetes tipo 2, que cobró 339.000 vidas.
“Estas cifras son verdaderamente alarmantes”, comentó Francesco Branca, el principal nutricionista de la Organización Mundial de la Salud, que no estuvo involucrado en el estudio. “Esto debería ser una llamada de atención para todo el mundo”.
El estudio, que fue financiado por la Fundación Bill & Melinda Gates, abarcó información acerca de los hábitos alimenticios entre 1990 y 2017 y rastreó el consumo de quince categorías de alimentos, incluyendo la leche, la carne procesada, los mariscos, el sodio y la fibra.
Los investigadores analizaron información de 195 países y descubrieron que Papúa Nueva Guinea, Afganistán y las Islas Marshall tuvieron la mayor proporción de fallecimientos relacionados con los hábitos alimentarios, mientras que Francia, España y Perú tuvieron algunos de los índices más bajos. Estados Unidos quedó en el lugar 43. China estuvo entre los peores países, pues quedó en el lugar 140.
El estudio reveló una diferencia de diez veces entre los países con los índices más altos y más bajos de fallecimientos relacionados con la alimentación. Por ejemplo, Uzbekistán presentó 892 muertes por cada cien mil habitantes, en comparación con las 89 en Israel.
Más allá de su conclusión aleccionadora, el estudio cobró relevancia por sus formulaciones: en lugar de intimidar a las personas para que reduzcan su consumo de grasas y azúcares, que están correlacionadas con enfermedades y muerte prematura, los autores determinaron que añadir alimentos más saludables a la alimentación en todo el mundo era la manera más efectiva de reducir el índice de mortalidad.
Eso se debe a que la brecha entre la cantidad de alimentos nutritivos que las personas deben comer, pero no comen, es mayor que la que hay entre los niveles de cosas dañinas que por lo general se llevan a la boca, pero no deberían, según Ashkan Afshin, un epidemiólogo de la Universidad de Washington, quien fue el autor principal del estudio. Por ejemplo, señaló que el promedio global de ingesta de carne roja fue de 27 gramos diarios, ligeramente arriba de la ingesta diaria recomendada de 23 gramos. Pero cuando se trata de comer nueces y semillas saludables, la mayoría de la gente come 3 gramos en promedio, muchísimo menos que los 21 gramos que se consideran óptimos.
La única excepción fue el consumo excesivo de sal que, según la investigación, estaba muy relacionado con las enfermedades y la muerte.
“A mi parecer, este estudio confirma que es hora de cambiar la conversación tanto a nivel de políticas como entre el público en general”, dijo Afshin.
Él y otros expertos aseguraron que los descubrimientos subrayaron la importancia de las políticas nacionales para el fomento de la disponibilidad de frutas y verduras, en especial en países con bajos ingresos donde los productos agrícolas frescos pueden ser más costosos que los alimentos procesados. De acuerdo con los expertos, hay que presionar a las grandes empresas de alimentos para que ofrezcan productos más saludables, y es necesario alentar a los médicos a hablar de la importancia de una buena alimentación con sus pacientes.
“No nos enfoquemos únicamente en las cosas que debemos eliminar de nuestra dieta porque, para ser sinceros, ya lo hemos intentado durante mucho tiempo”, afirmó Nita Gandhi Forouhi, una epidemióloga de la Facultad de Medicina Clínica de la Universidad de Cambridge que escribió un comentario que acompaña al estudio.
“A mi parecer, este estudio confirma que es hora de cambiar la conversación tanto a nivel de políticas como entre el público en general”.
No todo el mundo está de acuerdo con las recomendaciones medulares del estudio. Arun Gupta, un pediatra y activista nutricional en India, comentó que él pensaba que los autores deberían poner mayor énfasis en el papel que juegan las empresas importantes de alimentos en la propagación de alimentos no saludables. “Mi temor es que esto elimine la presión en la industria, la cual usará el reporte para decir: ‘No estamos haciendo nada malo’”, dijo.
El estudio tiene ciertas limitantes. Los autores señalaron que hubo algunas brechas notables en la información relacionada con los regímenes alimentarios de los países más pobres y que algunos de los fallecimientos pudieron haberse atribuido a más de un factor alimentario, lo cual deriva en una sobreestimación de la carga de enfermedades atribuibles a la dieta.
Aun así, los expertos en nutrición y salud que leyeron el reporte afirmaron que sus descubrimientos clave eran irrefutables. “Esto consolida el sustento de las pruebas de que la dieta nos está matando”, aseguró Corinna Hawkes, directora del Centro de Política Alimentaria en City, University of London.
Forouhi, la epidemióloga de Cambridge, comentó que ella esperaba que la clasificación nacional de la mortalidad relacionada con la alimentación hiciera reaccionar por lo menos a algunos países para tomar medidas, en especial a aquellos que no cuentan con estudios nacionales sobre alimentación. “Tal vez la exposición de sus nombres y la vergüenza logrará que algunos de los países en los últimos lugares de la lista se inspiren a esforzarse más”, dijo. “Al menos, pueden aprender de los países que están en los primeros lugares”.
Original: The New York Times en Español
Marzo 10 de 2019