Palabras del presidente Gustavo Petro en el histórico Acto de Excusas Públicas por los casos de ejecuciones extrajudiciales de las que fueron víctimas jóvenes residentes en Bogotá y en el municipio de Soacha.
“Señoras y señores familiares de las víctimas de las ejecuciones extrajudiciales; jamás vuelvan a hablar de ‘falsos positivos’, esa es una frase para esconder la verdad.
Brindo excusas por no haber podido llegar a tiempo, las condiciones climáticas nos retuvieron allá en el aeropuerto de Popayán. No es fácil este día, no estaba en mis cálculos cuando uno trata de proyectar la vida días y años anteriores, que después de hacer denuncias tuviera que a nombre del Estado pedir perdón.
Son las paradojas de la historia, así es, el fluir de la historia, les decía ayer a los maestros; el fluir de la historia que hace que las sociedades se vayan construyendo a partir de sus propios errores, acumulando sus saberes, sus éxitos, pero sobre todo sus yerros, sus errores.
Una historia que casi en todas las civilizaciones de la humanidad ha tenido momentos dantescos, profundamente dantescos, donde el ser humano ha aprendido a ser humano, el aprendizaje de lo humano. Dado que nosotros venimos de lo animal, dado que tenemos ambos mundos en nuestras sangres, dado que incluso en lo específicamente humano y no en lo animal, hemos aprendido a matar al otro por poder, por codicia.
Hemos desarrollado una historia del poder, profundamente más bárbara que la que desarrollan ciertas especies animales. Y en medio de esa paradoja que ha ocasionado tantos desastres humanitarios, aún incluso algunos no escritos y olvidados, la historia de los genocidios en el mundo.
Le escuchaba a una ciudadana norteamericana, que es Directora ahora de la Usaid, Samantha Power, me decía que Power en inglés significa al mismo tiempo que poder, que energía, también en cierta forma pueblo. Y que ella había escrito un libro de la historia de los genocidios. Ese libro me gustaría tenerlo, porque debe ser casi ya una biblioteca, la historia de los genocidios.
No es Hitler el que se inventó eso, pero sí vale la pena hacer ese paralelo, porque Colombia ha vivido varios genocidios. Nuestra historia tiene genocidios, la muerte de los pueblos. Allá arranca con los españoles que llegan aquí, y sigue y continúa, y durante todo el siglo XIX los presenciamos aún en nuestra vida republicana.
Esa vida republicana comenzó aquí en esta plaza, y más al sur, más al occidente, en la Plaza Mártires, con la gente que colgaban, con la gente que fusilaban, simplemente porque eran republicanos o porque querían libertad.
Allá está la frase de La Pola, triste, acongojada, porque sentía que un pueblo se silenciaba ante la injusticia de verlos morir por haber peleado simplemente por la gente, o por una idea que podía ser fantasiosa, que terminó volviéndose realidad, la construcción de una república sin rey donde el pueblo es soberano.
El pueblo soberano, como dice el Himno Nacional, esa idea democrática que surtió en aquel entonces, en el siglo XVII, realmente XVIII, por allá en Europa, en el sentido de pensar que puede haber pueblos autónomos, pueblos libres, que rigen sus destinos por sí mismos. Esa idea que es de donde nace la palabra libertad, y en el fondo la palabra democracia, ¿será que es imposible? Por ella han muerto generaciones enteras, y han intentado destruir y aniquilar pueblos enteros.
¿Quiénes y por qué, bajo qué manera de pensar, bajo qué episodio de irracionalidad total, se puede destrozar a los seres que siempre piensan en un mundo nuevo?
Y peor aún, a los seres que sin ni siquiera estar pensando en esos objetivos, simplemente porque estaban por ahí, por allá, en una calle, en un momento olvidado, en una esquina, en una oscuridad, terminan con sus vidas unas fuerzas que habría que examinar a fondo de dónde provenían y por qué. ¿Por qué esa mentalidad que tiende a la barbarie dentro de la especie humana misma a aniquilarnos de manera masiva entre nosotros mismos?
En Hitler, quizás, quizás ahí en esos episodios europeos podríamos encontrar respuestas. Cómo un miembro del Ejército alemán podía ayudar a sacar de sus casas personas porque simplemente tenían una religión diferente que llamaban judíos.
Y ayudar, entonces, a subirlos a los vagones, a llevarlos y conducirlos, incluso golpeándolos, a viejos y niños, inocentes todos, a los campos de concentración y allí explorar, siendo humano, una serie de actividades de la tortura que terminaban siempre con la muerte en masa de esa población, de la manera más dolorosa posible o a través del hambre o a través del fusilamiento masivo, o a través de las cámaras de gas como finalmente se inventaron.
¿Qué hay dentro de esa humanidad que produce ese tipo de episodios? Podría uno pensar en otros, y qué pensaban los europeos que traían aquí a los negros y a las negras, extraídos forzadamente de sus tierras, de sus aldeas, de su continente africano, de sus culturas, por un mar desconocido hacia donde no sabían para que aquí de alguna manera al descubrir la lengua pudieran entender que habían sido condenados a la esclavitud eterna, perpetua, no solamente ellos sino sus hijos, sus nietos, por la eternidad.
Decían que por un designio divino. Decían y construían teorías como que los indígenas no tienen alma y no son seres humanos y, por tanto, pueden ser juzgados y aniquilados y ser convertidos en cosas. ¿Cuánta de esa mentalidad nos sobrevive hoy? ¿Cuánta de esa mentalidad, construida en una barbarie, peor dentro de la especie humana, peor que la que podría uno encontrar en el animal, que simplemente se defiende por miedo o por hambre, por razones o sin razones que tienen que ver con sus instintos y en donde el mínimo de la violencia es indispensable? ¿Qué hay dentro de la especie humana que nos lleva a ese tipo de genocidios? Y yo no encuentro más que el poder y la codicia. El poder y la codicia.
El animal no es codicioso, no mata por matar. El ser humano sí, más el hombre que la mujer para ser justos. En las mujeres no se desarrolla ese instinto de poder que sí vemos en los hombres. El hombre que se vuelve guerrero, precisamente, que volviéndose guerrero entra bajo la tesis de defender la cueva como antaño, en los hombres prehistóricos, los hijos, las crías, la mujer, el espacio del hogar que llamamos ahora, espacio del hogar que siempre va más allá de una familia, porque se confunde con tribu, se confunde con clan, porque somos seres sociales, no simplemente individuos como cree el neoliberalismo brutal de hoy, que quiere cortar los lazos que juntan un ser humano con otro ser humano, para verlos simplemente como competidores en busca de la codicia. ¿No?
Y aprendimos, entonces, ya no solo a defender clanes y tribus, sino a defender naciones y patrias, y a nombre de la patria comenzamos el exterminio de las otras patrias. Esas fueron las guerras, esas guerras ya no tienen el nombre de la defensa de una patria, ya no tienen el nombre de la defensa de una tierra, o de unos hijos, o de una bandera, o de una dignidad, o de unas ideas, que siempre vale la pena defender.
Se fue confundiendo la defensa de la patria con la defensa de la codicia. Y no fue en los guerreros, no fue en los seres uniformados que arriesgaban sus vidas día a día, fue en la mente civil, fue en los grandes poderes económicos, fue en el intento de acaparar la riqueza, de no permitirle al otro y a la otra la oportunidad, la riqueza tenía que ser para mí, para sí mismo, para el grupo, para la oligarquía, como lo llamó Gaitán, en una tierra tan linda y tan bella como esta no podía caer el pueblo, qué cosa tan fea, los indios, no, los negros, cómo se le ocurre, la palabra democracia tenía que desvalorizarse por completo, la palabra república perder su sentido, se nos volvió que república y democracia era simplemente una bandera, una estatua y no el pueblo, porque el pueblo sonaba feo, a sucio, el pueblo sonaba, como los españoles le llamaban al indígena, una cosa para usar.
Y no tuvimos los valores democráticos para crecer, cuando en líderes aparecía la tesis de construir una democracia en Colombia era asesinado, sus ideas borradas y silenciadas, ocultadas siempre. El ocultamiento ha sido un proceso en Colombia que ha evitado, evitado la aparición de la democracia y de la libertad, al lado del que fusila, el que oculta siempre junto, no existiría el que fusila injustamente sin el que oculta, ocultar es el camino para matar en Colombia.
Por eso los pueblos no han podido entender su propia historia, por eso se olvidó la palabra historia en los colegios, por eso hemos perdido el sentido de la memoria, por eso a veces repetimos y repetimos las mismas barbaries sin cansancio, por eso hemos vivido una guerra perpetua y eterna que no se acaba, por eso ya se nos olvidó que la paz es un normal dentro del ser humano y que la violencia debería ser considerada lo anormal.
Aquí pasó algo similar, ante estas madres, que son nuestras madres, ustedes son las madres de la patria realmente, las madres que quisieron silenciar, las madres a los que los de la codicia querían verlas silenciadas, que fueran un chiste, que se burlaran, transformaban las palabras, como en Argentina. Igual, para que la gente dijera no es que están locas, es que sus hijos murieron porque algo estaban haciendo, porque como si fuese normal y permitido se pudiese matar la juventud en Colombia, no era que estaban cogiendo café, no estaban cogiendo café.
Decían no, eran inocentes, y no tenían por qué morir. Qué los llevó a morir, qué los llevó a ser asesinados, la codicia del poder, no más, la codicia sobre la riqueza y la adicción al poder.
Por eso son hombres de corbata los que hacen los papeles por los cuales se generalizó el hecho, no son hombres de charreteras como sí lo fueron en Argentina o en Chile, incluso, detrás de Argentina y de Chile había hombres de corbata codiciosos.
No les gustaba que el cobre fuera del público, no les gustaba que las riquezas de una nación fueran de todos y de todas.
Tenían que apropiárselas sin que ellos las hubieran fundado, tenían que concentrarlas como concentraron en la violencia de mediados del siglo XX la riqueza del café, ahora tenían que concentrar la riqueza de la tierra fértil, la riqueza de la cocaína, oigan, porque es que ya ni es la concentración de la riqueza legal, sino de la ilegal, la que hizo explotar la codicia.
Esa codicia y ese poder mataron a estos 6.402 jóvenes. No fueron las balas oficiales que aquí el general y me imagino que es difícil se ha parado para pedir perdón, claro que es un acto que queda en la historia del Ejército.
No se va a borrar nunca y es muy malo, eso es quizás lo peor, porque dicen por ahí es que cuál es la dignidad de los héroes, la dignidad de los héroes del Ejército es defender a su pueblo, defender sus derechos, defender su gente, porque defendiendo la vida de su pueblo se defiende la patria, no es defender la codicia y no es defender la adicción del poder.
Aquí mataron por concentrar la riqueza, por quedarse con las tierras; aquí mataron por quedarse con el petróleo; aquí mataron por quedarse con las ganancias de la cocaína, por codicia y están dispuestos a matar más y podrían haber sido 6.000 o un cero más, no les preocupa, o un cero más, no les preocupa, o un cero más, no les preocupa, como lo demostró Hitler en Europa.
Por eso es el momento de encontrar un espacio de reflexión, que pasa en primer lugar porque se sepa la verdad, porque no haya el que oculta. Si el que oculta no aparece, la verdad aparece. El que oculta no tiene uniforme, el que oculta no se pone allá en el Congreso de la República o se sienta en la Presidencia.
El que oculta tiene otro tipo de poder en la sociedad colombiana, cambiar las frases, no decir, no contar, no transmitir, silenciar, no ponerle el micrófono a la madre para que hable, sino al asesino que ordenó y transformamos al asesino en héroe y transformar la barbarie en normalidad para que vuelva a ocurrir.
El que oculta es tan cómplice como el que dispara. Lo primero que tenemos que lograr es derrotar el ocultamiento, la oscuridad, lo primero que tenemos que lograr es que salga a relucir la verdad. Y la verdad está apareciendo, difícil, terrible, a veces increíble, a veces brutal.
¿Quién mató al señor Pizano? ¿Cómo quieren ocultar esa verdad? ¿Cómo la quieren ocul0tar? ¿Por qué querían matar a Petro, en qué sitio se reunían y quiénes, algún militar? No, nosotros sabemos quiénes y se ocultan aún, y se ocultan aún.
La verdad tiene que aparecer
Ese tipo de verdad es el que tiene que aparecer. ¿Por qué hicieron esos hornos crematorios en la frontera con Venezuela? ¿Cuántas personas fueron asesinadas en realidad? ¿Por qué construyeron el paramilitarismo?
¿Cuál fue el papel de las convivir? ¿Por qué los jefes del paramilitarismo son los jefes de la convivir? Toda esa verdad tiene que aparecer. ¿Por qué mataron la paz que se había hecho hace unos años? ¿Por qué tenían que sabotearla? ¿Por qué querían que siguiera la guerra y no se acabara? ¿Por qué tenían que hacer trizas la paz si no era por la codicia? ¿Y cómo lo hicieron? ¿Creen que se puede ocultar el cómo lo hicieron?
La orden de no pasar los archivos de inteligencia al nuevo presidente. Porque ahí están las operaciones que son crímenes para destruir un proceso de paz. ¿Se oculta esa verdad? ¿O la decimos? ¿O aparece y estudiamos entonces qué es lo que nos pasa como sociedad colombiana? ¿Qué es lo que nos sucede como sociedad colombiana?
Dejamos de estar distrayéndonos. Está bien distraernos, pero tenemos algún momento para reflexionar que nos están matando. Que lo que han descuartizado es la misma sociedad, nuestros hijos, nuestro pueblo. Ah, que usted participó también.
Oh, menos mal, aprendimos que es la democracia a tiempo. ¿Y cuál es el valor de la paz para la gente? Por eso hay una Constitución por ahí. Por eso hay la posibilidad de un Estado social de derecho.
¿Llevamos a la sociedad colombiana hacia la Constitución? ¿O llevamos a la sociedad colombiana hacia la barbarie? Creo que eso es lo que se está definiendo ahora.
Por alguna razón decía esta mañana en El Tambo, en el Cauca, ante miles de campesinos que han sufrido violencias como ninguno quizás, quizás de los ancestros, de las raíces de esta sociedad en su historia milenaria, han surgido las fuerzas que, a través del pueblo de hoy, de las generaciones de hoy, nos han puesto a gobernar simplemente para que aparezca la verdad.
Esa aparición de la verdad, esa lucha para derrotar al que oculta, yo creo que es fundamental. Y no es para vengarnos. Yo no siento en mi corazón la necesidad de ninguna venganza, ni histórica ni racional ni personal. No es.
Es para reconstruir la sociedad sobre otras bases. Para reconstruir un Ejército sobre los valores de la democracia y la Constitución, que yo creo que se está logrando. No será fácil, siempre habrá problemas.
Que los fusiles no se apuntan contra el pueblo, como decía Simón Bolívar, nunca, jamás. Para reconstruir los valores de la política y del Estado. Un Estado que oculta la verdad, que se ha convertido en régimen de corrupción.
¿Qué quieren ocultar? ¿Quiénes quedaron con los sobornos de Odebrecht? Eso es lo que quieren ocultar. ¿Qué quieren ocultar? ¿Cómo se daban las órdenes para el genocidio del pueblo colombiano? Sepamos la verdad toda. Toda. Porque a partir de la verdad, podemos construir la reconciliación.
Yo he tomado el caso, no de Alemania, que se podría. Y cómo ese pueblo sobrevivió. Y cómo hay un ejército alemán hoy, digno, después de tamaña barbarie en el 45. Y cómo hay un ejército español hoy, digno, después que fue instrumento del fascismo, acabando con la república que había sido elegida popularmente.
Y cómo es que se han recompuesto las sociedades. Esa recomposición de las sociedades, que se basa sobre el nunca más. Y por eso tanto cuidado y aprehensión de los pueblos alemanes y españoles para no repetir su historia, también tiene que ser la nuestra. Es que a quien mataban en Colombia eran los colombianos. Y los colombianos somos nosotros, una sociedad, un colectivo.
Tenemos que reconstruirnos sobre la base de la verdad. Por eso le agradezco a la Justicia Especial para la Paz, que han querido acabar de tal manera, su trabajo.
A esos magistrados y magistradas hay que decirles que trabajen más, porque se necesita más y más verdad, sin miedo; que los soldados de hoy, los policías de hoy, el gobierno de hoy están dispuestos a cuidarlos y a cuidarlas sin miedo. Cuidaremos sus familias, hagan el trabajo a fondo, descubran la verdad, esa verdad es para la justicia.
Esa verdad, no sé si en estos años o más adelante, es para tener una sociedad justa, una sociedad donde nos queramos, donde nos amemos, donde amemos estas montañas hermosas y estos valles y este aire y estas aguas y esta naturaleza.
Para que amemos a Colombia y nos amemos a nosotros mismos, lo que yo llamo la potencia de la vida, es para que aquí fluya la vida después de tanta muerte, porque al final la política es la política de la vida, no es para vengarnos, es para construir justicia y es para construir nación y es para reconciliarnos y es para perdonar.
En campaña se me ocurrió pronunciar, en alguno de los tantos sucesos, la palabra perdón social. ¡Uy! casi no sobrevivo al hecho. Dice, pero perdón, porque puede ser tan dramática la palabra perdón social y me deformaban el término. Es que usted va a perdonar los narcotraficantes, me decían. Yo estoy hablando de lo social, perdón social es el perdón al interior de una sociedad.
Es así como los alemanes se han recompuesto, es así como los españoles se han recompuesto después de su guerra, es así como los franceses se han recompuesto después de que una parte de la sociedad francesa ayudó a matar a los judíos y otra parte de la sociedad se levantó en armas en la resistencia.
Es así como se recompusieron los Estados Unidos, que se llaman así Estados Unidos porque antes estaban separados y se mataban entre sí, unos defendiendo la esclavitud y otros tratando de liberarse de la esclavitud. Semejante guerra. Se mataban entre sí y menos mal ganaron los que liberaron los esclavos, porque otra hubiera sido la historia. Se recompusieron y por eso se llaman Estados Unidos.
Pues ahora nos toca recomponernos como Colombia. Nos toca ver cómo cesamos el matarnos entre nosotros, cómo descubrimos la verdad y cómo nos perdonamos y nos reconciliamos. Ese es el objetivo de este gobierno, no es otro.
Tenemos un régimen de corrupción
Yo no estoy aquí pensando en cómo perpetuarme en el poder, me aburre el poder. Por ahí andan y es que uno no llega a todas las citas, pero es que a mí me harta el poder. A mí me gusta más… Yo no quiero ser un viejo adicto al poder y aquí hay muchos. No quiero, quiero escribir, otras cosas.
Pero indudablemente esa búsqueda de la reconciliación tiene obstáculos que salvar. Aún no es posible todo, aún se resisten y hay que decirlo con claridad: la verdad necesita no solamente la Justicia Especial para la Paz, que bien que ha hecho su trabajo.
La verdad necesita la Fiscalía, y aquí tenemos un problema. Entonces hay que hablar las cosas como son: aquí lo que se está investigando no es mi hijo (Nicolás Petro), yo dije investíguenlo. Aquí lo que se está tratando de impedir es que exista una fiscal independiente que sea capaz de hacer las investigaciones. Eso es lo que se está buscando, impidiendo. Desespero sí hay detrás de eso, construcciones, yo sé quién está detrás de esa construcción y no es el actual fiscal, no es capaz de eso. Hay otras personas.
Porque lo que tenemos es un régimen de corrupción, lamentablemente existe. No es una mentira, no es una entelequia, no es una abstracción. Es que 50 años de narcotráfico, desde esas primeras veces por allá en La Guajira, hasta anecdóticos, hasta hacen películas sobre eso, eso se ha complejizado, se ha vuelto tan complejo en el camino, nos ha hecho matar a un millón de latinoamericanos entre nosotros. Un millón.
La codicia lleva a matar
¿Cómo sería si esos cuerpos se extendieran dentro de estas calles? Incontables. Un millón de latinoamericanos asesinados entre sí por el crecimiento de una economía decidida ilegal desde los Estados Unidos, nos hemos matado por eso, porque desata la codicia.
El problema no está en la marihuana, ya lo vimos allá en Times Square, incluso mis escoltas conmigo salimos mareados ahí de caminar por ahí. Eso no está ahí. El problema está en volverla prohibida, porque le levantan tanto el precio que entonces aparece la codicia, como si hubiera aparecido el oro. Y esa codicia lleva al asesinato, lleva a matar.
Cuando esos asesinos tienen poder político se convierten en genocidas. La codicia los transforma de homicidas en genocidas y eso le ha pasado a Colombia; los criminales han llegado al poder y se han convertido en genocidas desde hace décadas. Eso le ha pasado a Colombia y entonces han construido un régimen que no es lo que está escrito en la Constitución, que no se rige por las normas de la Constitución, ni en el territorio alejado, ni en el cercano, porque no es un problema allá del Litoral Pacífico, lejos allá donde estaba ahora en El Tambo (Cauca), o en Tierralta (Córdoba), en la Colombia profunda, en Montecristo (Bolívar), junto a los ríos Cauca y Magdalena, no, llega aquí a este corazón de esta plaza de Bolívar, se conquista y pone bajo nómina senadores y representantes y ministros y poderes y jueces y militares y generales.
¿Qué fue lo que apareció? No que las sentencias judiciales habían condenado a Argos a devolver la tierra, sino que el presidente estaba diciendo mentiras. Eso fueron los que ocultan, dijeron, para ocultar la gravedad de la masacre y de lo que pasó después.
¿Quiénes se beneficiaron? Paramilitares, la mayoría deben estar muertos. Campesinado, solo vio la sangre correr por el caserío. Los militares, tampoco. Algunos están presos. Los que se beneficiaron fueron ellos, que se quedaron con la tierra.
Así como ese caso –y le agradezco a Argos, que quiere hablar conmigo, porque creo que podemos llegar a una solución, hoy, pacífica–, así como ese caso hay 17 mil que tienen que ver con millones de hectáreas, que tienen que ver con muchísimas empresas ricas, con empresas de minería de oro, que tienen que ver con la codicia. Mataron por eso.
Y los procesos extrañamente no avanzan en la Fiscalía. ¿Por qué? Porque han comprado secciones enteras de la Fiscalía para ocultar esa verdad. Y por eso no quieren una Fiscalía independiente. Tanto miedo les da una Fiscalía independiente que están dispuestos hasta a derribar el presidente. Esa es la historia real de lo que está pasando.
“¡Yo me permito pedirles perdón, madres!”
Claro que se van a enfrentar a un pueblo. Claro que se van a enfrentar a un pueblo. No vamos, no vamos, no vamos a permitir que este pequeño espacio de la historia se termine convirtiendo otra vez en sangre, se termine convirtiendo otra vez en barbarie.
¿Por qué entonces mataron a 6.402 jóvenes? Por todo esto. Por todo lo que es señalado, que es corto, si quisiéramos hablar de la totalidad de la barbarie integral en Colombia.
¿Por qué mataron a esos jovencitos? Porque querían volver a gobernar. Eso era todo. Porque eran adictos al poder, porque entendían que si no seguían en el poder se acababa el negocio, el business, como dicen los gringos.
Y entonces necesitaban del voto del pueblo, un pueblo que se dejaba manejar: entre más muertos, más votos.
Y aquí entonces llegamos a un elemento, que incluso nos cuestiona como sociedad, porque hemos descubierto en la Resolución 039, que firmó el ministro de Defensa Camilo Ospina –civil, civil, que no ha dado la cara, ni ha dado ninguna explicación de por qué lo hizo, que se oculta y lo ocultan, porque es hijo de las familias de bien, con el apellido que se hereda, como si el poder en Colombia fuese hereditario: Ospina–, sí, firmó la resolución. No lo voy a atacar. A lo mejor ni se dio cuenta, como en muchas de estas cosas, de las consecuencias que podía tener.
Firmó esa resolución, y se produjeron los hechos que ya sabemos: militares, policías que por una estrella, que por una medalla, que por una bonificación, que por un fin de semana de descanso, que por un pollo frito, mataban a la juventud de Colombia, a sus propios congéneres de la misma generación.
Pero es que el problema que se buscaba no era cambiar honores militares, regalos militares por muertos. Ese era el medio. El objetivo real era cambiar votos por muertos. Y entonces ahí es donde está el pueblo civil.
(…) La muerte sistemática en Colombia. ¿Cómo es que se puede hacer presidente al que más mate? ¿Al que más violencia prometa, al que más barbarie establezca?
En el asesinato de estos jóvenes no solo está el mecanismo bárbaro de cambiar ascensos por muertos. Ese tema lo discutirán también las Fuerzas Militares en su interior. Pero es uno peor: el de cambiar votos por muertos, porque se aspiraba era a una nueva elección.
Y entre más muertos hubiera, entre más gente joven uniformada, con botas de caucho, se mostrará en las pantallas de televisión, en donde los periodistas no preguntaban el por qué, sino sacaban la foto, se tenían más votos, se aplaudía más duro en Colombia. Se elegía al que más mataba.
Y por eso esta fila de botas se fue volviendo interminable. Y por eso esa fila de jovencitos se fue volviendo interminable. Y por eso es interminable la fila de las madres. Y por eso es interminable el dolor. Y por eso es interminable incluso la rabia que se siente.
Ocultaron para que siguieran matando. Para que la codicia pudiera ser. Para que la concentración de la riqueza fuese mayor. Para que más la tierra fértil quedara en pocas manos. Para que más la riqueza que deja la cocaína, sucia de sangre, quedara en unos pocos bolsillos asesinos.
Por eso, como presidente de la República de Colombia, de este, que es un gobierno popular, y en el que espero que cambie la mentalidad de elegir al que más mata, sino al que más hace vivir o a la que más hace vivir, la política de la muerte por la política de la vida, del cuidado de la vida en Colombia, que es el país de la belleza, por eso ese cambio de política, que ojalá sea posible en la mente y en el corazón de la ciudadanía, yo me permito pedirles perdón, madres.
Ustedes son las madres de toda Colombia. Ustedes son la Madre Patria. La sangre de sus hijos, ojalá, riega el surco de la Colombia hermosa que seremos mañana, del ejército poderoso que seremos mañana, no para matar, sino para vivir; de la vida hermosa que seremos mañana, la Colombia potencia mundial de la vida.
Gracias por haberme escuchado, muy amables”.
Bogotá D.C., 3 de octubre de 2023