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La casa de estilo francés fue construida por los Ferrocarriles Nacionales por orden del Presidente de la época General Pedro Nel Ospina entre los años 1923 y 1927. Aunque el primer uso pensado de la casona fue como estación del Ferrocarril del Sur, que tenía una parada en el Salto del Tequendama, finalmente se convirtió en hotel, su inauguración ocurrió en 1927.
No es muy claro quién fue el arquitecto que la diseñó, para algunos fue Carlos Arturo Tapias, mientras que para otros fue Pablo de la Cruz. En un costado de la casona aparece una inscripción con los nombre de los ingenieros Uribe, Álvarez, García y compañía, se desconoce si fueron los constructores originales o posteriores.
La casa en si es toda una obra de ingeniería, sus bases están levantadas sobre las mismas rocas que bordean el abismo a 300 metros de la caída del agua.
Desde tiempo atrás el Salto del Tequendama fue el sitio turístico más importante del país, por tal razón, y debido a la masiva visita de personas, el hotel poco a poco se convirtió en sitio obligado de los visitantes del lugar, siendo utilizado generalmente por la aristocracia capitalina y personalidades de todo el país. Por muchos años esta mansión fue símbolo de lo que fue el gusto y la elegancia de la élite bogotana.
La construcción de 1.480 metros cuadrados, cinco niveles, dos sótanos, dos pisos principales y un altillo, funcionó como hotel hasta mediados de los años 50. Posteriormente el Ministerio de Obras Públicas, entonces dueño de la casa y de todas las estaciones del tren, decidió venderla a un particular. A partir de ese momento, la construcción pasó por varios dueños, incluida la Corporación Nacional de Turismo, que no la tuvo por mucho tiempo.
En 1979, la propiedad paso a manos de Roberto Arias Pérez, fundador y ex presidente de Colsubsidio, quien inició su remodelación y conservación, para finalmente convertirla en un restaurante, el cual funcionó hasta el año 1986.
Arias Pérez abandonó el país, y la edificación cayó en el abandono total, por muchos años permaneció abandonada y en completa ruina, hasta cuando la Fundación Granja Ecológica El Porvenir, la compró a precio de rebaja e inicio su reconstrucción con ayuda internacional.
La majestuosidad del paisaje y las historias de suicidas y de fantasmas en pena que publicaron los medios de comunicación capitalinos, levantaron una leyenda de terror sobre la casa, la inseparable compañera del Salto del Tequendama.
Septiembre 9 de 2012
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