Por Mariano Sierra
El declinar de las infamias y las barbaries de la ignorancia ceden cuando se potencializan los cambios que defienden la vida e inspiran nuevas formas de crecimiento y desarrollo. Casi nunca tratamos de conocer el mundo que vivimos ni buscar el conocimiento. No vinimos al mundo a sufrir, no nacimos para sufrir, pero si para evitar sufrir y que otros sufran, por ello las revoluciones no son una nada, ellas nacieron con la creación que los evangelios le dieron su sello infinito de rebeldía y persistencia. La utopía de vivir y convivir es producto de reflexiones sobre los hechos sociales llenos de infamia que se presentan como infiernos dantescos que trazan procesos divergentes, todo ello constituye paradigmas que vagan en el espacio hacia un nuevo hombre. Bolívar nos apoya cuando dijo que “…Yo quise hacer de la tierra un paraíso para todos. La hice un infierno para mí….”
Nuestro pasado es historia de pecados, pasiones y venganzas, de tormentos y ambiciones que han rugido con la ira. Confesarnos, es retrotraer el pasado para denunciar, para recusar la infamia y el desencanto, buscando caminos de regeneración. Las huellas del pasado son el devenir del marco histórico que en América Latina sembró culturas atroces, donde cada una buscaba pretensiones particulares, haciendo uso de sus poderes imperiales. Una nueva geopolítica intenta abrir caminos destapando pasados amargos.
Huellas inéditas para muchos dan cuenta de ese inframundo, donde la gobernabilidad fue una ilusión, que nadie hasta ahora trato de convertir en esperanza. La agonía democrática freno toda representación, permitiendo que viviéramos ficción de realidades que dieran mínima vida a un sin sentido socio político, en el que hoy nos encontramos. La dinámica del pasado explica la resistencia de las elites y la imposición de talanqueras que amenazan el orden sometiendo al país a un servilismo implacable. Las huellas del pasado, registran atroz claridad y las reencarnaciones políticas, exigiendo el anuncio de un cambio revolucionario.
En esta tierra labrantía, del cristo roto y a las espaldas, la paciencia ha sido un don de nacimiento, que apacigua sentimientos, como señal de buen augurio, pero así mismo esa paciencia permite que reflexionemos para mantenernos en la lucha, para no claudicar, paciencia que también es un sostén para el espíritu aguerrido de estos pueblos latinos y el desarrollo de una fuerza para el triunfo. No por tener tantas leyes se maneja mejor un país. Basta que exista un pueblo unido y organizado para dar apoyo al estado. El valor de lo simple rompe lo complejo, lo inútil del ayer. Una política contra la infamia promueve la transformación para empezar a construir los nuevos destinos. Hemos vivido la lucha contra los dioses de barro que trajeron odios, venganzas, barbaries, ambiciones y la corrupción, propia de elites y de políticos.
El origen que nos lleva al cambio surge de las desesperadas situaciones que ha afrontado nuestra nación el continente Latino y otros pueblos. Repugnantes actos del pasado que marcharon hasta hoy y que, en muy certero escrito Juan de Dios Uribe, esboza “…Los españoles legaron a América independiente los vicios de su raza, fanática en religión, servil de política, sanguinaria en guerra, haragana en industrias, nula en ciencias, hueca en literatura, aventurera, sutil y teológica. La independencia barrio a los peninsulares, pero dejaron la simiente en la religión, las leyes y las costumbres. Terminada la guerra, los guerreros se abrogaron los derechos del rey a título de libertadores y se continuo la explotación, cambiando las fórmulas, pues la violencia monárquica, se hizo derivar ahora al pueblo. La herencia española se recibió pues, por inventario. Indios y negros eran esclavos por distintos modos……”
Nuestros pueblos han sido víctima sin límites de Apocalipsis socio políticas cuyas diatribas le han cantado al horror. Nuestros himnos patrios llevan en las palabras ese embrujo proclamado con frenesí, Para cesar la horrible noche debemos comprender a quien murió en la cruz. Viendo correr la sangre, se nos llama a la lucha y al cambio para parar el fin de las epopeyas del terrible destino de nuestros pueblos que, en medio de violencias, claman independencia y libertad, aun se prediquen los derechos y los deberes.
Colombia y los países hermanos del continente, dan cuenta de una historia a sangre y fuego, con convulsiones relevantes, para la gran geopolítica mundial. Este espacio territorial es un emporio de riquezas humanas y naturales, laboratorio social, cuyo dinamismo aflora en medio de una realidad democrática, atormentada por múltiples giros que iluminan la historia con luz tenue por desafíos y prejuicios. Anhelos y esperanzas extraídos de una caja de pandora que anuncia revoluciones en vía, para defender la vida, entre guerras frías y dictaduras provocadas, o sin el sentir del pueblo.
Y a este continente olvidado, también asoman para dar fuerza, espacios caribeños y afros donde las epopeyas se confunden con las nuestras, a donde llegara también el cambio por la unidad de la unión, porque la verdad es una… Sin enlace de hermandades no podremos unificar los pueblos que han sido olvidados, que contribuyeron a buscar las independencias.
Y todo esto porque… Porque los nuevos horizontes socio políticos humanistas, nos dicen que se debe gobernar para el mundo, porque la vida a proteger no es solo de unos espacios, proteger la vida es una universalidad de quereres de amor social. Los cambios llegan con la fuerza y el espíritu de sus protagonistas. Una sociedad de conciencia asociativa se une al cambio con toda su reciedumbre social, porque la verdadera independencia es de justos y para justos, donde la democracia se universaliza como guía.
El dolor rompe tiempos y espacios. La rabia y el orgullo hacen de muchos desconocer la historia. Sábato acude a la historia diciéndonos que …. Solo quienes son capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto la humanidad hayamos perdido……. Antes del fin. Busquemos en nuestro devenir cambiante a todos aquellos, en los espacios y las distancias, del inframundo, allende los mares, los montes, los valles, para encontrar a los diferentes. Urge que nos abramos al largo y ancho mundo. Alguien dijo una vez, que la historia me dará la razón, pero unidos a este epitafio digamos también que Dios y la sociedad nos condenaran.
En nuestros pueblos la constante es la corrupción. Nada ha cambiado. Antes y después del tiempo los opositores se convierten en instrumentalistadores de seres, de ideas, de modelos de cambio, creando caos intelectual y un atentado contra la dignidad humana. El yo del cambio asusta, inquieta, ensoberbece a todos aquellos opositores que se revuelcan en la rabia porque distan de ser conciencias sociales. Es hora de aniquilar, de anarquizar los instrumentadores del odio, de los que hacen con sus acciones y discurso círculos de destrucción, esos instrumentalizadores de la política unos y otros de las elites económico-financieras que destrozan con sus poderes y mediante actos confabulados, para hacer del ser un objeto fácilmente seducible.
La instrumentalización, es otra herramienta de las comunicaciones para hacer aparecer noticias mentirosas, engañosas y falaces. Por todos los espacios, congreso, los comunicadores, y otros organismos de servicio social, aparecen cual cajas de pandoras sacando mágicamente formas desastrosas de engaño. No es dable negar, que la historia se viene escribiendo a sangre y fuego. Elías Caneti predijo “…Ninguna muerte acaba…”
El país de hombres y de tiempos críticos y de la vida, vivimos en contacto con una universalidad política destructora, avanzando bajo una civilización de la muerte, de los sin hogar, de los emigrantes, siempre ocultando su dolor, otras veces como el enterrador, que vive enterrando en su corazón. El espíritu del pueblo entre pasado y presente busca la esperanza en el amor que le da vida entre los muertos del hambre, entre los muertos por falta de felicidad, que batallan para vencer, triunfo que siempre les es esquivo, cuando los espacios los ocupan aquellos que no aprendieron a querer la vida y a respetar la dignidad del otro. El espíritu humano es una amalgama de perversidades, cuando ese humano se aparta de la esencia de ser humano. La percepción humanista cabalga sin rumbo porque ha perdido el delirio de la libertad.
El sentido de la vida cambia en la medida que se lucha para el cambio, donde el pueblo será el benefactor en su dimensión del bien común. Un cambio, es la acción integral donde el amor social lleva la línea de mando, la directriz existencial. El cambio exige la ecuanimidad de unos pensamientos de vida, con el aporte del ejercito del pueblo. Consistente en prácticas múltiples, como será el ejercicio del voto responsable, a conciencia sin o reemplazo de corruptos, de allí la tarea de eliminarlos. Hablamos de civilización. Pero cual. Vivimos montando culturas de mala calidad, pues estas vienen de las mentes seductoras del capitalismo. Quiere decir ello, que es más la incivilización que la civilización.
Estos tiempos no son para revivir trastornos, ni para frenar ilusiones. Son tiempos de cambios para vencer con ideas. Fluye el pensar de Martí acerca que “….las trincheras de ideas valen más que las trincheras de piedra….” Los pueblos que buscan un nuevo horizonte están donde los corazones no niegan, donde las voces gritan libertad y las conciencias dialogan con la verdad y la esperanza, y las palabras rechazan las metáforas infames. El curso del mundo llama a la unidad social y política para la construcción de una casa común, donde broten vientos de paz, de encuentros de países para combatir la misera, para contener tantos migrantes, encontrando acuerdos de reubicación de los pueblos. El mundo tiene que recuperar el buen vivir aquí, allá, allende los mares. allende los espacios con su amazonia, allende valles y montañas. García Márquez escribió diciendo que “….no tenemos que inventar mucho para hacer creíble la realidad en América Latina y el caribe….”
Nos asiste un umbral y es cuando nacemos, el lugar de donde estábamos en el pensar de la vida por venir. Pero en la casa común, en el terreno son muchos los umbrales que tenemos a nuestro alcance, para llegar al último umbral, el de la muerte, por ahora un lugar misterioso, umbral que es la esperanza para los oprimidos, que lo pierden todo. En ese devenir se nos aviene el mundo como un sin fin de complejidades, que ni la filosofía sirve para llenar los vacíos. Los cambios no puede ser una transición, porque surgen dudas que nos pueden hacer sucumbir ante las pasiones de nuestros enemigos.
Los monstruos del racionalismo, del individualismo y el materialismo interactúan como hidras ante el mundo del derrumbe ético. La civilización avanza donde el poder domina y se gobierna con barbarie. ¿Para quienes se ha gobernado? Para los parias, para los emigrantes, para los sin tierra, para los sin trabajo, sin techo ni hogar, Todos son seres exiliados, reinaron sin conocimiento, ese gobernar inicuo nunca tuvo un eros ni una civilización. Solo horror, muerte y desdichas.
Los vínculos de la revolución del cambio se concentran en los rebeldes que visualizan espacios y tiempos para una nueva vida. Los políticos y corruptos son la sombra de todos los engaños y mentiras, llenos de las diatribas que hacen oscurecer más el panorama mezquino y abusivo del crimen y de la sociedad gansteril. Los cambios no tienen limites, no importa donde se realicen. Como hablamos de cambios sociales, estos adquieren amplitud y más aún cuando se aplican a pueblos que vienen de un pasado colonizador, donde una vez instauradas las repúblicas, estas continuaron con la herencia de vicios legislativos, constitucionales y con unas directrices imperiales.
Entonces la tarea comprende desmontar vacíos y vicios. Romper hilos conductores, nepotismos, engranajes económicos y financieros detentadores de poderes controladores de la cosa pública. Súmese a estos cambios, romper los vasos comunicantes de los partidos, de los medios de comunicación y la depuración de instituciones del orden público y de otras naturalezas que sostienen complejas estructuras delictivas donde reinan fortalezas corruptoras. Todo este proceso exige resistir pruebas en el tiempo y los espacios ante la existencia de comunidades ansiosas de cambio, con mística de renovación no violenta y llena de esperanzas.
América latina, El caribe y África son una realidad desde siempre. Los nexos con estos pueblos permiten un mestizaje de gran esencia humana. Cada uno ha interpretado con su adhesión, la fuerza espiritual y la fuerza de la amalgama de las sangres. Bolívar en sus diversos discursos de independencia, entendía la grandeza de estas tierras y sus gentes, y de su sentir la libertad. La integración con estos pueblos evoca y convoca a la lucha por la verdad histórica, por el ser y el haber patriótico, por sus culturas, mas no por la cultura de la muerte, pensando como trincheras de ideas, no dé piedras.
Quienes asedian con su arsenal de guerra fría, con sus discursos retóricos, quienes buscan llenos de máscaras evadir y llenar sus vidas de rabias con trampas retoricas sociales y políticas no son fantasmas, sino los poderes catastróficos, a los cuales el cambio en ciernes enfrenta para combatir. Todos estos pueblos vamos a la búsqueda de identidad socio política, con la mira de la defensa de nuestras razas. siendo el mejor mensaje de que ya no existe racismo alguno. Estos son los pueblos de lo posible, sociedades participativas y beligerantes en razón a que sus filosofías se vuelven subversión, mirando el pasado para el cambio, para recuperar los sueños que les fueron agredidos por resistencias de la época y un nuevo humanismo que busca la tarea liberadora.
* Las opiniones expresadas en este artículo de opinión son del autor y no de Soacha ILUSTRADA.