En un país donde reina la anarquía, donde el poderoso pisotea al más débil, donde el estado es el principal violador de los derechos individuales de sus ciudadanos, donde los hijos les pegan a sus padres, donde la gente se muere en las puertas de los hospitales, donde los niños se mueren de hambre, donde la Corte Constitucional es el portavoz de una ideología perversa, donde los jueces son reyezuelos sin control, donde los políticos son peores de delincuentes que los que atracan a mansalva en la calle, donde los medios de comunicación gozan atizando la guerra con el país hermano, donde decir la verdad es un delito, donde vivir en la miseria sin empleo da igual a vivir en la miseria trabajando, ahora resulta que sobrevivir como vendedor informal es cometer un crimen atroz, y por tal razón, quien se atreve a rebuscarse unos pesos para alimentar a su familia debe ser castigado, perseguido y estigmatizado.
Por estos días se conoció el caso ocurrido en Bogotá, donde un empleado fue multado por una suma astronómica, simplemente porque cometió el pecado de comprarle una empanada a un vendedor ambulante.
Así como la necesidad no tiene distingos de raza o de religión, el hambre tampoco está ligada a postulados ideológicos de partido, ni de conveniencia social, mucho menos a abusivos códigos de Policía.
Pues bien, el empleado de marras fue multado con $800 mil pesos por el delito de comprarse una empana en la calle.
Una multa completamente ilegal, ridícula para algunos, que representa un abuso de autoridad porque no existe una norma que castigue a los ciudadanos por comprar un producto o servicio a un vendedor ambulante.
En Soacha, municipio donde gran mayoría de sus habitantes son pobres, paradójicamente la pobreza es un delito, más si eres pobre y además vendedor ambulante, entonces tienes que prepararte para sufrir vejámenes, tu mercancía debes darla a precio de huevo, no tienes derecho a pararte en una acera para llevar el sustento a tu familia y peor, debes prepararte a sufrir la persecución policial que con código en mano te dice que vender chicles y dulces en la calle es igual de criminal a vender droga en un parque.
Lo grave es que la paranoia de las autoridades y de los políticos está contagiando a la misma comunidad que se deja influenciar por lo que los grandes medios de comunicación desean, un ejemplo es nuestro municipio, donde el descontento popular se desahoga con los más débiles, hoy son los vendedores informales, hace unas semanas fueron los venezolanos en un caso aberrante de xenofobia escondida, y pronosticamos que seguramente en los próximos días…. serán los funcionarios del DANE que hicieron el Censo.
Febrero 15 de 2019