Mirar el mundo, es no dejar que nos lleve la codicia, es no explotar con seducciones, es no dejarnos presionar por hechos de desigualdad, es no ejercer el egoísmo ni el ego que ocasionan ruidos que marginan conciencias.
Por Mariano Sierra
Es la articulación de ideas que nos permiten comprender lo que podemos hacer. El hombre, protagonista de la historia, fundamenta su periplo en la naturaleza humana, considerando el sentido de la vida. Ella sola es el devenir que se alinea con todos los caminos del mundo que nos impide vivir, cuando desconocemos el sentido del amor, de la justicia y la verdad, que ocultamos entre sombras míticas.
La importancia de vivir conduce a comprender el existencialismo del amor aun en medio de las tragicomedias de la vida. El criterio de la vida fecunda el sentir de la existencia. NO se vive por el simple hecho de haber nacido. Vivir es un desafío que nos engrandece el ser, abriéndonos caminos para desarrollarnos en un mundo lleno de necesidades que con esfuerzo afrontamos los devenires complejos. En la vida muchos hechos se convierten en puntos de inflexión, cosa que nos permite realizar críticas, análisis para decisiones. Hay vida, el reto es no dejarla acabar, que supone que no se aumenten las víctimas y que los victimarios reciban los efectos de la justicia.
Los impactos que recibe la biodiversidad son responsabilidad del hombre mismo, por su codicia, su ego y un bienestar único. Se piensa por los necios, que las guerras, los genocidios, las barbaries hacen parte de la vida. Pero no, todas esas pulsiones son enemigos del hombre, van en vía contraria a la importancia de vivir. El capitalismo como generador de desigualdades atenta contra la importancia de vivir en la medida que pondera migraciones y otros bumeranes de muerte.
La importancia de vivir en un contexto filosófico, vive al lado del mundo, donde el capital produce los mayores riesgos a la humanidad por su devastador impulso que conjuga con el juego de la seducción donde la tecnología le ofrece al hombre fantasías como la inteligencia artificial, que, si no se regula, conduce a la pérdida de identidad, socavando su modo de vivir. Hace muchos años Lin Yutang nos legó un ideario acerca de la importancia de vivir, allí nos conduce a un pensar trascendental para dar una comprensión a tan maravilloso tema, que hoy ante un mundo en vilo es un caos vital.
Nuestros ancestros mirados como impudios, grupos fantásticos, en el presente vuelcan sus saberes, sus prácticas protectoras a la naturaleza, a la madre tierra, con una conciencia de lo que es darle importancia a la vida, explorando el amor como elemento fundamental para la conservación de la gran biodiversidad, fuente de vida. Vivir es el camino lleno de esperanzas en acción, lleno de melodías cual los poetas muertos con un sentido de conciencia hacia la filosofía que deviene el sentir de la vida, el luchar por la esencia, no por las partes. Matar la culebra por la cabeza.
Las cosas humanas trascienden en el sentir de la vida, entre tragedias, contradicciones, dilemas u otras brechas. El hombre social se halla azotado por la obsolescencia política y por ese super yo del sistema que inhibe deseos de cambio, llevando a la ausencia lo que queremos de la vida. La importancia de vivir se piensa desde muchas polisémicas formas de amar como la solidaridad, como el apasionamiento, o el sentir romántico, o el llamado ágape universal.
Si sabemos armonizar la existencia, nuestros instintos y todos los elementos terrenales, los enrutamos a entender la importancia de vivir, y estar dispuestos a defender la vida, a proteger la naturaleza con la rebeldía que nos impulsa el comprender la existencia. La importancia de vivir está condicionada a cómo viven nuestros pueblos, al pensar social y a las formas y hábitos grupales. La vida no se detiene, nos exige que denunciemos los injustos, y, los cambios, contra aquellos violadores de la convivencia que generan repulsas que van en detrimento de vivir con justicia social, y es aquí donde cunde el haber del sentir lo fundamental hacia cambiar la estructura del régimen construido con codicia, sin cimientos sólidos.
Una renuncia de la vida desequilibra, inestabiliza. Una saturación de valores invertidos genera crisis de identidad, llevando a agonizar una apática revolución y una rebeldía utópica. Una moral y una ética social fluye en fallidos compromisos al tenor de sueños paranoicos que no nos permiten saber quiénes somos ni que queremos. En estas eventualidades surgen eclipses sociales para quienes no comparten el llevarse armónicamente con el prójimo puesto que no se generan potencializaciones en los actos emanados a fortalecer relaciones de bien común. El desorden social impedimento para una importancia en el vivir tiene muchas de las veces consecuencia en los poderes que el sistema pondera para no lograr el sentido de vivir, esto es, determina nuestro existir, que nos hace culpables que no fluya en el orden justo.
El sentir la vida y darle su importancia, abre caminos de espiritualidad, mostrándonos como deberes el compartir la desiderata. Pensar la historia, es entender el vivir, es entender al prójimo. Mirar el mundo, es no dejar que nos lleve la codicia, es no explotar con seducciones, es no dejarnos presionar por hechos de desigualdad, es no ejercer el egoísmo ni el ego que ocasionan ruidos que marginan conciencias. La importancia de vivir tiene como principio que entendamos la biodiversidad, vivirla con responsabilidad, aprendiendo de nuestros ancestros la filosofía natural.
Vida, mundo, biodiversidad son cuerpos vivos, son expresión de amor, que fluyen sin ocultarse, conformando un cuerpo de verdad que habita en la luz de la esperanza, esperanza que es acción, huyéndole a la irracionalidad humana, compuesta por satanes enemigos de la vida, alimañas de la eternidad, matoneadores de la vida.
Diversos saberes de toda clase, nos viven anunciando lo que es humanidad, pero tal definición hoy cruza por unas nacientes vertientes de gran dimensión, esto es la animalidad, tal visión corpórea, nos enseña una pedagogía, donde sobresale o surge ese don del amor con una exteorización tal que conduce a entender la importancia de vivir. La animalidad humaniza, transforma el querer, agudiza el vivir, fortalece lo justo cuando hace florecer lo sincero, lo amistoso, la paz y lo equilibrado, esto último apreciado en la naturaleza con su extensión de rizomas e hilos conductores que se desplazan generando vida plena, muy a pesar de nuestro escepticismo o creencia de carbonero, esto es, lo que se ha enseñado sin explicación.
La importancia de vivir hay que enfrentarla, como lo fundamental. Cada etapa histórica hay que afrontarla sin dejar ninguna pieza a la deriva. El gran complejo de la vida exige acción plena. De como lo enfrentemos depende de cada uno, según lo proyectemos, de donde se desprenden razones, pues vivir va relacionado con la muerte. En el interior del hombre, como gran estructura habita una espiritualidad, un arte, una capacidad que produce, una voluntad que exige trabajo que mueve al ser a la razón, a la libertad, todo dirigido a transformar sin violencia, cabalgando en el amor del ágape.
Un saber nos enseña que—Talvez cada existencia tenga su propio sentido y se necesita toda una vida entera para encontrarlo…Nuestra sabiduría nos llena de criterios para encontrar la importancia de vivir, en medio de poesías que no son otra cosa que amar la vida, La acción, pone en ejecución los vasos conductores, razón de vivir, para lograr asombros posibles hasta los imposibles, que requieren un exigir rebelde sensible.
No se entiende porque esperar al tiempo para mostrarnos en el dilema de que no sabemos vivir. Por ello la importancia de saber de la vida del Jesús humano, engendro del amor, de una nada, quien, si lo entendió, fue su artífice, quien lo practicó en toda su esencia y nos lo dejó como su herencia patrimonial y como gran paradoja, por el murió. Pero no hemos sido afectos, porque no lo practicamos. Todo nos despierta escepticismo, nos alude que la vida es un devenir con un porvenir del retorno del amor de la democracia justa. La vida es un existir incompleto cuando no hay amor.
Bien lo dice Nietzsche…. “Verdad es, Nosotros amamos la vida, no porque estemos habituados a vivir, sino porque estamos habituados a amar…” Difícil la ecuación, cuando estamos en un mundo donde el hombre mata por todo, hasta por el amor. Que paradoja. El hombre es acción en evolución y creación, es arte, es desequilibrio para destruir, o esperanza para actuar, como tal busca resultados de cambio en medio de principios y concluye que algo es bueno o malo, sirve o no sirve. Cuando nos adentramos en la esencia de algo, ese algo contiene un algo que todo lo avala para darnos un juzgar, un juicio, una condena dentro de los límites de una plena justicia.
Azotado el mundo, por el desastre climatológico exige de estados, políticos y sociedad acción de defensa, de verdad, verdad que afecta la importancia de vivir. El crimen genocida contra la naturaleza está matando el planeta. Paremos ya la retórica inútil.
La praxis en la vida y sus diálogos, acuña saberes para asumir acciones. Decir que desconocer el mundo, es un absurdo, o que nos dejemos llevar por ídolos terrenales nos conduce a desengañarnos, o cuando dejamos de ser autónomos nos volvemos más esclavos, ariscos a la libertad, o si relativizamos la vida, el mundo se vuelve un vórtice. El hombre es inspiración para vivir hacia un mundo de encuentros de procesos que le permiten encontrar la ruta con el pueblo, para una práctica de la paz, la justicia social y para reflexionar la importancia de la vida.