La Plaza de Mercado de Soacha: “El pasado en presente”

Por Ángel Humberto Tarquino

Hace 60 años se iniciaba la construcción de la plaza de mercado de Soacha encomendada al reputado maestro de construcción de entonces José Ignacio Galarza Montoya.

La obra resolvía el problema de la carencia de un lugar apropiado para que los agricultores locales y de municipios vecinos transaran sus negocios en un sitio digno después de hacerlo durante varios años al sol y al agua en lo que hoy es el parque principal de la ciudad.

La obra, atribuida a la gestión de un miembro de la elite política local fue, si se puede llamar así, el frustrado comienzo de la ausencia de ordenamiento territorial en el municipio.

Me interesa señalar desde esta tribuna que la intervención de los gobiernos municipales en más de medio siglo de control y ejercicio del poder y la administración pública relacionada con el crecimiento demográfico, la expansión urbana, el desarrollo de infraestructura educativa, de salud, deportiva, de servicios públicos y administrativos, de espacios públicos es francamente cuestionable.

Atrasos de 7 años en el desarrollo de infraestructura como la del centro de protección animal, el déficit de infraestructura educativa, la carencia del hospital en una ciudad de más de un millón de habitantes, ponen en evidencia la histórica incapacidad y pobreza de proyección de la clase política en relación con el desarrollo de la ciudad.

Prueba de ello es el actual estado de incertidumbre de la propiedad legal del predio de la plaza luego de 60 años de su construcción y otros tantos de ocupación, en la que ninguna administración se preocupó por resolver, pero si reglamentar su funcionamiento, el pago intermitente de servicios públicos, administración y vigilancia, pero ni un peso para su mantenimiento y conservación arquitectónica.

Dicho espacio además no ha pasado de ser una oportunidad de empleo para las clientelas electorales de gobernantes y concejales en diferentes épocas del pasado y del presente y una caja menor sobre la que prácticamente nunca se ha realizado el control fiscal correspondiente.

Tales condiciones de abandono y desidia gubernamental de la clase política pasada y actual no solo se han extendido a su pésimo funcionamiento y administración, sino que hasta la legalización de la propiedad misma se desentendió deliberadamente.

En relación con la legalización de la propiedad del predio no puedo dejar de mencionar que algunos gobernantes intentaron legalizar la pertenencia sobre el predio en forma fraudulenta mediante documentos apócrifos o mediante una resolución cuyos términos daban por sentado el derecho de propiedad del Estado sobre el predio, razón por la que tal circunstancia impedía realizar cualquier inversión para mejorar el avanzado estado de deterioro de sus instalaciones.

Por la administración pública de la ciudad pasaron sin pena ni gloria numerosos gobiernos y más de un centenar de concejales que fueron incapaces para darle solución a la propiedad del predio para que con sujeción a la ley, se convirtiera en un activo importante para el municipio de manera que pudiera permitir solucionar la adecuación del espacio para la venta del mercado, o en su defecto ser una opción real, viable y sostenible para resolver la ocupación del espacio público de la calle 13 mediante la adecuación digna y apropiada para el funcionamiento de la economía popular.

Suena poco creíble que la verdadera razón del desalojo definitivo de los comerciantes de la plaza de mercado se haya debido a problemas de salubridad que esta reflexión no niega ni pretende minimizar, sino que el tema de salubridad solo fue el pretexto o razón legal oportuna y apropiada para acceder al control del predio por parte de la administración municipal y entregarlo al control de la empresa de economía “mixta” EPUXUA que viene “avanzado” en los procesos de privatización institucional de varios sectores de la administración pública.

Entre tanto, los comerciantes desalojados frente a la necesidad de subsistencia de sus familias, se han visto abocados a trabajar en peores condiciones que hace 60 años, al sol, al agua, el barro, la tierra en el sector más abandonado de la Comuna 2 en materia de aseo y salubridad sin que a la fecha se les defina su suerte futura por la desidia gubernamental de una administración que considera que “el cambio avanza” volviendo al pasado.

Finalmente, este tradicional espacio de interacción social en el que se han encontrado y reencontrado varias generaciones de ciudadanos en las que se reconstruyen los imaginarios
colectivos de la ciudad, hoy toca a su fin, y con él, el fin de la memoria y la identidad de una ciudad que se resiste a desaparecer, pero persiste en crecer en medio del desorden, el caos y el desgobierno de una clase política inepta para conducir la ciudad por el desarrollo y el bienestar general.

ahtarquinog@gmail.com