“La Soacha que soñamos” es uno de los más trillados lemas que introdujo Julián Perico en su campaña política, convirtiéndolo en su marca personal de gobierno que dista mucho de la verdadera realidad que viven cotidianamente todos los habitantes de la ciudad a poco menos de cumplir el mandatario su primer año de gobierno.
Pero una cosa es lo que los ciudadanos sueñan y otra cosa es la realidad de la cotidianidad en la que ellos viven en el territorio. Los rostros del temor, la angustia, la incertidumbre y el hambre, la desesperanza se perciben en todos sus rostros y sus miradas.
La inseguridad, la informalidad laboral en la administración pública, las ejecuciones fiscales por mora en el pago de impuestos, los embargos a morosos, los abusos en las tarifas del aseo y el embeleco de su reducción, el caos por la invasión del espacio público, el aumento del impuesto predial, la violencia contra las mujeres, los frecuentes homicidios, el cierre de la ESE municipal, el desempleo creciente, los robos al comercio, la creciente accidentalidad, el detrimento patrimonial en el parque, las vías de varias comunas en pésimo estado, las paradójicas inundaciones en épocas de racionamiento del agua, la expansión urbana desaforada, los elefantes blancos del pasado gobierno sin solución a la vista, el largo y aplazado inicio de la construcción del hospital, las aceras del centro que ponen en peligro la integridad de los peatones, el atraso de año y medio en las obras de TransMilenio y por supuesto los cargos públicos para los recomendados del Gobernador, la ciudad entregada a la creatividad financiera de PROBOGOTA con la “Región Metropolitana”,…. son solo algunas de las verdaderas pesadillas que realmente no solo sueñan, sino que viven sufren y enfrentan los ciudadanos en este collage de desgobierno.
La actual coalición de gobierno cuyos integrantes en su mayoría son los mismos de la hegemonía “saldarriaguista”, en nada difieren de lo que hicieron durante la pasada administración, terminan el año siendo una vergüenza para el municipio al convertirse en un séquito de cortesanos adictos al gobierno de turno y a la politiquería local.
Desde hace tiempo el Concejo Municipal de Soacha dejó de cumplir su función constitucional de ejercer el control político a la gestión de gobierno, de formular y presentar iniciativas de proyectos de acuerdo y terminó por convertirse en cambio en una verdadera maquinaria electoral de ferias de cargos públicos y favores políticos como degradante retribución a quienes votaron por ellos
El balance de la gestión del mandatario, precaria en extremo, como la de su coalición de gobierno, carentes de iniciativas propias, pero cada día más arrodillada, entregada, sumisa y dispuesta a obedecer las órdenes del gobernante, poco o nada se ven comprometidos en la solución de las necesidades de los ciudadanos que presuntamente representan y por las cuales fueron elegidos, ven expirar el sueño y el año sin pena ni gloria.
Como colofón del sainete interpretado por el inédito elenco artístico de la administración municipal, las denuncias hechas por la revista CAMBIO que compartí en las redes de WhatsApp y Facebook, dejan muy mal parado al mandatario local por la gravedad de los presuntos hechos descritos por Yohir Ackerman.
Al respecto es bastante notorio y significativo el silencio de los medios de comunicación locales en relación con la denuncia en mención, pero es mayor el silencio del Alcalde quien le debe dar una explicación a sus electores y a las autoridades del CNE.
Se acerca el fin de año para que todos los ciudadanos a través de sus diversas formas de organización social, procesos, veedurías, colectivos culturales y líderes de todos los sectores de la ciudad, exijan la rendición de cuentas de todos los funcionarios de la administración municipal incluido por supuesto el Concejo Municipal.
**Ángel Humberto Tarquino (Soacha, 1960), sociólogo, docente, escritor, historiador, periodista y columnista de Soacha Ilustrada.