Su objetivo: esclarecer para que no quede impune lo sucedido con sus hijos, asesinados o desaparecidos forzosamente.
Ponerle cara a la justicia en la búsqueda de verdad y mantener una lucha incansable durante años para que alguien responda por las personas que fueron desaparecidas, también es hacer patria.
Las madres que han sufrido este crimen en Colombia, el cual supera las 60.000 víctimas según el Centro Nacional de Memoria Histórica, continúan con su lucha con el propósito de evitar que los suyos caigan en el olvido. Dos de los casos más representativos son las madres de Soacha y las de La Candelaria, quienes han tomado esta bandera de persistencia.
El caso de las Madres de Soacha
Desde 2008, cuando se supo que un grupo de jóvenes —sus hijos— fueron asesinados y presentados como guerrilleros muertos en combate, estas mujeres han luchado contra viento y marea para preservar su memoria y encontrar justicia. Enfrentarse a la institucionalidad y ciertos sectores del Ejército no ha sido fácil, sobre todo teniendo en cuenta que, gracias a estos procesos, los jueces determinaron que las ejecuciones extrajudiciales, más allá de ser calificadas como homicidios o desaparición forzada, son crímenes de lesa humanidad.
Ubilerma Sanabria, madre de uno de los jóvenes asesinados, Esteven Valencia Sanabria, explica las consecuencias que ha dejado el proceso. “Todavía hay miedo, pero nosotras les hemos dicho, a los que padecen una situación similar, que si tenemos miedo y no hacemos nada, nos convertiríamos en cómplices. No podemos permitir que esto siga sucediendo”, expresó Sanabria quien, con indignación, añadió: “Nos han amenazado, nos han perseguido. Hemos tenido miles de traspiés para impedirnos conseguir lo que queremos. A mí entre más me colocan zancadillas, más fuerzas tengo para seguir adelante”.
La persistencia de este grupo de mujeres logró, por ejemplo, que en mayo de este año el expresidente Álvaro Uribe se retractara de haber insinuado en redes sociales que sus hijos estaban “involucrados en actividades ilegales”, pero que ello no era “excusa para asesinarlos”. Uribe admitió que había dicho cosas que no le constaban y que afectaban la memoria de las víctimas. Ellas siguen de pie a pesar de las amenazas que han recibido por teléfono o a través de panfletos, aunque, a diferencia de las Madres de La Candelaria, saben de antemano que sus hijos no están con vida. El objetivo se centra en hallar respuestas que les han sido esquivas por nueve años.
La lucha de ambos grupos es para que las problemáticas de las ejecuciones extrajudiciales o las desapariciones forzadas no se pierdan en la oleada de cifras que dejan tantos otros crímenes graves en el país. Teresita Gaviria sostiene con vehemencia: “No podemos dejar invisible este flagelo. No puede seguir pasando”.
Las Madres de la Candelaria
Premio Nacional de Paz en 2006, cargan no sólo con el dolor de la ausencia de sus hijas e hijos, sino también con el del resto de familias que viven el mismo viacrucis.
Teresita Gaviria, una de las fundadoras de la organización, explicó la tragdia: “Me he convertido en alguien que busca a todos los desaparecidos. Hemos generado la mayor visibilización ante los medios de comunicación y el Gobierno. Nuestro objetivo es darles, al menos, identidad a las personas que se perdieron para que la desaparición forzada no quede impune”. Y agrega, con resignación: “Pero no pensamos encontrarlos con vida, porque es muy difícil”.
Las más de 800 mujeres con las que cuenta la organización se dedican, más que a buscar restos, a buscar la verdad. Reaccionan a cualquier pista que les entreguen sin perder la esperanza.
El camino, sin embargo, ha sido incierto y difícil de sobrellevar para estas personas, que llevan poco más de 18 años aguantando la incertidumbre. “Hemos vivido muchas dificultades, las familias se enferman esperando saber de su ser querido. Nos sentimos muy solas, por eso lo que hemos intentado ha sido transformar el dolor”, declara Teresita Gaviria.
Verdad y memoria: El Espectador
Noviembre 13 de 2017