Un Estado presidido por un mandatario corrupto que despilfarró recursos y repartió cargos al mejor estilo de las decadentes monarquías absolutas desde el inicio de su gobierno hasta el ocaso de su nefasto mandato, un congreso en su mayoría inepto y corrupto, que además de legitimar las fechorías de su monarca y que hoy naufraga en las heces de su propia corrupción ante la mirada complaciente del poder judicial, que como el avestruz entierra la cabeza en la arena frente a los desafueros de la politiquería, una fiscalía general de la nación, que sin la más mínima vergüenza oculta, frena, obstaculiza, archiva o precluye investigaciones en serie contra los desafueros y delitos de funcionarios públicos de libre nombramiento y remoción, de militares, policías y criminales enquistados en la función pública, son un ejemplo claro y contundente de un gobierno que cierra su periodo acudiendo al fraude como expresión de su espíritu corrupto. Estamos, ni más ni menos frente a la apología de la corrupción, es decir la apología del crimen organizado en todas las instancias del Estado.
Aunque el tema del fraude no es nada nuevo en la política colombiana como lo recordó en su artículo del domingo pasado Daniel Samper Pizano en su columna “El compadre fraude” en la página “Los Danieles”, la maleva intención del gobierno es reducir el verdadero contenido de la democracia al ejercicio del sufragio universal cuando en realidad la democracia es mucho más que eso.
Y así, como se volvió costumbre el fraude en sus más vulgares y cínicas formas (compra de votos, cargos públicos, contratos, presiones laborales sobre los electores), y otras peores como la amenaza a los candidatos, su eliminación física, las falsas acusaciones que les imputan para desacreditarlos sin la más mínima sentencia y condena del Estado, los seguimientos ilegales, los montajes en las redes para hacer desistir a sus seguidores y simpatizantes, se aclimataron gravemente al interior de las campañas electorales como parte de su estrategia por parte de las elites regionales y el poder político y económico nacional y los medios de comunicación, defensores del régimen de turno cada dos y cuatro años.
En medio de este panorama desolador, no resultaron infundados los temores de quienes desde diferentes orillas políticas, círculos académicos, de autorizados conceptos de reconocidos y respetados expertos en el tema electoral sobre la postulación al cargo de Registrador de Alexander Vega, se hicieron sentir con mayor vehemencia luego de su elección porque como lo demostraron los protuberantes hechos del domingo 13 de marzo, ha puesto contra la pared la cacareada democracia más antigua del continente haciéndola depender del proceso electoral
En este escenario desde el hijo de un defraudador (Andrés Pastrana) hasta el defraudador consumado Uribe Vélez, (reelección, referendo contra la paz), salieron a declararse víctimas de sus propios inventos y de sus ineptos, serviles y venales abogados como Diego Cadena y funcionarios públicos como Alexander Vega registrador nacional.
*Las opiniones expresadas en este artículo de opinión son del autor y no de SOACHA ILUSTRADA.