El último recurso posible del gobierno de Iván Duque, sumido en el desprestigio y en el fango, fue acudir a los partidos de la tradición y a los intereses de las élites para recuperar un mínimo de maniobra y respirar en el periodo restante.
Llegaron al poder con la soberbia de un mando unificado entre las filas del uribismo puro, sin lazos obligatorios que les significaban una posible traición aunque provinieran de sus mismos ideales neoliberales y excluyentes y compartieran el mismo boicot al proceso de paz.
La soberbia y el delirio les duró poco y el desprestigio es tan amplio como su improvisación. La mermelada que tanto juraron detestar la reparten ahora en ministerios y embajadas a nombre de los hijos de los mendigos, de sus esposas o sus primos de acuerdo al pacto y a la necesidad.
Las élites, que trabajaron y sostuvieron siempre sus cuotas repartidas por el Estado formado por ellos y para ellos no creyeron nunca que una secta más radical se infiltraría en la historia para excluirlos. Recobran progresivamente sus botines y la extorsión política acumula sus cálculos. Votarán en bloque los proyectos y las leyes de acuerdo al nivel y al calibre de los favores recibidos, y amenazarán con la abstención si los favores se dilatan en los nombramientos.
Cambio Radical y sus partidos afines tienen los tronos que buscaron siempre, y los Char agigantan su imperio sin ruido, llegando bajo de los otros escándalos y pervirtiendo la atmósfera puritana de las mismas élites centralistas que se resignan ahora a compartir sus privilegios con advenedizos de la provincia. Dirán que son los sacrificios inevitables del tiempo, y que los pactos finalmente les permitirán recobrar progresivamente el poder hasta una nueva sucesión y un nuevo elegido.
Por lo pronto y por ahora no hay política vigente para mostrar, ni proyectos de país, ni un esquema de gobierno serio. La coyuntura solo está para cobrar prebendas, cuadrar las cajas retrasadas, acomodar los cargos merecidos por tradición, y votar lo que el gobierno benefactor ordene sin importar los efectos y las dimensiones. Así trabajaron desde siempre y así lo harán aunque la secta imponga un exabrupto.
El Partido Liberal lo ha demostrado muy bien en cabeza de su jefe rapaz, conocedor profundo de las tácticas del manoseo y la avaricia. su franquicia permitió el regreso del uribismo y espera ahora el nombramiento de Simón en la exquisita embajada que deja libre el autodestructor Francisco Santos, un botín merecido por los ajetreos de la contienda electoral y la alta traición al muerto célebre que le heredó la presidencia y el dominio de un partido que todavía puede negociar los nuevos pactos.
También esperan en fila los pastores de las iglesias que les llevaron los reos para asegurar las cifras del poder, y los viejos sindicalistas que se vendieron siguiendo los buenos consejos y la buena vida de Angelino Garzón, y los terratenientes que todavía esperan las nuevas ampliaciones y las escrituras pendientes.
No hay proyecto de Gobierno pero hay trabajo por cumplir, y un nuevo fantasma ha aparecido en el aire para simular seriedad y un nuevo empuje diplomático: Aida Merlano y el contexto perfecto para subir en las encuestas braveando enemigos lejanos con Juan Guaidó, su homólogo legítimo en el prestigio.
Fuente: El Espectador
Febrero 2 de 2020
* Las opiniones expresadas en este artículo de opinión son del autor y no de SOACHA ILUSTRADA.