“Nunca había vivido algo así”, dijo un ama de casa cuando en su apartamento ingresaron los vapores de los gases lacrimógenos lanzados por el ESMAD.
En agosto de 2013 estalló un paro nacional agrario de grandes proporciones, los campesinos sin tierra cansados de tanta violencia y de promesas incumplidas se rebelaron, e iniciaron una huelga como muy pocas veces se había visto.
En siete días el paro dejó cuatro muertos y numerosos bloqueos, pueblos enteros desolados, vías taponadas, el campo abandonado, y el comercio paralizado, sin embargo, el presidente de ese entonces, Juan Manuel Santos, ante la prensa prepagada y sumisa, se atrevió a decir que «El tal paro nacional agrario no existe«.
Y ahí fue Troya, el movimiento campesino tomó tanta fuerza que inclusive se llegó a pensar en la debacle del Gobierno. Desde Barranquilla hasta Pasto, la ciudadanía en su conjunto se solidarizó con el justo reclamo de los campesinos, Bogotá vivió un clima de permanente agitación y las manifestaciones multitudinarias se volvieron normales, donde incluso campesinos, indígenas, exguerrilleros, exparamilitares y sindicalistas, desfilaban acompañados de estudiantes, obreros, ejecutivos y amas de casa.
Pero todo no podía ser maravilloso, la MANE, directiva estudiantil de la Universidad Nacional decidió un buen día convocar al estudiantado a una marcha en apoyo a los huelguistas del agro.
La calma, el colorido y la alegría que predominaban ese día en la mañana por la marcha de apoyo al paro agrario en Bogotá fue interrumpida abruptamente a la 1:35 p.m., cuando unos manifestantes ante la arremetida policial pasaron de las arengas y los carteles en contra del Gobierno a la confrontación violenta contra la Policía.
No bastó que algunos de los manifestantes batieran pañuelos blancos y llamaran a la calma con un eufórico “¡sin violencia, sin violencia…!”, la violencia se generalizó, los ataques y refriegas se multiplicaron y el caos reinó en el centro de la ciudad. Los disturbios se tornaron tan complejos que, incluso, la Policía tuvo que utilizar tanquetas para dispersar a los manifestantes.
El infierno se extendió a los suburbios de la ciudad, un joven de 18 años murió con un disparo en la frente durante los disturbios registrados entre la Policía y un grupo de manifestantes en el sector de La Gaitana, en Suba. Otra persona muerta se registró pasadas las 11:00 de la noche en la localidad de Engativá. La Administración distrital dio un reporte de 100 personas heridas, especialmente con heridas por traumas en la cabeza, y por asfixia, tras la inhalación de gases. Las autoridades reportaron que 37 policías recibieron atención médica de urgencias.
Soacha no fue ajena a estos hechos, desde bien temprano se bloqueó la Autopista Sur a pocos metros de San Mateo, allí los manifestantes atravesaron postes, llantas y piedras para impedir el paso de personas y vehículos. Los desórdenes dejaron un muerto y dos patrulleros y un teniente herido. Fuera de un centenar de manifestantes detenidos, también hubo varios comercios saqueados y la ciudad terminó en toque de queda desde las 6 de la tarde. “Nunca había vivido algo así”, dijo un ama de casa cuando en su apartamento ingresaron los vapores de los gases lacrimógenos lanzados por el ESMAD.
La violencia tuvo como consecuencia la ruptura de las negociaciones entre el Gobierno y los campesinos que llevaban varios días intentando acordar soluciones a los problemas del agro. Con la espalda contra la pared, gracias al desprestigio orquestado y amplificado por los medios de comunicación los campesinos se rindieron, humillados regresaron a sus parcelas a rumiar su miseria y a seguir sufriendo el abandono de un Estado indolente e insolidario.
Este jueves Bogotá vivió algo parecido, esta vez fue la marcha de protesta de estudiantes universitarios contra las medidas tributarias del Gobierno quien pretende gravar con IVA la canasta familiar y al mismo tiempo reducir el exiguo presupuesto de la educación, ciencia y tecnología. La marcha como suele ocurrir, terminó en un completo desmadre, la ciudad se paralizó, los disturbios y la violencia hicieron recordar el “Bogotazo” de agosto de 2013.
Y aunque nadie perdió la vida, si quedaron decenas de heridos, varios detenidos y decenas de comercios y entidades bancarias vandalizadas. Los medios de comunicación alineados han empezado una campaña de desprestigio contra la protesta estudiantil, de hecho las imágenes del ataque a RCN se han repetido hasta la saciedad, generando ya un rechazo de la ciudadanía a la protesta y peticiones de los estudiantes.
Así las cosas, tal como ocurrió con el paro agrario, el paro estudiantil murió, dentro de pocos días, y ya contra la pared, los estudiantes de las universidades públicas derrotados por sus mismos errores no tienen otro camino que volver a clases y convivir con la precariedad en que se encuentra la educación pública en Colombia.