Precisiones filosóficas de los excesos y la demagogia politiquera en perspectiva

Ante una metamorfosis y lujuria devoradora nos asiste lo que fue, lo que es y lo que será sin fin, que crece cual copula política infecunda que hace fluir los genomas del amor social entre dichas y desdichas que enmarcan una gesta desestabilizadora del orden.

Por Mariano Sierra

Nos envuelve una historia de un mundo autofago, que se auto destruye con ansiedad codiciosa en medio de emociones incontrolables, que desvían las esperanzas de un pueblo lleno de añoranzas, buscando emanciparse de ideologías imperfectas, sin ideales que devienen de un oscurantismo donde hábitos sociales justifican el devenir de tiempos borrascosos que azotaron los campos, matando ilusiones y aún siguen en esas macabras rutas con instrumentalizados métodos de estirpes múltiples.

El vientre de la vida multiplica genomas sin fuerza, pues ella, la vida, sabe que fornicar políticos produce degeneración, por ello, el amor social no preña saberes, sino que crea pueblos para la lucha y los cambios. El mundo está dominado por la envidia, la obsesión y la codicia, como tantos otros pecados capitales que queman los corazones y los recintos terrenales teñidos con sangre inocente. Por ello, esos protervos de la política no soportan el rigor de un examen de conciencia. Le temen a Dante con su Divina Comedia, ya que allí existen los suficientes infiernos para albergarlos.

Corresponde a la gesta del cambio, romper la naturaleza humana, la social y aquellas otras naturalezas de la política. Que parasitan en todos los entornos, viviendo la rutina de lo inútil. Decía alguien, que la vida no está en vivir, sino en saber para que se vive. En este orden, estamos llenos de verdades toxicas que no pueden estar presentes en una transformación, son elementos de escaza precisión conceptual, de una ausencia de razón, para el que hacer. El amor tiene mucho para darnos, nadie más lo hace.

El mundo está dominado por diversidades que se desprenden de actos muy puntuales que queman el espíritu de los corazones comunitarios y les da alcance a puntos terrenales teñidos con sangre inocente. Protervos, mercenarios sobresalen con intenciones polémicas, enemigos del orden justo con explosivos sentimientos. Ante la lujuria política, el mundo moderno viene dando pasos en falso sobre el manejo de sus actos, ocasionando problemas interiores, de violencia y pasiones irritables.

Todo vicio deshumaniza, atenta contra la etimología despersonalizando el sentir de la vida. Un historiador señala que Colombia es un país contrahecho, donde las mismas comunidades se enfrentan, impidiendo destruir las brechas de una politiquería asfixiante, codiciosa e indiferente, que lo único que saben hacer es desestabilizar.

Los saberes de la natura nos hablan para hacernos sentir lo que somos. El hombre que tiene conciencia sufre mientras reconoce sus faltas…. y en ese devenir también le hace reflexionar como un saber así… Amo la humanidad, pero cuanto más la quiero, menos cariño me inspira… Las fuerzas proclives al desconocer la existencia, la cubre con el negro manto de la muerte y en compañía de la violencia aclaman la soledad, acariciando el vacío, mientras el tiempo avanza dando vida a la esperanza del débil, esperando del mundo sus saberes, su justicia con un lenguaje de palabras de aliento que le llegan a su sentir vital. Ese sentir es el eco del sonido que se desplaza al ritmo de la voz, con la fuerza del viento recio que grita… Ya no más…

La lujuria social y política aposenta fenómenos tales que nos introduce en un mauseólico interior perfilando convulsiones donde actores de la vida s su estilo fabrican situaciones ante la fría quietud de los demás. El mundo vive engendrando hombres para la guerra, para sacrificarnos unos con otros, en medio de silencios sepulcrales, sin poder hablarnos, pues el temor constante nos aísla en nuestro propio mundo, y el silencio recoge todo el acervo de sórdidas y grotescas habladurías.

Son las piaras de la política, sempiternos e indecorosos quienes hacen alardes en la universalidad de los pueblos. Los cambios o transformaciones conducen a unos hallazgos en la medida que se atrincheran en los ámbitos del tejido social, para generar desafectos o mejor desarticulaciones, cuyos métodos instrumentalizan conductas non santas que agitan el espíritu teológico, social y político desviando la legitimidad, que se apacigua en la verdad de apuño de aquellos que sienten la vida.

Estas tipologías son una afectación a la política, a los políticos y los actores conexos. Estas razones desmatizan las conductas humanas, sobretodo cuando políticos, sociedad y conexos ejercen el cinismo como mampara para defenderse con argumentos por demás profanos, engañosos y mentirosos.

El vulgo político vive con su asiento en el pandemonio, lugar propio para generar las reuniones propias del alboroto politiquero, a un costado del infierno, donde el parlamentarismo sabe crear los caos, centro del mal, donde se pierden las ilusiones de la democracia. Allí resuenan los discursos sobre el bien y el mal. Vivimos una temeridad sin osadía. Los sentimientos no rotan, más si las emociones tristes que giran en círculos concéntricos ahogando el querer sin límites de un pueblo.

El politiquero, el hombre del subsuelo, tal como lo describe un pensador de antaño que, desde los confines, muestra el devenir de las memorias, de quienes vive como un misántropo, confuso y miserable, mentiroso, voluptivo y lujurioso. Así asume sus prácticas corruptas, fracturando todas las virtudes, principios y valores y las leyes constitucionales, fomentado hombres y sociedades marginales, focos de desigualdad, que niegan la revolución de la vida, del saber, del progresismo y la unidad social.

En una sociedad donde se legitima el mal proceder con un cinismo bestiario, expresión de la sinrazón, el mundo clama el vivir y el logro de la libertad con un orden justo y un derecho civilizado, con una cultura en perspectiva que defienda los derechos humanitarios, el significado del hombre para el sentir del conocimiento humanista.

El mundo congrega a la politiquería en la estirpe indecorosa, escoria desprovista de ideas que se mezcla en la sociedad como enemigos, esclavos de los poderosos que ludían, como idiotas útiles, único oficio que saben entender. Pertenecen al orden de los granujas con visión corrupta y una ceguera moral. Como corpus desestabilizadores, viven instrumentalizando sus magras capacidades, deformando el mundo y el existir, en horrendos grupos de un parnaso que exaltan una idiosincrasia particular improductiva, negacionista y sofisticada.

La manada burguesa capitalista, se provee de estos esquiroles del averno, huérfanos de razón cuya conciencia hibrida limitada, no les permite tener sentido común al negárseles acuñar sentimientos, solo pasiones desordenadas entre mentiras amargas dónde la mafia logra usarlos para sus fines nefastos y en sus juegos democráticos para engañar y pervertir los pueblos, para violar los fueros con rabia y odio.

Los politiqueros y otros actores conexos de reparto, con traje camaleónico. viven en mundos paralelos, entre errores y horrores, engaños y falsos dogmas, constituyendo acuerdos y pactos ilícitos donde dineros judaicos cohonestan sin importar las instituciones, sean social o política. Los políticos viven subordinados a jefes poderosos, a sus ambiciones lujuriosas, pecados sociales en especial a la corrupta forma de proceder, asumiendo posiciones que no son dables en sus funciones.

El signo de la cruz, la espada, las leyes impopulares y el desdén político, han doblegado a nuestros pueblos con sofismas politiqueros, desvirtuando la realidad por fuera de la verdad.  Es de destacar como se acercan a estas conductas non santas, textos parabólicos como La cizaña, y otros tantos del sentir de la política indigna como los cismas, los perjurios, la perfidia y el segregacionismo. La facundia verborrea con elocuencias engañosas se dejan ver en los anales de nuestra historia humana, como posturas politiqueras, como aprendizajes del mundo donde habitan en su laberinto, sin salida, creando la más profunda inseguridad nacional y mundial.

Dicho sea, que estamos en un átomo volando porque todos los mayores ilícitos de todo orden quedan a la deriva y la seguridad es un velo que nunca se corre. Una reforma política y constitucional debe ser un imperativo.

marslawyer@hotmail.com