La semana pasada se aprobó por las mayorías en el Congreso, y lamentablemente sin mayor debate, el Presupuesto General de la Nación para 2021. Y es que si bien tiene aspectos positivos, con franqueza debo decirles que no responde a la imperiosa necesidad de reactivación económica y a las realidades que afronta el país actualmente. En este momento extraordinario se requiere de medidas igualmente extraordinarias, y este Presupuesto es en muchas medidas más de lo mismo. Está construido con la misma lógica de todos los presupuestos anteriores. Obedece más a la inercia que a un rompimiento necesario dadas las circunstancias inéditas que estamos viviendo.
Desde el principio de la discusión presupuestal, se dijo que éste es un Presupuesto que sólo cuadra en PowerPoint. No cuadra en la vida económica nacional sino únicamente en presentaciones del Ministerio de Hacienda y el DNP. Ni siquiera coincide con las cifras presentadas por el Banco de la República y por la Contraloría General de la Nación.
En justicia hay que mencionar es que no todo es negativo. Por ejemplo, se puede resaltar el aumento en la inversión que subió en 40% en comparación al año anterior. También vale la pena destacar los montos históricos en sectores de educación y salud que sin duda son importantes para el desarrollo de Colombia y el esfuerzo por reducir el servicio de la deuda.
No obstante, hay preocupaciones en la forma cómo se ve el país en el mediano plazo. Aunque hay algunos recursos para financiar la recuperación económica, lo cierto es que éste debía ser uno de los puntos centrales del Presupuesto, porque las empresas son las más afectadas y las que impulsarán el desarrollo del país. La realidad es que no hay recursos lo suficientemente potentes para ello ni claridad sobre el muy mencionado “Plan de Reactivación”.
Por otro lado, no hay suficiente claridad o certeza en el panorama financiero del país de cara al corto y mediano plazo. Esto, principalmente porque el Ejecutivo habla de un efecto rebote de la economía luego de la pandemia, con cifras de crecimiento inconsistentes que no tienen antecedentes y están basadas en supuestos difíciles de creer. No es posible que se dé un efecto rebote cuando no se están apoyando a las empresas locales que fueron las más golpeadas, y esto nos pone en un panorama fiscal con alta incertidumbre. Mientras que el Gobierno estima un decrecimiento de -5,5% con un crecimiento de 6,1% para el año siguiente, la Ocde plantea una caída de -6,6%, el FMI habla de una caída de -8,2% y el Banco de la República, en el mejor de los escenarios, sólo habla de un crecimiento 3,3% para 2022.
Además, como lo menciona el Observatorio Fiscal de la Universidad Javeriana, la información presentada por el Gobierno no profundizó al nivel de detalle o desagregación por destinación específica que permitiera una mayor transparencia en los recursos y el control. Esto nos puede llevar a una eventual reforma tributaria, al congelamiento de gastos o a firmar un cheque en blanco para vender activos estratégicos para el país. Bien podemos decir que este es un Presupuesto amargo. Sin claridad en el detalle, con cifras dudosas, con estrategias contradictorias y sin los ojos puestos en sectores importantes para el empleo; será muy lento y complicado el camino para nuestra reactivación.
**Representante a la Cámara del Partido Alianza Verde