“Las personas sin conocimiento de su pasado, de su origen y de su cultura son como un árbol sin raíces” Marcus Garvey
El vandálico hecho que destruyó para la posteridad el símbolo de la identidad espiritual y cultural de la población natural y arraigada del Dios Varón en nuestro municipio no es un hecho aislado, sino que corresponde al deterioro y eliminación sistemática de algunos elementos culturales que han sido esenciales como referentes de la cohesión de la identidad local y cultural de los habitantes en nombre de “la modernidad y el progreso”.
Ese proceso producido durante los últimos 70 u 80 años no solo es producto de lo que se dio en llamar “desarrollo” y que ha abarcado cambios desde las raíces lingüísticas muiscas como el sufrido por el ancestral vocablo muisca Xuacha por “Soacha” de la ciudad, forma parte del abandono y el olvido de otra diversas manifestaciones culturales en diferentes espacios del territorio que reflejan la pobreza cultural e ineptitud de toda una generación de gobernantes locales para quienes los elementos de la cultura carecen de valores espirituales de identidad que actúan como factores de cohesión, unidad y la solidaridad entre los pueblos.
Todo ha venido siendo arrasado por los nuevos conceptos culturales neoliberales del aprovechamiento del espacio geográfico con máxima rentabilidad, y todo lo que sobre él existe como la aberración que en su momento quiso llevar a cabo un mandatario local de construir un puente de cristal sobre el curso del rio Bogotá en el salto del Tequendama para que visitantes locales, nacionales y extranjeros seguramente se extasiaran con los fétidos olores que emana de las negras y corrompidas aguas de un río que durante pasadas épocas fue vía de comunicación, fuente de vida, y líquido vital para la producción de alimentos.
Y ni qué decir del trágico recuerdo que los mayores relatan de la muerte del río Xuacha igualmente arrasado por el progreso, o la destrucción y demolición de su arquitectura republicana que inicio paradójicamente un mandatario local; o la ignorante decisión de un párroco de demoler una iglesia colapsada en parte por un temblor, cuya arquitectura se erigía como referencia de la influencia arquitectónica de variados estilos estéticos y arquitectónicos, tallada hermosamente con las laboriosas y prodigiosas manos de maestros canteros.
No se ha quedó nada por fuera. Todo ha venido siendo arrasado por los nuevos conceptos de la cultura neoliberal capitalista del aprovechamiento con máxima rentabilidad del espacio geográfico sobre toda cuanto existe.
Igual o peor suerte han corrido lugares que evocan la historia de los viejos pero eficientes sistemas de transporte como el ferrocarril del sur y su clásica estación ferroviaria, cuyo destino durante los últimos 40 años luego de finalizada su tarea, dio paso a los grandes negocios de los empresarios del transporte, y tan insigne espacio que conoció toda suerte de negocios, hicieron olvidar la importancia que para la movilidad de pasadas épocas tuvo y habría podido tener este centenario sistema de transporte.
Las coloniales construcciones sabaneras de las viejas haciendas en las que se recrearon las élites económicas y políticas y se decidieron muchos asuntos sobre la suerte el país, y que hoy podrían estar abrigando museos, bibliotecas y centros culturales, dieron paso a grandes desarrollos urbanos en los que se priorizaron las ganancias e intereses de banqueros y elites políticas de recientes épocas.
Quién acaso no recuerda el deterioro total que sufrió la estructura de la hacienda “El Vínculo” en la que se recreó la creatividad literaria del insigne prosistas Eugenio Díaz gracias a la desidia e ineptitud de nuestros gobernantes para implementar proyectos de cuidado y conservación, o quien no recuerda la destrucción por un incendio y el vandalismo de la casa de la “Chucua Vargas” para despejar el camino a los nuevos desarrollos urbanos de vivienda.
O para no ir muy lejos, basta visitar el parque principal de Soacha y observar cómo su actual arquitectura solo refleja la carencia total de conceptos estéticos de la identidad cultural en la que observa una amalgama indefinida de estilos sin referentes en las nuevas edificaciones que contrastan bruscamente con las que alguna vez caracterizaron su época, su origen y sus primigenias influencias.