Por Cleve R. Wootson Jr. – The Washington Post –
La flota española cargada de tesoros que atravesaba ida y vuelta el océano Atlántico entre Europa y el continente americano fue un invento tan importante en el siglo XVI como lo es actualmente el envío sin cargo puerta a puerta. Organizada 70 años después del primer viaje de Colón, la flota estaba compuesta por varias naves adaptadas para un objetivo primordial: explotar las riquezas del Nuevo Mundo con la mayor eficiencia posible.
El San José, el galeón de mayor porte y nave insignia de una de las flotillas españolas que empezó a surcar los mares en el siglo XVI, era enorme, y gracias a sus 62 cañones de bronce con delfines grabados, también era lo suficientemente letal como para disuadir o destruir cualquier nave, fuesen de piratas o de naciones rivales.
Excepto cuando no lo logró. En 8 de junio de 1708, durante la Guerra de Sucesión Española, el polvorín del San José estalló durante un enfrentamiento con barcos ingleses, y sus 600 marineros terminaron en el fondo del Atlántico, junto con el oro, la plata y las esmeraldas de las minas del Perú, un botín total valuado en unos 17.000 millones de dólares actuales.
El naufragio del San José se cuenta entre las pérdidas marítimas más costosas de la historia. Y allí quedo sumergido durante más de 300 años «el Santo Grial de los naufragios».
Hasta que llegó el Remus 6000 -un diminuto robot sumergible equipado con cámaras y sensores y capaz de alcanzar los 6.500 metros de profundidad- y descubrió el lugar de descanso final del barco hundido.
El sumergible no tripulado, operado por el Instituto Oceanográfico Woods Hole, utiliza sonares de largo alcance para identificar objetos que se encuentran sobre el lecho marino, y luego los rodea para sacar fotos de todo aquello que merezca una mirada más de cerca.
El Remus 6000 usó la misma técnica para encontrar los restos del vuelo 447 de Air France, dos años después de que se estrelló frente a las costas de Brasil, en 2009.
Los restos del San José fueron descubiertos hace dos años, pero su locación exacta frente a las costas del puerto colombiano de Cartagena y otros detalles han permanecido en el más estricto de los secretos.
El lunes se conocieron nuevos detalles de la búsqueda, revelados por las agencias involucradas en el operativo, incluido el ferry militar colombiano que transportó el Remus 6000 hasta el sitio de búsqueda.
Los investigadores se dieron cuenta de lo que habían encontrado por un crucial detalle distintivo: los cañones grabados con figuras de delfines.
La diminuta nave descendió hasta apenas 9 metros por encima del San José y tomó fotos de sus inconfundibles cañones.
Jeff Kaeli, uno de los ingenieros que operan el Remus 6000, dijo que estaba en su camarote cuando las primeras imágenes empezaron a llegar.
«No soy arqueólogo marino, pero. sé distinguir un cañón cuando lo veo», le dijo Kaeli a la cadena de noticias CBS News. «Así que por un momento fui el único en el mundo que sabía que habíamos encontrado la nave«, relató.
Más allá de comentar sobre el robot y la ingeniería utilizada en la búsqueda, quienes conocen las coordenadas exactas del San José no se explayaron demasiado, en parte porque el barco sigue siendo objeto de una disputa internacional, pero ahora en el presente: ¿Las esmeraldas y metales preciosos que se encuentran en el fondo del Atlántico pertenecen al pueblo de Colombia o al pueblo de España?
«El hallazgo del San José tiene mucho significado histórico y cultural para el gobierno y el pueblo colombianos, porque el tesoro de artefactos históricos y culturales que encierra el barco, y por las pistas que puede suministrar sobre el clima político, social y económico de Europa a principios del siglo XVIII«, dijo el Instituto Oceanográfico Woods Hole en su comunicado de prensa sobre el hallazgo.
«El gobierno de Colombia planea construir un museo y un laboratorio de conservación de primera clase para preservar y exhibir públicamente el contenido de la nave, incluidos los cañones, las piezas de cerámica, y otros artefactos.«
Mayo 25 de 2018