El mayor drama corrió por cuenta de la población marginadas, donde la miseria y la pobreza extrema, el desempleo y el hambre, obligaron a recurrir a las más diversas formas de transgresión de la ley como única forma de satisfacer las necesidades, mientras la ola de especulación que se desató durante los primeros meses de la pandemia mostraron la ausencia de las autoridades para que actuaran en favor de los consumidores.
La pandemia en Soacha puso al descubierto la debilidad del sistema de salud caracterizado por la carencia de centros provistos debidamente con personal médico, UCI´S y equipo suficiente, y lo más importante, puso en el centro del interés de la opinión pública local la urgente necesidad de contar con el hospital de tercer nivel para la ciudad.
Exhibió además la fragilidad del sistema educativo por la limitada disponibilidad de recursos tecnológicos, conectividad y plataformas para desarrollar el proceso de enseñanza-aprendizaje con calidad por el paso intempestivo de la presencialidad a la virtualidad, la deserción escolar, los cambios de Secretario de Educación y los cuestionables contratos en el suministro del PAE con operadores objeto de sanciones por las autoridades.
La delincuencia generó uno de los periodos más inseguros durante los últimos años, y en vergonzoso contraste, los ciudadanos quedaron indefensos, quedaron a merced del crimen, situación que se explica por el poco pie de fuerza, la debilidad de sus recursos tecnológicos para combatir el delito, la carencia de instalaciones de Policía apropiadas en algunas comunas, las deficiencias en el patrullaje, y en no pocos casos, el abuso de las autoridades de Policía en los procedimientos que ejecutan y que arrojan un saldo negativo para sí misma por la pérdida sistemática de la confianza de la ciudadanía en la institución.
La crisis economía por los toques de queda, el cierre de negocios, la reducción del consumo por la pérdida de miles de empleos, dispararon el desempleo y las pocas actividades que se “reinventaron” lo hicieron con sus propios esfuerzos y recursos sin ningún apoyo ni orientación de la Dirección de Desarrollo Económico del gobierno local.
El mayor drama corrió por cuenta de la población marginada, donde la miseria y la pobreza extrema, el desempleo y el hambre, obligaron a recurrir a las más diversas formas de transgresión de la ley como única forma de satisfacer las necesidades, mientras la ola de especulación que se desató durante los primeros meses de la pandemia mostraron la ausencia de las autoridades para que actuaran en favor de los consumidores.
Como si la crisis económica no fuera suficiente, empresas de servicios públicos como el gas domiciliario impusieron abusivas alzas en las tarifas, y en otros casos el pago del servicio de aseo bimensual, la nueva empresa lo convirtió en mensual sin que los usuarios tuvieran la menor injerencia ni en los cambios y mucho menos en el valor de las tarifas, camuflando con dicha estrategia alzas arbitrarias e ilegales en detrimento de los ya exiguos ingresos de los ciudadanos.
Desde antes de la pandemia, Soacha registraba una de las más altas tasas de desempleo del país, que se agravó con el virus, el confinamiento, el miedo, la incertidumbre, y, sobre todo, por el flujo de población migrante extranjera y colombiana como consecuencia de la situación de crisis política en Venezuela y del conflicto interno en nuestro país.
El municipio reportó las cifras más altas de contagios y fallecimientos del Departamento, en virtud de su alto número de población y la flexibilidad en la aplicación de las medidas por parte de las autoridades relacionadas con el estricto cumplimiento del confinamiento, por la desaparición física de la institucionalidad pública, es decir de los funcionarios del Gobierno.
El balance no puede ser peor, deja un alto número de fallecidos y el dolor de familias enteras, cierres de negocios, quiebras, y en general más pobreza como el más difícil desafío lo que debe llevar al Gobierno a introducir cambios urgentes en la dirección del municipio y la orientación de la reactivación económica en la que antes que privilegiar el enriquecimiento de unos pocos se haga énfasis en la disminución de las desigualdades sociales y los desequilibrios económicos que han caracterizado nuestro subdesarrollo como Estado, nación y municipio.
El balance de la gestión administrativa durante la pandemia deja un balance negativo en el que tiene una alta cuota de responsabilidad el jefe del Gobierno por la larga y controvertida conformación de su equipo, priorizando el cumplimentando de los compromisos políticos contraídos en la campaña electoral, repartiendo mermelada, contratos y cargos sobre la acción oportuna de apoyo a los ciudadanos más vulnerables del municipio.
Ello explica que en los primeros 6 meses de gobierno, tuviéramos tres Secretarios de Salud, dos Secretarios de Educación, un IMRDS huérfano de dirección durante varios meses y padeciendo el mismo mal la Dirección de Cultura, y para colmo, la controvertida elección del Personero bajo medidas cautelares, la estación de Policía de la Comuna 2 y los habitantes a merced de la delincuencia común.
Las instituciones del Estado en todos los niveles de los cuales Soacha no es la excepción, expusieron sin pudor las protuberantes deficiencias, irregularidades, improvisación, ineficiencia y no pocas actividades de corrupción en las acciones de Gobierno relacionadas con la planeación, organización y distribución de las ayudas, el escaso control y trasparencia, muestran a la fecha un balance francamente cuestionable y preocupante sobre los destinos de los recursos públicos del municipio.
El confinamiento se presentó como la mejor oportunidad para desplazar a la opinión pública, medios de comunicación independientes, organizaciones sociales de los escenarios de decisión con el paso a la institucionalidad virtual, para que la coalición de Gobierno actuara como una verdadera aplanadora presentando proyectos de Acuerdo que si bien pueden ser importantes para la ciudad, no se compadecen con las carencias y necesidades actuales de los ciudadanos.
En síntesis, la crisis del modelo de desarrollo económico descargó todo el peso de la crisis en los sectores más vulnerables y pobres de la población, profundizado los desequilibrios y las desigualdades económicos que caracterizan nuestra sociedad, a las que se suman las graves afectaciones a la población producidas por los desastres naturales ocurridos durante los últimos días en diferentes regiones del país.
El aumento del número de contagiados por el rebrote y el creciente número de fallecidos comprueba que el peligro continúa, y lejos de la solución definitiva de la vacuna, cabría preguntarnos hoy si el sistema de salud público municipal, el sistema educativo, las finanzas públicas entre otros aspectos, ¿están ahora mejor o peor que antes y en condiciones de garantizar la vida y el bienestar de los ciudadanos?
* Las opiniones expresadas en este artículo de opinión son del autor y no de SOACHA ILUSTRADA.