Hace poco más de un siglo, en 1913, se estableció el día para la celebración de la unión entre España y los pueblos de América.
El impulsor del Día de la Raza o Día de la Hispanidad, el político español Faustino Rodríguez-San Pedro, dijo que era un homenaje «a la intimidad espiritual existente entre la nación descubridora y civilizadora y las formadas en el suelo americano«.
Pero durante tres siglos de Imperio Español en las «Indias» de América, lo que realmente gobernaba era una marcada y muy práctica división de clases sociales.
La división se llamó sistema de castas y funcionó en los virreinatos y territorios de la corona española.
«Es el orden con el que se gobiernan las Indias. Los españoles conquistadores no vienen a trabajar, vienen a que los indios y los negros trabajen para ellos«, explicó Federico Navarrete, doctor en Estudios Mesoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Con el descubrimiento de América en 1492 y en las décadas siguientes de colonización, comenzaron a marcarse tres grupos sociales básicos:
Blancos: españoles peninsulares o nacidos en América.
Indios: habitantes originarios de América.
Negros: esclavos traídos de África.
La mezcla entre esos grupos dio lugar a las castas, una clasificación de las personas dado su linaje, quiénes eran sus progenitores y qué lugar ocupaban en la sociedad medieval de aquello siglos.
Y de esa mezcla surgió una curiosa lista de 16 combinaciones básicas, aunque las mezclas posibles son innumerables.
Otros peculiares nombres como calpamulato, coyote, cuarterón, genízaro, jarocho, tresalvo, zambo, entre muchos otros, hacían más grande la lista.
Nunca hubo una limitación a la mezcla y hasta esas fronteras entre un grupo y otro eran borrosas: «No era un sistema de clasificación sistemático. La verdad no era un sistema tan rígido«, explica Navarrete.
Y se podía manipular, pues era frecuente que se buscara que un hijo fuera registrado como blanco para que tuviera un estatus más alto para lo cual «se sobornaba al cura o se conseguían un padrino español», dice el investigador.
Explotar la base
El uso de todas estas distinciones en realidad tiene que ver con un fin práctico, más allá de la concepción moderna de la raza que surgió hasta principios del siglo XIX.
«Antes que nada es un sistema de dominación política y económica. No son prejuicios raciales, porque las castas no son razas, no hay que confundir eso«, explica Navarrete.
«Si recibían el apellido del padre blanco y los incorporaba a su familia, esos hijos contaban como blancos, independientemente de la raza«, añade el experto de la UNAM.
Los indígenas eran la gran base poblacional de América y por lo tanto eran la base del sistema económico, principalmente en el Virreinato de la Nueva España y el del Perú.
Los blancos ocupaban los puestos privilegiados de la estructura política y económica, mientras que los indios tenían que trabajar y pagar un tributo a la corona. Los esclavos solo vivían para trabajar.
La explotación de esa fuerza de trabajo era el principal objetivo de los colonizadores. Que una persona fuera de una casta u otra en realidad no añadía ni quitaba derechos, pues más bien la posición económica y social era la determinante.
«Los mestizos estaban en posiciones intermedias: no tenían que pagar el tributo de los indios, ni eran esclavos como los negros, pero tampoco tenían los privilegios de los españoles», explica Navarrete.
Los cuadros de castas
Una muestra de la división de castas fue elaborada por varios artistas de la época a través de pinturas conocidas como «cuadros de castas».
«Fueron una elaboración de la política racial oficial, cómoda para las ansiosas, o quizá inconscientes elites patrocinadoras«, escribe el historiador estadounidense William Taylor.
Sin embargo, Navarrete apunta a que en realidad eran una especie de suvenir, pues la población novohispana «siempre se estaba moviendo» entre una casta y otra.
«Se pintaban en la Nueva España para venderse en Europa y demostrar la riqueza de la tierra y la riqueza de los tipos humanos que había en la tierra«, apunta el investigador.
En el día a día, el color de la piel no era tan determinante como sí el idioma que se hablaba, la ropa que se vestía y la condición social.
«Un indio que tenía una piel más clara, que se vestía como español y hablaba español, podía pasar por mestizo e incluso por blanco«, explica Navarrete, de manera que la tez no era tan determinante.
Incluso entre blancos había clasismo, pues los peninsulares tenían mejores posiciones que los nacidos en América.
Y en aquella época se ignoraba que la piel venía de una herencia genética y hasta se creía que la dieta determinaba el color de piel.
¿Ya no existen las castas?
Para Navarrete, el sistema de división de clases «era un sistema brutalmente injusto«, pues marcaba una jerarquía muy clara entre los diferentes grupos, con discriminación y desventajas para los que no fueran blancos.
La independencia de las naciones de América dio fin al sistema de castas, pero el investigador cuestiona si esta división desapareció.
«En casi todas las repúblicas independientes se mantuvo el sistema de castas de una manera u otra«, dice Navarrete.
«Los indios y los negros siguen ocupando en toda América posiciones de desventaja muy claras frente a los blancos. En el fondo sigue siendo una continuación del sistema de castas colonial«.
Darío Brooks / BBC Mundo
Octubre 12 de 2017