Con algo más de 500.000 habitantes, Soacha es el municipio más grande de Cundinamarca. Según el Dane, ha presentado los mayores niveles de crecimiento de los últimos años y a la vez, al menos el 35,94% de su población se encuentra en la pobreza. Su presupuesto resulta claramente insuficiente para las necesidades de una ciudad considerada como la más pobre en Latinoamérica comparada con las de su tamaño.
Los problemas de Soacha se dan en todas las áreas: su tasa de homicidios es de 40 por cada 100 mil habitantes, mientras en la capital es de 17, según la Fiscalía. Las cifras de la alcaldía indican que a duras penas el pie de fuerza de la policía tiene mil uniformados: 1 por cada 538 habitantes, cuando el rango internacional aceptable es 1 por cada 200 personas. El único hospital tiene solo 16 camas para prestar atención; y sólo está en funcionamiento una fase de Transmilenio de las cuatro que se prometieron y ya está colapsada. Esto por mencionar solo algunos temas críticos.
Al mismo tiempo, ante la incapacidad de la capital de proveer vivienda a los estados 1 y 2, por precio y falta disponibilidad de la tierra, Soacha se convirtió en el banco de suelo para vivienda de interés social de Bogotá. El contribuir a solucionar el problema habitacional de Bogotá le ha planteado grandes retos, siendo el más importante, proveer equipamiento público para tantas personas en tan poco tiempo.
Que la mitad de la población de Soacha (cerca de 250 mil personas) se movilice diariamente hacia Bogotá; que las empresas que prestan los servicios públicos sean de Bogotá, o que la delincuencia no respete ‘fronteras’ son situaciones que nos ponen frente al reto de finalmente empezar a pensarnos en conjunto como una aglomeración, para evitar que sigamos avanzando por la senda que hemos venido transitando en nuestra ciudad-región, y que es la misma que también transitan otras a nivel nacional, que nos seguirá llevando hacia un escenario poco afortunado de una ciudad central moderna con zonas periféricas conurbadas y deprimidas y rezagadas.
Repensar las relaciones entre Soacha y Bogotá implica, no sólo cuantificar y evidenciar los beneficios que tiene para el distrito capital el hecho de que un municipio vecino atienda las necesidades insatisfechas de una porción importante de sus ciudadanos, sino también prevenir que explote lo que puede convertirse en una bomba social si no hacemos algo al respecto. Es una responsabilidad que Bogotá no puede seguir eludiendo y se requiere de compromisos serios y de largo plazo para revertir la tendencia de desarrollo actual que resulta insostenible
Para hacerlo, es necesario trabajar en identificar el mecanismo ideal que permita articular los esfuerzos no solo con Soacha, sino que cree las condiciones para una gobernanza integrada a nivel ciudad-región; que cree las condiciones para un desarrollo sostenible y armónico de todos los municipios que la componen; que aproveche las ventajas de cada uno y a la vez, trabaje conjuntamente por superar las dificultades. El Distrito Capital está llamado a liderar este importante esfuerzo que no da más espera. El debate está abierto, es hora de darlo.
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