Hablar de la historia de Soacha, de sus recursos naturales y de la belleza de sus paisajes está de moda.
Hace más de 20 años ese tema a nadie le importaba, primero porque en su mayoría, a los oriundos del municipio no les interesaba o desconocían de donde provenían sus ancestros, ni porqué es importante proteger su cultura y tener con orgullo identidad y sentido de pertenencia con el territorio donde se nació, se creció y se hizo adulto.
Fueron años duros, de muchas frustraciones, de puertas cerradas, de risas burlonas, de largas caminatas, de muchas exposiciones, de charlas en cafeterías y de conferencias en salones vacíos.
Con el tiempo todo cambio, y esos niños de ayer que crecieron en calles y lugares sin historia, hoy son ciudadanos que valoran y aman su ciudad.
Muchas personas de todas las edades hablan de la historia de Soacha, sus riquezas, sus costumbres, sin embargo, la gran mayoría de esos empíricos historiadores solo hablan de una ciudad pasada, tergiversando inclusive la realidad, glorificando mitos ridículos, recordando pasados de haciendas y asombrándose de sus construcciones y quejándose del estado actual de esas casonas, que en realidad no tienen ningún pasado histórico y son solo casas viejas que dejaron hace muchos años de tener alguna utilidad.
Los soachunos, mayores, adultos y de las nuevas generaciones, parece que se estancaron en el tiempo, aún viven de la frase que “todo pasado fue mejor” y no conocen o no valoran como Soacha ha cambiado en los últimos cincuenta años.
En Soacha se desconoce una realidad que es evidente y no se necesita ser historiador o consultar libros para darse cuenta que Soacha desde hace mucho tiempo se convirtió prácticamente en lo que es hoy, un suburbio de Bogotá. El hecho que tenga una autonomía administrativa y política desde el plano constitucional y legal es distinto, pero para la gran mayoría de los habitantes que llegaron y crecieron en Soacha durante los últimos treinta años, para ellos es que en realidad el municipio no es más que un suburbio de Bogotá.
Personas que trabajan en Bogotá y duermen en el municipio, su mundo está en la Capital, lo cual no significa que no se identifiquen con el municipio, lo que pasa es que esa identidad soachuna en el término de los últimos treinta años se ha venido transformando, sus habitantes tienen otros intereses, otra manera de ver el mundo, otros imaginarios.
Por otro lado, Soacha es un municipio que hoy en día cuenta con seis comunas y cada comuna tiene su propia dinámica, de seguridad por ejemplo, hay unas comunas más inseguras que otras, hay unas comunas que son rurales, o casi semirurales, hay unas que están muy vinculadas con la política como es el caso de la comuna dos del centro de Soacha, unas con todas las comodidades que puede brindar una ciudad, mientras otras carecen de algo tan esencial como el agua, y donde ver un árbol en un parque o simplemente un parque es algo asombroso.
Miles de personas que viven en el municipio desde hace años, sus hijos nacieron, crecieron y se educaron aquí, sin embargo, o no conocen, o no se identifican con la garulla, el masato o la fritanga soachuna y menos con futbolistas, tradiciones religiosas, iglesias demolidas, matrimonios de héroes de la independencia y de políticos asesinados.
En contraste, también hay habitantes que nacieron hace mucho tiempo de familias tradicionales y que se auto catalogan como raizales. Ahora bien, reconocerlos como raizales es un absurdo histórico, sociológico, inclusive jurídico, llamarlos raizales a los habitantes que provienen de familias de antaño de Soacha, es un absurdo, una persona que catalogue a esos habitantes como raizales está haciendo es el ridículo, y no va a hacer tomado en serio por ninguna organización digamos científica, o que estudie asuntos sociales.
El termino raizal según la constitución y según los sociólogos colombianos está relacionado con la identificación de los nativos de San Andrés y Providencia, y se les reconoce como raizales para distinguirlos obviamente de otros nativos o negritudes que son nativos de otras regiones del país, pero esa expresión es propia de ellos. A los sanandresanos se les reconoce como raizales, porque tienen unas connotaciones sociales y culturales distintas, son nativos pero no son indígenas, hablan otro idioma, una lengua adaptada por los habitantes de esa región caribe, un dialecto distinto al inglés al que usualmente conocemos.
Es patético como algunos jóvenes hablan y escriben en las redes sociales de “Suacha” en vez de Soacha, sin siquiera tomarse la molestia de investigar porqué se dice Soacha y no Suacha, ¿Desde cuándo se dice Soacha?, ¿Alguien cambio el nombre del pueblo?, y si se cambió ¿Por qué lo hicieron?, ¿Hay algún documento o cédula real que ordene el cambio de nombre?, ¿Los antiguos en verdad decían Suacha y no Soacha?, ¿Quién es María Eugenia Suarez? ¿Es importante cambiar el Soacha por Suacha?, son interrogantes que nadie se atreve a justificar porque simplemente nadie ha investigado, de la misma manera como aceptan que varios colegios se llamen Francisco de Paula Santander, o Luis Carlos Galán, o Chiloé, o Para vivir mejor o Luis Henríquez.
La sociedades cambian, las costumbres cambian y obviamente los nombres de las cosas, los lugares, los sectores y los pueblos pueden cambiar, hace unos veinte a raíz de un taller de identidad y sentido de pertenencia decidimos rescatar y cambiarle el nombre a algunos lugares, en vez del “Cerro del árbol del amor” o “El Esparto”, le pusimos el “Cerro de las Dos Tetas”, así nos llamaran como efectivamente ocurrió vulgares, como si fuera un pecado venial hablar de los pechos de las mujeres en un pueblo pacato, hoy todo el mundo identifica desde la autopista Sur ese emblemático lugar asiento de miles de personas desprotegidas del Estado, o cuando le pusimos “Piedra del Infinito” a uno de los tesoros arqueológicos de Soacha, nombre hoy reconocido a nivel nacional. Un ejemplo de con el tiempo como puede cambiar el nombre de algunos lugares es el parque principal de Soacha, llamado antiguamente Plaza Alfonso López Pumarejo y como nadie da razón hoy porque se llama calle 30 a la vía principal de San Mateo si desde que empezó la urbanización se denominó Avenida los Muiscas.
Ahora bien, Soacha tiene otras historias que se dejan de lado, la historia reciente de Soacha de los últimos treinta o cuarenta años no se ha contado, Soacha cambio hace mucho tiempo, los barrios han tenido sus propias dinámicas.
Por ejemplo San Mateo, un barrio que no vivió un proceso de invasión, que fue un barrio planeado, pero que por muchas circunstancias, entre ellas el comercio, se está volviendo un barrio de tránsito, con todo lo que eso implica. Muchas de las personas que viven en otros sectores del municipio no saben lo que significó el llamado “Cerro de la Cruz” para los que vivieron y crecieron en este barrio, hoy en día no se habla de eso a pesar que aún se divisa en la montaña desde las calles del barrio pese a la existencia de las canteras.
La historia del transporte, los paros, los que hayan vivido los últimos treinta años deben recordar con estupor los paros de transporte donde básicamente se paralizaba no solo el municipio sino también media Bogotá, el tren por citar otro ejemplo, el cual funcionó inclusive hasta mediados de los ochenta, todos recuerdan historias no sobre el tren o que significó, sino porque se desapareció la vía férrea o porque hasta el momento la antigua estación del tren en la calle trece está invadida, nadie indaga sobre eso, cuáles fueron los motivos para que se apropiaran los particulares de esa estación que es monumento nacional y donde hoy funciona un bar.
La creación de Ciudad Verde, también fue una ciudad planeada, nadie ha investigado quien la planeó, ni tampoco si existen registros en Catastro Soacha de donde provienen sus habitantes, sería interesante cruzar con las bases de datos de las constructoras que en su momento vendieron esos inmuebles para saber de dónde vinieron esas las familias, si todas fueron de Bogotá o de otras regiones del país, inclusive del municipio. Nadie le ha puesto atención pero en Soacha también hay una gran población afrodescendiente, la mayoría habita en Cazucá y Altos de la Florida, son grupos organizados que tienen sus propias tradiciones y su propia autoridad y eso también se desconoce.
En fin, ese pueblo apacible y tranquilo desapareció, hoy la ciudad caótica, ruidosa, llena de vida, problemática si se quiere, nos abriga, por eso es tan válido el dicho:
“Todo lo que se dice de Soacha es verdad y todo lo contrario, también es verdad”.
Julio 25 de 2019