El siguiente es un fragmento de un artículo de la periodista María Jimena Duzán, publicado en la revista Semana con el título «EL DRAMA DE TODOS».
Vivir sin el rebusque

Reciclaje
“Vivimos del día a día, de reciclar y ver qué conseguimos por la calle. Pero sin poder salir, ¿Qué vamos a hacer?”. Foto. Cristian Cuéllar
En el país, la cuarentena tiene en jaque a millones de familias de todos los estratos. El miedo a contraer la enfermedad a veces es igual o incluso menor al de perderlo todo. Eso le pasa a Luz Marina Gómez. La crisis de la covid-19 se está ensañando especialmente con mujeres como ella que son cabeza de familia. Ella no pertenece a la clase media que se siente abandonada en esta crisis, sino al sector informal, que vive del rebusque, del reciclaje, del día a día. Nunca fue al café La Florida, pero antes de la cuarentena hacía su rebusque por el centro de Bogotá. Ahora solo lo puede hacer por el barrio debido a que corre el riesgo de que la multen. El problema es que allí no hay mucha basura para reciclar y se está viendo a gatas para conseguir el sustento de sus cuatro hijos. Los dos mayores trabajan, pero desde la cuarentena están desempleados. En el colmo del desespero, la semana pasada salió a buscar una bombona de gas para cocinar. Pero solo encontró un guacal de una nevera.
Desde hace cinco años vive en un rancho con techo de hojalata que ella misma levantó poco a poco en el último tajo de un cerro, hacia los extramuros de Soacha, en un barrio de invasión llamado Casaloma.
En ese sector la gente ha empezado a colgar trapos rojos en sus casas como señal de auxilio. Allí, morir de hambre produce más miedo que morir por el coronavirus.
A ella el coronavirus no le ha quitado nada porque en realidad nunca ha tenido nada. Llegó hace 26 años de Pereira y a sus 43 años su único empleo ha sido buscarse el día a día. Tuvo una cuenta bancaria, que está inactiva desde hace seis años, pero tiene Facebook y smartphone. Su única certeza es que está en los registros del Sisbén. Eso lo supo hace tres años, cuando dos hombres armados entraron a su casa gritando que tenía que irse porque el terreno era propiedad privada y le pegaron tres tiros, uno de ellos le perforó el intestino grueso. En el hospital le practicaron ocho cirugías y hoy todavía carga una bolsa de colostomía que cuelga de su estómago, la cual debe cambiar constantemente. Pero no ha podido hacerlo desde que comenzó la cuarentena.
Luz Marina no ha recibido el subsidio de 160.000 pesos ni el alivio de la devolución del IVA que les prometió el Gobierno. Solo le han dado un bono en el colegio de sus hijos por los refrigerios y un mercado que ya se le está acabando. El alcalde de Soacha repartió comida, aunque no llegó hasta su casa porque su barrio es de invasión. Ella cree que el día que se levante la cuarenta mejorarán sus días, pero no sabe que este es el momento de mayor contagio. Esa amenaza le importa poco. Porque todavía le teme más al hambre que al coronavirus.
Mayo 29 de 2020