¿Origen de la almojábana?

Las mujeres soachunas han sido ejemplo: emprendedoras, berracas. La tradición sigue viva por múltiples generaciones desde 1840 hasta hoy

Héctor Peñaloza Cantor

Hacia el siglo XII, en España —por regiones como Cataluña y Valencia— los árabes llevaron recetas de unos panecillos que acompañaban con bebida caliente, produciendo en el paladar de los comensales gran alegría. Su nombre etimológico es al-muyabbana o al-mugabbana, que significaba “torta elaborada con queso”. Antes de que Cristóbal Colón llegara a América ya se hablaba de este exquisito alimento: un recetario encontrado en la biblioteca española de Robert de Nola, de 1477, ya mencionaba este panecillo en los desayunos de la monarquía. El mestre Robert tenía su propio recetario de preparación.

Cuentan los abuelos que, seguramente, en una de las travesías al Nuevo Mundo la receta llegó; sufrió transformaciones por el mestizaje sociocultural, cambiando el trigo por harina de maíz.

Muchos de los pobladores iniciales de la moderna Soacha venían de Boyacá y de municipios cundinamarqueses cercanos a la tierra carranguera. Los parajes eran similares; la sabana tenía características parecidas a los municipios boyacenses. Así empezamos a llenarnos de apellidos sonoros: Escobar, Galarza, Garibello, Peñaloza, Cantor, Prieto, Gutiérrez, Usaquén, Obando, Rodríguez y muchos más. Con esta nueva población llegaron también los amasijos. A partir de 1940, doña María Josefa Prieto, conocida como “Pepita”, inició su proeza de construir una economía para cerca de cincuenta familias soachunas que hoy sobreviven al paso de la modernidad.

Mi padre, Andrés Peñaloza, nos sentaba en sus piernas para contarnos historias. “¡Mijo, ponga atención!” —decía— La autopista pasaba por frente de la iglesia, la plaza quedaba en el parque. Doña Pepita preparaba hartísimas almojábanas y las daba al porcentaje a las revendedoras. Ella fue la primera dama que inició la tradición en Soacha. Desde las cuatro de la mañana se levantaban a prender el horno a leña; el eucalipto daba una brasa bien bonita. El día anterior se recibía la leche de las haciendas; se compraba el cuajo en la droguería; cuajábamos la leche para que en la mañana iniciáramos la preparación de almojábanas y garullas. Varias revendedoras aprendieron la fórmula y montaron sus fábricas; otras, al emparentarse, se fueron del lado de sus familias, montaron sus negocios y así empezó a crecer la tradición”.

Los primeros vendedores y vendedoras iban con canastos y vestidos de blanco; ofrecían por las ventanas de las flotas. “Cuando trasladaron la autopista por su curso original —contaba mi padre— la pelea fue peleando. Las revendedoras se pararon en la raya para que las dejaran vender y recuperar su puesto original, donde hoy es el parque”. En 1988 se organizaron las casetas en el parque, su verdadero lugar.

Las almojábanas que se llevaban los turistas que bajaban al Salto del Tequendama en tren fueron el voz a voz de la fortuna. Venían a Soacha familias rimbombantes de Bogotá a llevar los panecillos y consumirlos en medio de tertulias políticas. Llamadas también las milagrosas, presidentes, ministros, políticos, actores, deportistas y extranjeros no resistían el delicioso sabor del recetario soachuno, ni se atrevían a decir “no” a un favor cuando tenían al frente una almojábana especial.

Maletas cargadas de almojábanas han dado la vuelta al mundo: Estados Unidos, Londres, Chile, Argentina, Grecia, España, Francia e Italia conocen el sabor maravilloso de un panecillo árabe que recibió su toque secreto en la ciudad del Dios Varón.

María Helena Escobar Prieto.

Las mujeres soachunas han sido ejemplo: emprendedoras, berracas. La tradición sigue viva por múltiples generaciones desde 1840 hasta hoy. Todas venden, todas aman su trabajo. Son madres que preparan las almojábanas con delicadeza y con pócimas de cariño que ubican a Soacha en el primer lugar de Colombia por su exquisitez.

Para no olvidar

Queremos compartir con ustedes los ingredientes de las almojábanas soachunas. El secreto del cariño lo pone usted; así pues, queremos que haga las mejores.

Ingredientes:

  • Cuajada
  • Harina de maíz porva
  • Huevos
  • Sal

Preparación:

Los ingredientes son “a ojo”. La cuajada —después de exprimida— se revuelve con la harina, los huevos y la sal. Ese revuelto se llama moje. Debe darse muchas vueltas para que la textura quede pareja. Luego se forman bolitas del mismo tamaño, se ponen sobre una lata limpia y se llevan al horno. La cocción dura entre 30 y 45 minutos. Una vez listas… ¡a saborearlas con un delicioso chocolate!

Por favor, no olviden: Soacha debe estar siempre en nuestros corazones. Es la tierra amada, el municipio que adoramos.

Fotos y apoyos: Familia Escobar, almojabaneria la Exquisita.