Orlando Ruiz es un agricultor que vive en la región de Pertenencia, departamento de Sucre, en el norte de Colombia, con su esposa y ocho hijos. Nació en esta región y se enorgullece de su ascendencia.
Incluso contemplar el hecho de marcharme resultó difícil. Pero una serie de factores (el empeoramiento de los conflictos, la pérdida de su padre a causa de la violencia, encontrar que sus hijos corrían el riesgo de ser reclutados por las fuerzas armadas, tener que dormir en las montañas, ya que no era seguro hacerlo en casa por la noche), lo forzaron a partir.
“La violencia era tan intensa que ya no podía soportar más la situación“, dice Orlando.
Se fueron de manera sigilosa sin avisar a nadie.
“El día que nos marchamos nadie lo sabía; solo se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo cuando me vieron cargando el camión“, dice.
Durante 11 años, Orlando y su familia vivieron en Los Palmitos, en el departamento de Sucre, en el norte de Colombia.
La vida en la ciudad era diferente de a lo que estaba acostumbrado, de lo que él conocía y amaba. Solo conocía a unas cuantas personas. Cuando estaba en su finca, estaba acostumbrado a trabajar todo el tiempo. Tenía una razón de ser. Sentarse ocioso o tener que recurrir a la mendicidad era inconcebible.
“Tenía dos hermanas que se ocupaban de una granja, así que iba allí todos los días para ayudarles a ordeñar las vacas y me daban algo de leche a cambio. Algunos días, a media mañana, no había comido nada”, dice.
“Recuerdo que un día el doctor Mansola (un conocido) vino a verme. Eran alrededor de las 10 de la mañana y le dije, lo siento, ni siquiera puedo ofrecerte un café. No tenemos ningún café. ¿Puedes creerlo? Las 10 de la mañana y mis hijos no habían comido nada. Empecé a llorar. Ese fue el período más difícil para mí“, añade.
En 2013, cuando comenzaron las restituciones de tierra, Orlando y su familia regresaron. En 2016 se firmó el acuerdo de paz (entre el gobierno y la guerrilla de las FARC), y entonces más y más agricultores desplazados regresaban.
¿Cómo fue regresar para él?
“Yo estaba muy contento. Somos agricultores, amamos el campo. La ciudad, caminando por las calles sin hacer nada, no es para nosotros… Sabes lo difícil que es abandonar tu tierra, el lugar donde tienes tu comida diaria. Ser desplazado es algo que no quieres recordar“, añade.
Aun así, piensa en su padre todos los días.
“Recuerdo que fue un martes por la noche. Estaba lloviendo. Alrededor de las siete de la tarde, oí los disparos…“, dice.
Costó tiempo, paciencia y perseverancia recuperarse.
“Justo allí donde ves la casa, era sólo selva. Tuve que trabajar duro para hacer las cosas. Poco a poco”, explica señalando su casa.
Al principio, regresó solo para poder establecer una base antes de traer a su familia.
Los agricultores se ayudaron unos a otros. Trabajaban en una parcela de tierra durante una semana; la semana siguiente, en otra.
Aunque ahora trabajan más independientemente, crearon una asociación y continúan ayudándose mutuamente.
También contaron con el apoyo del gobierno: algún apoyo financiero, una planta solar, herramientas agrícolas, pollos y vacas.
Orlando recibió cinco vacas y un becerro. Ahora tienen 19 vacas.
“Me despierto a las cinco de la mañana todas las mañanas y voy a controlar los animales… Mi esposa bromea diciendo que le presto más atención al ganado que a ella“, dice riendo.
También invirtió en la compra de más de 7.000 pequeños peces bocachicos (Prochilodus magdalenae) y construyó un estanque para ellos.
“Las cosas están mucho mejor ahora, dice. Después de todo el sufrimiento, soy feliz y vivo en paz en mi tierra, con mis hijos. Tienen todo lo que necesitan para tener éxito. Si muero mañana, mis hijos tendrán algo por lo que recordarme“, añade Orlando.
Junto con los demás agricultores, tiene como objetivo vender la leche y el ñame a las empresas.
“Tenemos algunos equipos para el ordeño mecánico y ya estamos pensando cómo podríamos ser mejores emprendedores. Ya tenemos algunas empresas interesadas en comprar nuestra leche (Codasucre) y nuestro ñame“, explica.
Orlando tiene un don para los negocios.
Pero escuchándolo, uno se da cuenta de que es sobre todo una persona que ayuda; creó la asociación de agricultores con otros agricultores y el apoyo de la FAO, para poder ayudar a otros agricultores que regresaban a reinstalarse y encontrar también formas de que los agricultores vivan y trabajen juntos en paz, en una comunidad donde los que se quedaron o se adueñaron de la tierra ahora tienen que compartirla con los que están volviendo.
Él quiere una vida mejor para sus hijos, para su comunidad.
El proyecto apoyado por la FAO (Organización de las Naciones para la Alimentación y la Agricultura) se centró en promover la integración, la reconciliación y el reparto de recursos, beneficiando a unas 500 personas, de las cuales la mitad son agricultores que regresan, y la otra mitad son comunidades de acogida en los departamentos de Nariño, Sucre, Córdoba, Tolima y Magdalena.
El proyecto permitió la creación de una red colectiva de riego que capta y almacena el agua de lluvia en un área seca y donde el acceso al agua es esencial para la agricultura.
Apoyó asimismo a los agricultores en la producción de leche, café y miel, proporcionando infraestructura, equipo y capacitación; y suministró herramientas agrícolas pequeñas y capacitación en prácticas agrícolas sostenibles y en la creación de oportunidades de negocio.
Los asociados del proyecto de la FAO son Suecia y la Unidad de Restitución de Tierras.
Este artículo fue publicado originalmente por la Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe.
Octubre 2 de 2017