Carta de Piedad Córdoba al Papa Francisco

CORDOBA PIEDAD

La exsenadora y actual precandidata presidencial Piedad Córdoba por medio de una carta pública le dice al Papa Francisco que su visita va a reforzar la fe y la esperanza en una nueva Colombia más amable para con sus habitantes.

Aunque la Iglesia católica en Colombia ha insistido en que la visita del Papa Francisco no tiene ningún sentido ni objetivo político sino espiritual, religioso y viene para unir a los colombianos, algunos dirigentes de uno u otro sector que han querido, a través de cartas públicas, hacerle saber al sumo pontífice su percepción del actual momento que vive el país.

En una carta abierta al sumo pontífice, Piedad Córdoba retoma palabras del mismo jerarca católico para reafirmar sus tesis de que si bien la paz abre nuevos caminos de esperanza, es necesario que la gente cambie de mentalidad y que las élites se decidan a trabajar por el bienestar de las mayorías.

Este es el texto completo de la carta:

“Querido papa Francisco:

Es un honor para toda Colombia poder recibir su visita. Un honor que se debe no sólo al cargo que usted ostenta como cabeza de la Iglesia católica, sino también a la ejemplaridad con la que está desempeñando su pontificado. Desde el primer momento, alzó su voz en contra de un sistema injusto que favorece tan sólo a unos pocos en detrimento de las mayorías. Aún recuerdo sus palabras en el Encuentro Mundial de los Movimientos Populares celebrado en Roma el año pasado: “¿Qué le pasa al mundo de hoy que cuando se produce la bancarrota de un banco de inmediato aparecen sumas escandalosas para salvarlo, pero cuando se produce esta bancarrota de la humanidad -en referencia a la crisis de los refugiados en Europa- no hay casi ni una milésima parte para salvar a esos hermanos que sufren tanto?”.

Llega a un país esperanzado, pero en el que mucha gente vive aún en esa bancarrota a la que usted se refería. La paz abre caminos nunca antes imaginados, pero será imposible transitarlos si no entendemos que Colombia tiene que cambiar. Usted, como yo, es latinoamericano y sabe que la desigualdad es una de las grandes lacras de nuestra región. Esa desigualdad es especialmente lacerante en Colombia. Hay más de nueve millones de pobres, una enorme masa de gente excluida que no cuentan para un sistema que se limita a dar “migajas”, como usted mismo denunció hace pocos meses.

Pero también hay millones de personas que, sin ser consideradas pobres por las frías estadísticas, viven permanentemente al borde del precipicio. Son hombres y mujeres que entregan todas las horas de sus días a trabajos mal pagados y en condiciones precarias; son padres y madres de familia a quienes cada vez más les cuesta llenar sus despensas; son jóvenes que no encuentran ocupación y tienen que emigrar; estudiantes universitarios para los que no hay empleos acordes a su capacitación porque políticas descarnadamente neoliberales que privilegian la exportación masiva de mercancías extranjeras frente a la producción nacional han arrasado con la industria de este país.

Nada de esto ocurre por casualidad. Son las consecuencias de un sistema radical que pone en el centro al Dios del dinero y no a los seres humanos, según una definición suya de la que me permito apropiarme, Santo Padre. Y las élites políticas que deberían trabajar en beneficio de las mayorías continúan protagonizando vergonzantes casos de corrupción que escandalizan toda la gente de bien.

Sin embargo, estoy convencida de que por primera vez en décadas anida en las mayorías populares colombianas la convicción de que las cosas van a cambiar. Otra Colombia no sólo es posible, no sólo es necesaria, sino que es inevitable. Las ansias de cambio son irrefrenables. Su voz valiente contra las injusticias, Papa Francisco, es uno de los pilares de esa nueva ilusión. Sin duda, su visita va a reforzar la fe en que una nueva Colombia más amable para con sus gentes nos espera. Y es una Colombia que vamos a construir entre todos y todas. Porque como usted acertadamente dijo, Santo Padre, ‘el futuro de la humanidad está fundamentalmente en manos de los pueblos’.”

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