Las otras Costas Nostras

Por Adriana Villegas Botero

“La Costa Nostra”, el libro que Laura Ardila publicó con Rey Naranjo tras el portazo de Editorial Planeta, agotó su primera edición de 10.000 ejemplares en dos semanas. Cristina de la Torre escribió en El Espectador que “debería ser lectura obligada en colegios y universidades”, y aunque tanto apremio impositivo puede sonar exagerado, sí creo que esta radiografía sobre la corrupción colombiana es un enorme aporte para los interesados en el funcionamiento de la democracia, que deberían ser todos los ciudadanos.

Hace años un profesor nos pidió leer “La ciudad representada”, un libro que Francisco Gutiérrez Sanín publicó en 1998. Fue una inolvidable revelación: gracias a él entendí cómo operó la red clientelar de Rafael Forero Fetecua en el sur de Bogotá y Soacha, y cómo la clave de su poder consistió en garantizar que todos los involucrados se debieran favores mutuos y por lo tanto tuvieran incentivos para permanecer al servicio del político-constructor.

Para quienes apenas se conectan a la sintonía, Rafael Forero Fetecua fue un cacique liberal que llegó al Senado en los años 80, gracias a una fórmula que mezcló urbanizaciones piratas, puestos y retención de cédulas en barrios estrato 1 de Bogotá y Soacha. En su época fue el prototipo de la corrupción electoral, pero luego de leer “La Costa Nostra” uno comprende que Forero Fetecua llegó hasta el prekínder del clientelismo, mientras que los Char ya van por el posgrado.

El libro comienza con la aventura migrante de los primeros Char, desde el Oriente Medio hasta Lorica, a comienzos del siglo XX. Con el paso de las páginas, la trama deja el tono histórico, se traslada a Barranquilla y se adentra en vericuetos de la reportería de investigación, con nombres, contratos y fechas que develan las claves de un entramado de corrupción en el que ganar las elecciones y mantenerse en el poder se garantiza con la compra de votos que se pagan con recursos públicos. El marco de la foto son las megainversiones en infraestructura que han disfrutado los barranquilleros en los últimos años, así como las relaciones brumosas con personas del estrato 6 vinculadas al narcotráfico, el lavado de activos y el paramilitarismo.

Leí La Costa Nostra con un ojo puesto en el Caribe y otro en Caldas. Supongo que el lector de Cúcuta lo lee pensando en Ramiro Suárez Corzo; el de Bucaramanga en los Aguilar y los Tavera; el valluno en Dilian Francisca Toro; los de Medellín en los Suárez Mira y en Daniel Quintero; los de Risaralda en los Merheg; los quindianos en Atilano Giraldo; los samarios en los Cotes; los de Valledupar en los Gnecco; los chocoanos en los Sánchez Montes de Oca, y así… cada descripción de una acción de los Char invita a pegar otra lámina en el álbum de la corrupción colombiana: “esto también lo hace Lizcano”, “esto se parece a Mario Castaño y sus Marionetas”, “esto es típico de Carlos Mario y el primo” o “esto aún no se les ha ocurrido a los de acá”.

Los Char de la Costa Nostra son una mezcla de corrupción y altos índices de popularidad. Su fórmula incluye las emociones futboleras del Junior, una fuerte endogamia familiar; compra de votos; licitaciones a la medida; enormes inversiones en publicidad; negarse a hablar con periodistas críticos; aliarse con empresarios del sector privado, con enorme chequera y diminuta ética; lavarse la cara con políticos y medios con sede en Bogotá, ávidos de sus votos, sus dádivas o sus publirreportajes, y financiación bajo cuerda a gente de otros partidos, para garantizar control absoluto del poder regional, sin detenerse en minucias como la doble militancia.

Además del mérito investigativo, este libro tiene un valor adicional: enseña qué es lo que hay que rastrear cuando los periodistas investigan a los políticos locales. Confío en que esta obra resulte inspiradora para reporteros interesados en indagar sobre sus propios clanes regionales, y precisamente sobre eso estaré conversando con Laura Ardila este martes a las 10:00 a. m. en la Cátedra de periodismo Orlando Sierra Hernández, que realiza la Universidad de Manizales. Hay entrada libre para todos los que quieran escuchar a la autora, de visita en nuestra ciudad.

Fuente: La Patria