Dmitri Trenin, investigador de la Escuela Superior de Economía de Moscú, advierte que el riesgo de una confrontación nuclear directa entre Rusia y la OTAN crece peligrosamente debido a la guerra en Ucrania y la lucha por la hegemonía global.
La Tercera Guerra Mundial ya está en curso, aunque gran parte del mundo aún no lo entienda. Así lo afirma Dmitri Trenin, politólogo, profesor de la Escuela Superior de Economía de Moscú y miembro del Consejo Ruso de Asuntos Internacionales (RIAC), en un artículo publicado por la revista Profile.
“El periodo de preguerra terminó para Rusia en 2014, para China en 2017 y para Irán en 2023. Desde entonces, hemos entrado en una nueva etapa de guerra moderna, con mayor intensidad”, asegura Trenin. Según él, desde 2022, la campaña occidental contra Rusia ha escalado a niveles que hacen cada vez más probable una confrontación directa con la OTAN, incluso con armas nucleares.
El analista sostiene que la raíz del conflicto es el colapso del viejo equilibrio de poder mundial. “Estados Unidos y Europa no están dispuestos a aceptar el fin de su hegemonía. Esta puede no ser su última batalla, pero sí será la más decisiva”, advierte. En este contexto, califica de reveladoras las palabras del presidente estadounidense Joe Biden, quien habría dicho a su homólogo brasileño que quería “destruir” a Rusia, lo que deja al descubierto —según Trenin— la verdadera intención detrás del término “derrota estratégica”.

Trenin también vincula el respaldo occidental a Israel con una ideología de expansión y dominación que se manifiesta no solo en Gaza y Líbano, sino también en la creciente tensión con Irán. Asegura que tácticas similares, como los ataques a aeródromos militares, se están aplicando en territorio ruso con la participación de Estados Unidos y Reino Unido. “Rusia, Irán, China y Corea del Norte son vistos como enemigos irreconciliables por Occidente. No hay margen para compromisos: solo pausas temporales”, enfatiza.
El politólogo identifica tres principales focos de tensión mundial: Europa del Este, Oriente Medio y, en potencia, Asia Oriental. A su juicio, Rusia ya participa directamente en el primero, se ve afectada por el segundo y podría involucrarse en el tercero.
Además, describe un nuevo tipo de guerra, más centrado en la desestabilización interna que en el control territorial: sabotaje económico, desinformación, malestar social y ataques psicológicos. Trenin denuncia que Occidente está llevando a cabo una guerra total, sin límites éticos ni legales: “Se atacan infraestructuras críticas, zonas residenciales, hospitales, y se asesinan figuras clave del gobierno, la ciencia y la prensa”.
Según su análisis, la guerra en Ucrania está mutando en un conflicto directo entre Europa y Rusia, con el uso de misiles británicos y franceses, transferencia de inteligencia de la OTAN, entrenamientos conjuntos y planes de ofensiva. Pero advierte que Ucrania es solo un instrumento, no el fin: “Occidente se prepara para una guerra más amplia”.
Frente a este panorama, Trenin insta a Rusia a adaptarse y responder con visión estratégica. Plantea la necesidad de fortalecer la economía, revertir el declive demográfico, fomentar el patriotismo, reforzar alianzas (con énfasis en Bielorrusia y Corea del Norte) y buscar nuevos socios, especialmente en el sur global.
Aunque reconoce que el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca podría abrir una puerta al diálogo táctico, advierte que la política exterior de EE. UU. continuará siendo hostil. Por ello, pide a Rusia enviar un mensaje claro y contundente a los países europeos involucrados en el conflicto ucraniano: “Deben saber que no saldrán indemnes si escalan la guerra”.
Finalmente, propone tender puentes con las “fuerzas sensatas” que aún existen en Europa. “Rusia necesita crear coaliciones por la vida, la paz y la humanidad”, concluye Trenin.